Decía Eurípides, o dicen que decía (¡vete tú a saber!) que «donde no hay vino no hay amor«. Con tal frase lapidaria puedo concluir y concluyo que, asumiéndola a pie juntillas, en España nos sobra el amor por los poros, ergo estamos inundados de vino y lo diseminamos por el mundo entero. Somos líderes en exportación, aunque nuestros precios tienden a ser bajos, sólo estamos por encima del precio de los vinos sudafricanos. La exportación es de obligado cumplimiento para dar salida a los vinos que no se consumen en nuestro país. ¿Qué significa esto? Que en amor -¡perdón, producción!- andamos sobrados, pero en consumo, en la última década hemos bajado. Dicho esto, veamos el lado positivo de las cosas.
En mi opinión, los españoles hemos aprendido algo más de vinos y, aunque en muchos casos no sepamos elegir, hemos aprendido a escuchar a quien puede ayudarnos en esta elección. Sumilleres y dependientes especializados son figuras de valor para el gran público. En estos últimos diez años, el prescriptor es una voz apreciada en la que el cliente confía. Atrás quedaron los consejos malintencionados y tendenciosos hacia un consumo caro, sin tener en cuenta maridajes idóneos o las preferencias de la clientela. También hay otro dato importante: ya quedó atrás la monotemática y consabida triple R (Rioja, Ribera y Rueda) abriéndose el consumidor a probar distintas Denominaciones de Origen, hoy en día ya conocidas entre el público medio, y todo ello gracias a la mayor profesionalización de los sumilleres, empleados de tiendas especializadas, prensa y blogueros interesados en el mundo del vino. En conclusión: consumimos menos pero mejor.
En la industria del vino son muchos los agentes que intervienen: agricultores, enólogos, bodegueros, distribuidores, comerciales, comerciantes, sumilleres, comunicadores…, son sólo algunas de las profesiones implicadas.
Ignacio de Miguel es uno de los enólogos españoles más reputados. En la actualidad lleva en torno a 20 asesorías y está considerado como «el enólogo de los poderosos», según la periodista Raquel Castillo. Según De Miguel, en los últimos diez años «se han consolidado la diversidad de regiones y tipos de uva. Ahora ya no choca beber vinos de Jumilla o que en todas partes encontremos cualquier tipo de vino de todas las zonas de España«. Bertrand Sourdais, enólogo y bodeguero francés afincado en España (es propietario de las bodegas Antídoto y Dominio de Es, en la Ribera del Duero) pone el foco en la evolución de España en el mundo del vino gracias a que «pequeñas bodegas están haciendo poca cantidad de vino, pero un vino de mucha calidad a partir de parcelas muy seleccionadas«. Sourdais fue de los primeros enólogos en aplicar el concepto de vinos de terroir a la viticultura en España, algo que también aplican el famoso enólogo Raúl Pérez y el bodeguero de Rías Baixas, Rodrigo Méndez. Es la suma de clima, microclima, suelo, las variedades de la uva y orientación de los viñedos a lo que se denomina terroir, la base, junto al proceso de elaboración y crianza, para conseguir los llamados vinos de terroir.
Manuel Manzaneque hijo, enólogo de la bodega familiar, apunta a una vuelta al origen: «Pienso que en la última década se ha aprendido la importancia del cuidado de la viña, se ha incentivado la búsqueda de viñedos viejos para recuperarlos, también uvas autóctonas, y se emplean tratamientos más ecológicos para que no afecten al viñedo. Hablando en plata: lo que hacían nuestros abuelos«.
Que la media del vino español actual es mejor que hace diez años, es un hecho. Solo hay que probar vinos de precio medio para darse cuenta, y la variedad que encontramos en el mercado es más que suficiente para que todos hallemos nuestro vino y el vino idóneo para cada ocasión. No puedo estar más de acuerdo con Raquel Pardo, periodista especializada en vino que apunta que «mirando atrás, hoy se hace mejor vino que nunca, y se bebe menos pero mejor, aunque como ocurre con otros aspectos, quedan muchos avances por hacer, muchas metas por alcanzar«. Y añade que «el reto constante es el consumo y traspasar esa barrera invisible que impide una recuperación en toda regla«.
La presencia femenina es pujante en el sector del vino. Si bien hace más de diez años había mujeres sumilleres, enólogas, bodegueras, periodistas del vino…, ¡cómo no!, su lugar en la actualidad es apabullante y bien recibido. La enología de una de las bodegas más reputadas del país, como es Marqués de Murrieta, está en manos de María Vargas; toda una Master of Wine, como Almudena Alberca, luce nacionalidad española y, en muchos de los grandes restaurantes del país, profesionalísimas señoras aconsejan sobre vino, por poner unos pocos ejemplos. Pardo también incide en esta cuestión: «Se ve muchísima mujer en enología y en trabajos de bodega, y alguno de los nombres más rompedores de estos años en el vino son de mujer, desde Marisol Bueno a Adriana Ochoa, Verónica Ortega, Julia Casado, Maite Sánchez, Vicky Torres… No sé si hemos ganado en espacio, pero sí en visibilidad«.
¿Hacia dónde vamos, pués? Pienso que a disfrutar más y a disfrutar mejor. ¡Salud!