
Lo primero que hay que saber decir cuando se viaja a otro país es cómo gracias, en este caso obrigada. Lo digo sentada junto al puente de San Gonzalo, tomando un café y un pastelillo Brisa en la confitería más antigua de la ciudad que, como es lógico, se llama Confeitería Da Ponte al estar ubicada junto al puente de San Gonzalo, por otra parte patrono de los amantinos.
Los pastelillos, principalmente de huevo, azúcar y almendra, son una constante en sus múltiples confiterías, todas ellas con mucho encanto y donde puedes percibir esa atmósfera cargada de saudade que lo impregna todo en este país. Nostalgia de lo que fueron en Portugal: muy grandes, y quizá un cierto desconocimiento de lo que son: también muy grandes en muchos aspectos, a pesar de tener sólo ocho millones de habitantes. Aquí las historias e Historia con mayúscula salen a cada paso, porque en cada rincón pasó o pasa algo digno de leyenda. Y si no lean el poema de la Confeitaria da Ponte: «Vinde, pois, a qualquer hora/Saborear sem demora, Os doces que estao a monte/E ouvir duas gargalhadas,/ Duas lérias repicadas/ Do rodriguinho da Ponte» (Miosotis), que te entregan cuando compras los dulces.
Volviendo al puente desde el que escribo este artículo, repaso una visita relámpago que ha comenzado llegando desde Madrid a Oporto en apenas una hora, 50 kilómetros es la distancia que se recorre seguidamente para llegar a Amarante. En Oporto, ciudad con nombre de vino, probamos en el restaurante Capa Negra una Francesinha, plato muy conocido en la zona que no es de origen portugués sino francés, y que ha quedado como plato emblemático para los jóvenes: se trata de un sandwich relleno de mil cosas y servido con salsa y patatas fritas. También tomamos, como no, Bacalao, en este caso cocido con garbanzos. El restaurante, muy conocido por servir grandes raciones y tener un precio ajustado, no decepciona en ambos conceptos, aunque hay que reconocer que la cocina portuguesa es mucho más que todo ello.
Un coche de alquiler es la mejor opción, aunque a mí lo que me pide el cuerpo es alquilar una auto-caravana y, durante un mes, empezar por el norte y terminar en el Algarve en el sur, pero ése es otro viaje. Una vez en Amarante, ya estás atrapado, te dicen que vayas a hacer alguna ruta del románico y están muy bien, pero el viernes un concierto, el sábado el mercado, la visita a cualquiera de sus seis iglesias, la visita al museo de Amadeo Cardoso da Sousa…. Y las numerosas terrazas donde disfrutar de comida y ambiente hacen que no salgas… de Amarante, ya el nombre es una mezcla de amante y amarre (aunque esto es de mi invención).
Un poco de historia
Se atribuye el origen de la ciudad a un clérigo que, en el siglo XIII, creó una ermita origen de la población. Posteriormente se crearía el puente sobre el río Támega que cruza la población, que en la actualidad cuenta con 10.000 habitantes. El clérigo en cuestión crea también el famoso Puente de San Gonzalo sobre el río, esencial en la vida de la población, aunque no el que el General Silveira defendería heroicamente siglos más tarde, el cuál fomentó el asentamiento de personas.
No puedes perderte
1. Museo Municipal de Amadeo de Souza Cardoso, con exposiciones temporales de pintores de la zona y 36 cuadros del famoso pintor amarantino, coetáneo de Picasso. El museo está ubicado en un antiguo convento de los dominicos, San Gónzalo de Amarante, santo patrono de la localidad protector de bodas y al que también se atribuye quitar las verrugas previa petición y súplica. La adaptación del museo fue realizada por el arquitecto Alcino Southinho en 1980, y la muestra de obras incluye caricaturas que el pintor realizaba a cambio de comidas en restaurantes parisinos y otras obras, que iban desde el cubismo al surrealismo. El museo también ofrece exposiciones de otros pintores nacidos en Amarante, como Antonio Carneiro o Texeira de Pascoaes. El museo está completamente adaptado y es muy fácil de recorrer. Hay guías en varios idiomas y también se puede visitar parte del convento, como el claustro patio, que es nexo de unión con la iglesia.
2.La iglesia de San Gonzalo, con su bella fachada, fue construida en 1540 y tiene una portada lateral de tres pisos con columnas estilo renacentista italiano, presidida por un frontón barroco. A la izquierda de la portada se ven las estatuas de los cuatro reyes durante cuyos reinados se construyó el monasterio. En el interior, reformado en el siglo XVIII, el altar mayor cuenta con un bello mobiliario barroco de madera dorada y, sobre todo, un órgano de principios del siglo XVII. La sacristía tiene un techo de madera labrada y pintada, y cuenta con varios cuadros de tipo religioso muy llamativos. La tumba de San Gonzalo (muerto en 1259) se encuentra en una capilla a la izquierda. La vista del conjunto de la iglesia es mucho más espectacular desde el otro lado del puente, especialmente al atardecer.
3. Vía Verde de la Línea del Támega. Construida sobre el canal de la Línea del río Támega, entre las estaciones de Amarante y Chapa, la Ecopista o Vía Verde tiene una longitud de 9,3 km y una anchura de 3,5 metros. Su recorrido se adentra en una frondosa arboleda en paralelo con la ribera del río. El tramo entre Amarante y Gatao cuenta con iluminación artificial. Hay zonas de descanso con bancos, así como paneles informativos. Desde ella se tiene acceso a zonas fluviales, donde se pueden dar paseos en barco o tomar algo en algunas de las terrazas de la ribera. Es una zona muy agradable para pasear, ir en bicicleta y disfrutar de la naturaleza en un entorno accesible.
4. Ruta por las Confiterías de la ciudad. Pocas ciudades europeas son tan dulces como Amarante. Las calles huelen a azúcar, a almendra, a pan, sobre todo la Rua 31 de Janeiro o la de 5 de Outubro, tras el puente y subiendo al Cándido dos Reis, encontramos panaderías llenas de encanto, con numerosos dulces, algunas con pequeñas terrazas que miran al río desde donde se puede tomar un café y alguna de las múltiples delicias. Por otra parte, también venden cajitas muy bien decoradas con surtidos excelentes para llevar. Los Foguetes son unos dulces alargados con almendra, similar al mazapán, las lérias similares a las pastas, las brisas envueltas en obleas y cubiertas de azúcar glas, pura yema azucarada en su interior. Las Papos de Anjo, el bizcocho de huevo… todo buenísimo. Recorrer estos establecimientos paseando tranquilamente puede ser una auténtica delicia.
5. Visita a las bodegas y viñas del entorno. En la mayor parte de los hoteles pueden aconsejarte dónde y cómo ir. Se trata de bodegas, la zona está llena de ellas, a las que se puede ir en poco más de treinta minutos. La mayoría producen vinho verde y ofrecen actividades según la época del año, como es el caso de Calçada Wines. Por ejemplo, en vendimia permiten participar en el corte de la uva, en la elaboración en bodega y, siempre ofrecen catas de los vinos, en las que los participantes pueden, además, llevarse de recuerdo alguna botella, como es normal previo pago de su coste.
Qué comer
Su situación geográfica ha convertido a Amarante en un punto de encuentro de viajeros por lo que, de forma tradicional, los platos más habituales son consistentes, como el cabrito, la ternera, la feijoadas, los callos, o el cocido a la portuguesa, además del bacalao o las truchas del río Tamega. En invierno el caldo verde o el arroz con pollo se encuentran entre las opciones más solicitadas. Los quesos portugueses son una auténtica delicia, similares a los gallegos algunos, con mucho sabor y calidad, quesos como Terrincho Velho, Chevre o Alavâo Abrantes. Y un extenso mundo dulce, procedente de conventos y monasterios, que tiene como base la yema del huevo, la almendra y la miel; sin olvidarnos de una amplia tradición en la elaboración de panes, como el pan de Padronelo. Todo ello acompañado de una gran variedad de vino, especialmente blancos algunos con uva albariño, vinho verdes y los vinos dulces de Oporto.
Dónde tomarlo
Existe muchas opciones para disfrutar de la gastronomía en Amarante, desde pequeñas tabernas con menús del día y platos tradicionales a muy buen precio, principalmente en las calles Rua 31 de Janeiro o en la Rua Joaquin Pinto Ribeiro, algunos con terrazas muy acogedoras o miradores hacia el río. Otras opciones nos llevan a una cocina más elaborada, como la del restaurante Largo do Paço en el hotel Casa da Calçada, con André Silva al frente de la cocina, un chef muy reputado en la zona y que cuenta con una estrella de la guía Michelin. Silva elabora algunas de sus propuestas culinarias con productos del entorno de primera calidad, como el Ombinho de orco preto, lagostim, milho, alperce, teriyaki e sésamo. Especialista también en postres, su producto fetiche es la miel de Marão.
A pocos minutos del casco antiguo hay un restaurante de cocina luso-española que nos gusta mucho: el restaurante Eira es el templo de una pareja muy conocida en la zona: él es José Manuel Díaz, español y director del establecimiento; ella es Diva Costa, la chef a los mandos. Ambos ofrecen una cocina muy honesta e interesante, basada en la calidad del producto y con especialidad en carnes a la brasa, también con presencia de algunos platos de cocina española, como el pulpo a feira. Pescados y mariscos, así como frituras y postres excelentes, como la tarta de manzana, completan la oferta. Se puede comer muy bien por 20 ó 25 euros. Además, admiten grupos y tienen una excelente carta de vinos. Eira está en medio del campo y su terraza es un placer para los sentidos.
Para más información turística sobre Amarante, en el casco antiguo se encuentra el Centro de Información Turística.