Al escuchar la palabra noodles probablemente aparezca en tu cabeza la imagen de unos suculentos fideos chapoteando en un cuenco de ramen o salteados en buen wok, pero esos noodles largos y finos no tienen nada que ver con los de Biang Biang Bar, bueno casi nada. Los noodles de Biag Biang Bar también son largos, y finos pero muy anchos. Cada fideo es casi como un cinturón, tienen aproximadamente 40 centímetros de largo y unos 5 de ancho. Si nunca habías visto unos noodles así no tienes por qué ocultar tu sorpresa, este restaurante de Chueca es el primero de España especializado en esta receta tradicional china.

Los Noodles de biang biang y mucho más…
El nombre del restaurante viene dado por los propios noodles conocidos como “biang biang”. Se cuenta que esta denominación viene de la onomatopeya del ruido que hacen los noodles al ser amasados. El propio Oscar Ling, -el chef de Biang Biang Bar- demuestra en varios videos de la cuenta de instagram del establecimiento cómo se realiza este curioso proceso en el que la masa es sometida a sucesivas sacudidas hasta que se estira y se divide en el aire con aparente facilidad.
Ling abrió este pequeño restaurante en el número 8 de la calle Pelayo hace cuatro años y desde entonces -con pandemia de por medio incluida- no han parado de crecer. Las mesas de la sala se llenan en cuanto se vacían y varios raiders esperan sus pedidos en la puerta, mientras que otros clientes los recogen ellos mismos. No sorprende escuchar que en este momento se encuentran embarcados en la apertura de su segundo local.

Tras sentarnos a la mesa, nos traen un par de baberos que nos ayudan un poco a perder el miedo a lidiar con los tallarines y decidimos armarnos de valor para poner a prueba nuestra destreza con los palillos. Para ir abriendo boca Ling nos trae un curioso encurtido de rodajas de pepino y pedimos dos cervezas artesanales una Blanche de Namur y DouGall’s Amber, pero si te atreves además de cervezas, vino y refrescos también tienen un buen surtido de tés chinos, leche de coco para calmar el picante o bebida de ciruela.
Entrando ya en materia empezamos con la coliflor frita con mayo picante y salsa de soja. Crujiente por fuera y tierna y fresca por dentro, es el tipo de verdura que comería incluso alguien a quien no le gusta la verdura. Seguimos con un espectacular surtido de gyozas caseras con salsa de la casa rellenas de cerdo, gamba y puerro chino, otras de cordero y cebolla, y la opción vegetariana con calabacín, zanahoria y huevo. Cocinadas al vapor y empapadas en la salsa de soja la pasta de la gyoza se mantenía firme y suave para dejar al descubierto la explosión de sabor en boca. Personalmente me quedo con las de cerdo y gamba.

Y ahora sí llegamos al plato fuerte. Seguimos la recomendación del chef y vamos a por un plato de temporada, tallarines Biang Biang con pollo y castaña, y a por otro de los imprescindibles de la casa los tallarines Biang Biang con cerdo ibérico y trufa negra. Eso sí, Ling tiene la delicadeza de preguntar cuánto picante toleramos y nos da a elegir entre cuatro gradaciones. A pesar de que somos conscientes de que la receta original es bastante picante nos conformamos con una adaptación a paladares occidentales. Al rato aparecen dos boles generosos en la mesa y al fondo de cada uno de ellos enrollados como una serpiente a punto de atacar los tallarines biang biang. Con curiosidad escarbamos un poco para echarles un primer vistazo y empezamos a mezclar bien el plato.

Los tallarines tienen una textura fina y elástica, y aunque luchamos un poco con ellos al final conseguimos hacernos con el sistema sin manchar demasiado el babero. Sin embargo, la magia ocurre con el bocado perfecto, combinando los noodles con el resto de ingredientes del plato. Las castañas y el pollo de corral salteado pueden parecer una apuesta atrevida, pero maridan a la perfección y se integran con la salsa de la casa y el acompañamiento de verduras en un plato redondo y muy invernal que no quita protagonismo a los tallarines. En cuanto a los noodles de cerdo ibérico, la carne jugosa y deshilachada empapada en la salsa de soja y con un intenso sabor a trufa, todo ello acompañado de verduras y setas shiitake salteadas me hicieron empezar a desear que mi bol se rellenara automáticamente.
Pero aun así he de reconocer que soy una de esas personas que se pierde por el postre y la mención de un budín de almendras me convenció inmediatamente para probar este dulce suave y cargado de matices. El elemento principal de este postre no es otro que tofu cuajado con leche que aporta un dulzor ligero y neutro que se complementa con una base de galleta de jengibre, láminas de almendra, frutos rojos, azuki o judías rojas y physalis una fruta proveniente de Sudamérica, con toques cítricos que le dan un punto de sorpresa al plato.
En resumen, por un precio muy asequible disfrutamos de una de las mejores comidas que he probado en un restaurante chino. Destaca la novedad de su plato estrella y la calidad de las materias primas trabajadas. Del mismo modo la consideración con el comensal y el cuidado de los detalles se perciben por todas partes desde la posibilidad de elegir el grado de picante, o la amplia oferta vegana y vegetariana, hasta los simpáticos osos del logo del restaurante que aparecen en guiños como los manteles, las pegatinas o su tarjeta de fidelización. De hecho, yo no me fui sin la mía porque ya estoy buscando el hueco para volver.