El primer acercamiento de quien escribe estas líneas, a la bodega Otazu ha sido a través de sus vinos, algunos de Pago, otros de pequeños terrenos con producciones exclusivas, incluso numeradas. Cuando pones el la copa un vino como Pago de Otazu Chardonnay con crianza o un Altar (D.O.P. Pago de Otazu) con un 100% Cabernet Sauvignon, sabes que quienes producen estos vinos son personas apegadas a la tierra, que aman sus vinos y que trabajan con inteligencia y esfuerzo por conseguir la excelencia.
Sin embargo la perspectiva de la personalidad de Otazu no se alcanza hasta que no se visita la bodega. Ubicada a menos de diez kilómetros de Pamplona, entre la Sierra del Perdón y la Sierra Sarbil y junto al río Arga la bodega esta situada en una finca de 319 hectáreas de las cuales enhay 116 hectáreas de viñedo propio parceladas según el tipo de suelo y con uvas de las variedades Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc, Pinot Noir, Chardonnay y Berués. Además, desde 2009 cuenta con el reconocimiento de calidad “Vino de Pago”, la máxima categoría que puede obtener un viñedo y que en España solo tienen 22 bodegas.

El propio marco natural es una obra de arte en si misma, pero no la única. Resulta asombros pasear por la finca y encontrarse con un Palacio Renacentista del siglo XVI o la iglesia de San Adrián (s.XIX) de origen medieval, una joya con un precioso retablo en su interior. En la antigua bodega creada en 1840 al estilo de los châteaux franceses se encuentra sede de la Fundación Otazu ( galardonada con el Premio “A” al Coleccionismo 2020 por la Fundación ARCO) y que alberga más de 700 obras de arte, expuestas tanto en su interior como en el exterior.
Otro de sus atractivos es que es una bodega abierta a los visitantes, donde se organizan actividades, se celebran bodas y otros eventos y se disfruta de un entorno privilegiado.

Tres horas para vivir una experiencia inolvidable
La visita, que dura unas tres horas aproximadamente comienza con la recepción en el parking y posterior traslado en coche al Señorío de Otazu.
Como en los buenos viajes, el camino es tan importante como el destino y rodeadas de viñedos, campo, flores y a lo lejos las montañas se encuentran doce obras que explican muy bien la colección y se convierten en paradas obligadas a través del arte contemporáneo. Obras como la Del agua y el cristal del artista chileno Alfredo Jaar en El color de nuestras vidas. Llamativa la del argentino Leandro Erlich, Valkirias de Otazu, en la que el visitante puede crear música a la vez que pasear. Una dama reina sobre las demás, La dama de Otazu del valenciano Manolo Valdés y quizá las más fotogénicas: Tiempo (2020) de Hans Peter Feldmann o Guardian I y Guardian II (2008) de Xavier Mascaró. Todas ellas tienen una razón, una historia, son cercanas, puedes hacerte fotos a su lado y están ubicadas en el sitio junto, en el lugar adecuado. Incluso algunas se ven a través de ventanas creando efectos ópticos.

Pero esto no ha hecho más que empezar, tras la visita a la iglesia y su bello retablo, el visitante se encamina al Museo del Vino, la antigua bodega creada en 1840, pudiendo ver una pequeña pero curiosa muestra etnográfica con numerosos instrumentos restaurados relativos a la vendimia, material gráfico sobre la historia del Señorío y mapas antiguos.
Junto con los recuerdos del pasado se haya la espectacular escultura de Valdés ‘Ariadna’, de 2007, icónica etiqueta de algunos vinos de la bodega.
En la segunda planta, a la que se accede por ascensor, se encuentran las botellas de los vinos de la bodega con nota explicativa de sus etiquetas y los artistas que componen las colecciones.

En las paredes obras como Horizonte Negro en Equilibrio Precario (2013) del mexicano Arturo Hernández Alcázar, donde las herramientas están cubiertas de humo negro y hay monedas en equilibrio o los cuadros coloristas de Carlos Cruz-Diez que se completan con los vinos Vitral una obra pionera que auna el vino y el cuadro en el proyecto Vitral (2013-2042) que se inspira en las ventanas de alabastro, cuya experiencia se basa en crear experiencias a través del color, pudiendo adquirir una parte de la obra combinándola con una botella
De aquí se pasa a la sala de barricas. Las obras en esta ubicación juegan con el visitante, en muchos momentos son interactivas, formas que según se miren resultan cóncavas o planas, obras que el propio visitante conforma con su paso por ellas, obras digitales, como la de la mano inerte con un lápiz que palpita sobre su muñeca (alguna obra más), objetos imposible, cada pieza obliga a pararse, a contemplar a disfrutar.

El paseo continúa por la bodega nueva, donde destaca la impresionante sala de barricas, a la que se denomina ‘la catedral del vino’ obra del arquitecto Jaime Gaztelu e inspirada en las bóveda del monasterio de Leire y que es ecosostenible gracias a que no precisa climatización. Luces de colores y música gregoriana son el complemento perfecto para esta sala presidida por una Menina de Valdés que se puede ver desde el comedor de eventos.
La visita finaliza tras recorrer el área de elaboración y el denominado cementerio del vino donde reposan las botellas. Tras la visita, bien en esta área o en la tienda se podrá disfrutar de una cata de tres vinos maridada, cada uno con un pincho, lo que completa una experiencia sin duda inolvidable.
La visita con degustación tiene un precio de 59,95 euros y una duración aproximada de 3 horas. Se puede reservar a través de la web bodegaptazu.es. o en el teléfono: 948329200 o el email: info@bodegaotazu.es
No perderse 3 vinos con mucho arte y buen precio:
Pago de Otazu Chardonnay con Crianza 2020 es un vino elegante y equilibrado, que destaca por sus aromas florales con notas de fruta fresca, cítricos y especiado fino. Pago de Otazu 2020 destaca por sus aromas de frutos rojos, frutillos silvestres negros y grosellas, y un paso en boca sedoso, que deja un final largo y persistente y Altar 2013, un vino elaborado con uvas 100% Cabernet Sauvignon de color rojo granate oscuro muy profundo.