La Costa del Sol sabe a mar, con sus famosos ‘pescaítos y espetos’, pero también a frutas, a carnes, a quesos, a vinos y pasas, a dulces que presiden las fiestas, como los ‘borrachuelos’, y a panes que traspasan fronteras, como su inimitable mollete. En una visita al interior de Málaga, hay productos autóctonos que no hay que dejar de probar… y llevarse a casa como el mejor recuerdo.
La aceituna Aloreña de Málaga

Esta aceituna de mesa, la única que cuenta con DOP (Denominación de Origen Protegida), es una variedad diferente a otras que hayas probado. Uno de los signos que diferencia a la aceituna Aloreña es su hueso flotante, que se desprende fácilmente de la pulpa. Además, tiene una textura porosa que facilita que tome los aliños típicos con gran facilidad. Se comercializan tres tipos, según su tratamiento: verdes frescas, tradicional y curadas.
La recolección se hace a mano, mediante ‘verdeo’. Después se parten y se meten en salmuera durante tres días y ya están listas para aliñarse. Este es el gran secreto. El aderezo con aliños típicos que cada familia y fábrica guarda como la fórmula de la cocacola desde hace siglos: ajo, tomillo, hinojo, pimiento… Y es que, esta joya aloreña aparece en antiguos tratados y escritos, como uno de 1770 donde don Cristóbal Medina Conde afirmó con rotundidad que era «la mejor aceituna de España». Para conocer su origen, dónde nace y cómo se elaboran los aliños artesanos, hay que recorrer su zona de producción por los 19 municipios (Álora, Alhaurín el Grande, Alozaina, Ardales, El Burgo, Carratraca…) repartidos entre las comarcas de la Sierra las Nieves y el Valle de Guadalhorce. Pueblos, olivares y rutas llenas de encanto, algunas de auténtico vértigo, como la que discurre por el Caminito del Rey o el Pico Azulejo.
El mollete de Antequera

Es el pan más famoso de Málaga… y ha conquistado el mundo. Porque este panecillo ovalado de miga blanda no falta en un buen desayuno andaluz, con la zurrapa y la manteca colorá o con aceite de oliva, y es perfecto para tomar un bocadillo en cualquier momento. Su origen se localiza en Antequera, hay una referencia de 1775 en la que se concede al panadero Manuel Esbrí el derecho de elaborar este tipo de pan. En 2021, el Mollete de Antequera fue reconocido con Indicación Geográfica Protegida (IGP), el que se produce en Antequera y Fuente de Piedra en su mayoría de forma artesanal. Se mantienen obradores donde se sigue elaborando este panecillo en horno de leña, como San Roque.
Pues a Antequera nos vamos, para probarlo en los bares y restaurantes, comprarlo en sus tahonas y recorrer la ciudad y sus monumentos, así como los parajes naturales tan mágicos como el Torcal de Antequera o la laguna de Fuente de Piedra. La ruta del mollete continúa la vecina Archidona, donde rivalizan con los antequeranos por elaborar el mejor mollete.
La zanahoria Morá

No todas las zanahorias son naranjas. Y como prueba, ahí está la zanahoria Morá de Málaga, un producto típico y que se produce de forma exclusiva en Cuevas Bajas. Su cultivo, además, se hace de manera ecológica (aunque no cuenta con la certificación), dejando más espacio entre las plantas y utilizando solo abonos naturales. Estas zanahorias muestran un bonito color morado, similar a la remolacha, y su tamaño es más grande que las variedades naranjas.
¿Y es un invento nuevo? Pues no, esta zanahoria ‘morá’ tienes más de 3.000 años, hay referencias del gusto de los romanos por esta hortaliza a la que achacaban cualidades afrodisíacas, y procede de Oriente pero en España y, concretamente en Málaga, la introdujeron los árabes. En la Edad Media se cultivaba en sus variedades morada, blanca y amarilla por toda Europa. Pero sólo la naranja era capaz de retener su color durante la cocción y por eso es la más cultivada y consumida.
Cuevas Bajas se ha convertido en la capital mundial de esta Zanahoria Morá y el mejor momento para conocer este pueblo de la ribera del Genil es en primavera, cuando el valle está en su mayor esplendor y la campiña regala un colorido increíble. Si además quieres conocer su cara más festiva, resérvate el día 25 de abril, cuando celebran San Marcos, o las fiestas patronales, los días 24 y 25 de junio, San Juan. Y, por supuesto, la Fiesta de la Zanahoria Morá, el primer fin de semana de diciembre, que ha sido declarada de Interés Turístico Provincial. Hay mercado de productos locales y degustación de migas con zanahoria morá, el plato estrella.
La cereza de Alfarnate

Ya hay quien se refiere a Alfarnate como el ‘valle del Jerte malagueño’. Y es que este precioso pueblo de la Axarquía se ha hecho famoso por sus cerezas. Se empezaron a plantar en los años 90 y ha encontrado su lugar idóneo. Actualmente, existe más de una veintena de variedades de cerezas cultivadas en los campos alfarnateños : la ‘quince’, la celeste (la más dulce), la ‘burla’, la de ‘corazón de cabrito… Miles de cerezos crean un paisaje único que tiene un momento estelar al florecer, entre febrero y marzo, creando un precioso manto blanco. Otro momento idóneo para acercarse a conocer Alfarnate y probar sus cerezas es cuando se celebra la Fiesta de la Cereza, en junio. Se montan mercadillos donde comprarlas pero también degustación de platos típicos como la ‘catana’, una especie de porra que los lugareños acompañan con habas, y el ‘morrete’, un guiso de patatas y setas fritas. Pero el momento más especial y divertido tiene lugar a mediodía, cuando se celebra el Concurso de Lanzamiento de Huesos de Cerezas.
Cada año se producen en Alfarnate cerca de 100.000 kilos de cerezas. La mayoría se consume directamente como fruta, aunque también se hacen con ella licores o se utilizan para hacer el ya famoso gazpacho de cerezas que puso de moda el chef malagueño Dani García.
El pan de higo de Coín

El pan de higo es una receta típica campesina de Coín que nació para aprovechar estos frutos que se dan en abundancia en las higueras de la zona. A pesar del nombre, no es un pan ni lleva harina. Se prepara con higos secos que se recolectan y se dejan deshidratar, aunque también encontramos la variedad de higo ‘pajero’, que son muy similares al seco pero que tienen la piel mucho más suave y son más pequeños y dulces. Estos son ideales para elaborar el famoso pan de higo que no solo se toma como postre ya que puede ser el acompañante perfecto en una tabla de quesos, en el desayuno, como tentempié dulce para picar entre horas y una barrita energética de lo más saludable para deportistas.
La torta se prepara con higos secos troceados creando una masa compacta en la que también se incluyen almendras peladas, clavo, canela y matalahúva (grano de anís). Esa es la receta tradicional de Coín, pero se ha extendido por pueblos de toda la provincia. Pero las hay también con trocitos de chocolate o fruta escarchada y otros frutos secos como avellanas o nueces. Se forma una torta y se coloca debajo de una tabla y encima de ésta un peso para prensar bien la mezcla. Este producto autóctono es uno de los más conocidos de la despensa malagueña y se consume, sobre todo, en fechas navideñas en los pueblos de interior como Coín, en el Valle del Guadalhorce (a unos 30 km al oeste de la capital y a otros 30 de Marbella), donde se ha convertido en todo un icono de su gastronomía. Pero el pan de higo se ha convertido en uno de esos ‘souvenirs’ que todos los visitantes se llevan de vuelta a casa cuando recorren Málaga.