Queda muy lejos la época en que una ardilla podía cruzar toda la península Ibérica saltando de rama en rama, de árbol en árbol, sin bajarse al suelo. Sí, España estuvo casi totalmente cubierta de bosques, pero luego llegaron tiempos difíciles para el árbol, pues se cortaban de las zonas llanas para roturarlas y crear nuevos campos de cultivo; se talaron para construir casas o barcos en los astilleros. La madera empezó a ser una materia prima fundamental para hacer utensilios y herramientas; La leña se convirtió en el principal combustible para la calefacción, hornos, etc. Así poco a poco desaparecieron arboledas o quedaron muy reducidas. Además se plantaron especies alóctonas, no originarias del lugar, como es el caso del eucalipto, que desestabilizaron el ecosistema del bosque original en el que se plantaron. También los incendios hicieron que la vegetación y los suelos desapareciesen y la desertificación ocupara muchos territorios.
Sin embargo, todas las noticias no son malas, en los últimos años España, a pesar de los incendios forestales que se producen en verano, ha aumentado su superficie boscosa un 15% en las últimas décadas hasta tener actualmente un 30% de superficie frondosa que está valorada en unos 16.000 millones de euros. España ocupa el cuarto puesto en extensión de bosques en la C.E.E. Aunque realmente este valor económico es simbólico, porque no tienen precio, ya que son unos ecosistemas muy importantes para el mantenimiento de la naturaleza en todo el planeta: son el hábitat de muchos animales, ayudan a mantener la humedad en el ambiente, también crean suelo y lo sujetan con sus raíces para que cuando llueva torrencialmente no se vaya con el agua y, sobre todo, reciclan el dióxido de carbono convirtiéndolo en oxígeno. Las arboledas ayudan a mantener a raya al «Efecto Invernadero».
El pasado 21 de marzo se produjo el equinoccio vernal, los días se igualan a las noches, 12 horas para cada uno, y la primavera hace su entrada con flores y hojas nuevas. Éste es uno de los momentos más especiales para hablar de los bosques y de, sus protagonistas, los árboles. También esta estación es un buen momento para conocerlos un poco más, salir y caminar por ellos. El presente año 2011 ha sido declarado por las Naciones Unidas como Año Internacional de los Bosques. Parece ser que este organismo internacional está por defender la naturaleza, más vale tarde que nunca, ya que el pasado año fue el de la Biodiversidad, aunque cada vez haya menos especies existentes.
Las selvas tropicales y ecuatoriales son las que tienen más biodiversidad y las que más humedad conservan en su interior. La taiga, una gran franja de coníferas de zona fría, tiene muy poca diversidad pero es una gran reserva forestal en las zonas de baja temperatura del planeta. De estos tipos no tenemos en España, pero existen muchos otros como el bosque mediterráneo, el atlántico o los boscajes de ribera, de los que sí tenemos en la península y en las islas. Alguno de los más singulares son las selvas de laurisilva de Garajonay en La Gomera, residuo de la cobertera vegetal del clima húmedo y cálido que abundaba en la superficie terrestre durante la Era Terciaria. También tenemos algunos otros ejemplos muy singulares como los sabinares de Calatañazor en Soria. Aquí alguno está adehesado y posee magníficos ejemplares, porque el ramoneo, al alimentarse el ganado, y sus excrementos hizo crecer las sabinas hasta hacerse las más grandes del mundo con más de un metro de diámetro. Otras arboledas singulares son la que forman los pinsapos en la sierra de Grazalema en Cádiz. En fin, tenemos muchas joyas naturales que conocer y conservar porque el bosque nos ofrece mucho al ser humano.
Y aunque mucha gente pueda pensar que los bosques no tienen mucha relación con la gastronomía, esto no es así. Aparte de que muchos productos proceden directamente de ellos, como las frutas silvestres, las setas o la miel, también el buen estado del arbolado, sobre todo de las grandes masas forestales del planeta, es fundamental para que el funcionamiento de la naturaleza sea correcto. Las masas arbóreas son muy importantes para la circulación general de la atmósfera y para la purificación del aire porque consumen el dióxido de carbono que se produce por la combustión de combustibles fósiles como petróleo y derivados, carbón, etc. Por tanto, de una forma indirecta, hacen que funcionen mejor los ecosistemas y también la agricultura y la ganadería, de las que proceden la inmensa mayoría de nuestros alimentos.
Por otro lado, el mejor sistema de aprovechamiento del bosque sin causar un trastorno es la dehesa, otra mina gastronómica. En este tipo de aprovechamiento se permite la existencia del bosque mediterráneo, en el que convive la ganadería y la agricultura, con la fauna y la flora natural. Los productos más importantes de la dehesa son los que proceden del cerdo ibérico, las mieles, los productos lácteos y las carnes procedentes del ganado ovino y vacuno o los toros bravos. A pesar de todo lo que hemos progresado en tecnología aún no se conoce un método mejor para aprovechar el bosque mediterráneo que sea más sostenible que la dehesa. Se respetan los alcornoques y encinas que dan alimento a los puercos, se arrancan las plantas competidoras de las que nos interesa producir, se forman pastos y, a veces, se intercala agricultura. La dehesa es la mejor manera de integrar la ganadería y la agricultura con el bosque mediterráneo, este sistema tiene virtudes suficientes para ser considerado Patrimonio de la Humanidad por su respeto y aprovechamiento de la naturaleza.