Tras cientos de miles de años de nomadismo el hombre se hizo sedentario y, al poco tiempo, empezaron a surgir las primeras ciudades, que nada tenían que ver con las actuales, pero en su seña de identidad ya estaba escrito que terminarían siendo el «ecosistema» humano por excelencia: nuestras urbes. En parte por éso, nos atrae visitarlas y buscar rincones con los que identificarnos. Los recorridos habituales de los turistas en las ciudades más visitadas suelen estar congestionados y en muchos casos no transmiten la verdadera imagen de su vida.
Algunas de estas ciudades, que están saturadas de turistas, también ostentan lugares preciosos y solitarios junto a los habituales recorridos que suelen proponer en las propias oficinas turísticas. Barcelona también es así. Basta con doblar una calle a la derecha en vez de continuar siguiendo la marea humana para encontrar un lugar precioso y solitario. Solamente a 200 metros de la catedral existen callejuelas solitarias que desembocan en placitas placenteras con encanto y terrazas para sentarse, incluso al sol en invierno, tomar algo y descansar.
Placitas con encanto
A pesar de tener un plano ortogonal en el ensanche, por el cuál es muy conocida, Barcelona tiene algunos barrios que conservan unas plazas encantadoras. En el barrio de Gràcia se encuentran algunas de las más bonitas, en las que hay tranquilidad, bancos para sentarse y árboles, la plaza del Sol, la de la Virreina o la del Diamante son rincones que saben a barrio, con familias sentadas en las terrazas tomando algo, chavales jugando a la pelota en la calle y un ambiente distendido en el que se aprecia la vida habitual de la ciudad.
Varios siglos antes de existir estas placitas de Gràcia ya estaban algunas en el barrio Gótico, y hoy pocos son los que las visitan, sin embargo encantan a quien va y las ve. Una de ellas es la plaza de San Justo, una de cuyas fachadas es precisamente la iglesia que da nombre a la plaza, con una escalera de cuatro escalones justo delante que, a modo de estrado, unos músicos callejeros usan para comunicar con su música a las personas que disfrutan en una terraza tomando algo. A 200 metros de allí otro recoveco antiguo y adornado con un trozo de la muralla que cerraba la ciudad, es un espacio que tiene una imagen muy singular y que se puede disfrutar sentado en otra terracita. Y así percibir otra cara más agradable y tranquila de la ciudad…
Detrás del mercado de la Boquería, en las Ramblas, uno de los sitios más concurridos de la ciudad, está el barrio del Raval. Un bello desconocido. Un barrio que hace unos años era inseguro y que hoy tiene imágenes napolitanas: callecitas con ropa tendida, personajes de película de Fellini y casas de documental pintadas de luz mediterránea. Los jardines de Rubió y Lluch son uno de esos espacios que no conocen ni los paisanos. Eran los antiguos jardines del hospital de la Santa Cruz y la Casa de la Convalecencia, que data del siglo XIV. Allí ahora está la biblioteca de Cataluña. A poco más de 100 m otro espacio singular, la rambla del Raval, es como una plaza alargada con árboles y plantas y un gato gigante y gordo, metálico y muy fotogénico firmado por Botero, que seguramente es el habitante más famoso del lugar.
Museos y exposiciones
Cerca de la famosa estatua de Colón hay un edificio singular que sirvió de astillero de la Corona de Aragón para hacer las naves de la época. Las Reales Atarazanas fueron construidas en tiempos de Pedro III el Grande, a finales del siglo XIII, y forman un conjunto sensacional. Es parte del museo Marítimo de Barcelona, y si es interesante su contenido, su continente lo es tanto o más, pues se trata de uno de los edificios civiles de estilo gótico más importantes de España, por su arquitectura y por su historia. Además, cuenta con un barco muy especial: una réplica de una galera de 60 metros de eslora por 6,5 de manga que impresiona imaginarse navegando contra viento y marea propulsada por 60 remos activados por 180 fornidos galeotes, remando sin parar para surcar los mares. Un lujo para la época.
Las ciudades de la costa mediterránea tienen una larga historia que se superpone en capas, y muchas de ellas cuentan con una lista de monumentos que sorprende al visitarlas. Barcelona ya era una importante ciudad romana llamada Barcino y las excavaciones en el entorno de la catedral y la plaza del Rey han sacado a la luz una serie de restos arqueológicos que forman parte del museo de Historia de Barcelona. Recorrer esa zona sorprende porque incluso se conserva un baptisterio romano, cuyo origen es del siglo IV y cae justo debajo de la capilla de san Marcos de la catedral. Pocos se meten hasta dentro y aprecian esos pequeños detalles, que son grandes hitos históricos.
Elevados, en Montjuic, están algunos lugares que merece la pena conocer. Uno de ellos es grande e importante: el museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). Las pinturas murales de las iglesias románicas de la zona de Tahull están ahí, bueno, y también muchos otros objetos de incalculable valor. A pesar de la importancia de las piezas que exponen las salas están medio vacías, y la visita aporta una serie de sensaciones de tranquilidad y silencio que hacen parecer que uno se transporta al Medievo, época en que fueron creadas.
No te puedes perder:
- Alguno de los bares y restaurantes de la calle Enrique Granados, que tienen buena relación calidad-precio.
- Pasear perdiéndose por las calles de Gràcia y sus plazas, compartiendo la vida de barrio.
- Visitar los Encantes para conocer un mercadillo tradicional en un sitio que tiene una curiosa y reciente arquitectura.
- Visitar las antiguas instalaciones del Fórum, hoy el parque del Fórum, en la costa, cerca de la desembocadura del río Besós. Aún continúa la construcción que lo simboliza: la fotovoltaica.