En pleno corazón de la Rioja Alavesa, en un paraje denominado Baños de Ebro, la tradición y el legado familiar toman forma de bodega bajo el nombre Dominio de Berzal. Unas bodegas en manos de tres hermanos que se definen como una familia honesta y trabajadora; tratando de exportar estas cualidades al vino que producen.
La pasión por el vino, un legado familiar
Si bien es cierto que las Bodegas Dominio de Berzal se fundan en 1999, cuando los tres hermanos toman el relevo a su padre José Luis; la tradición vinícola en la familia existía desde 1958. En aquellos años en los que el vino se vendía a granel. El primer vino cosechero que lanzaron al mercado data de 1980, como recompensa al trabajo de José Luis, quien se empeño en trabajar una tierra difícil, con mucha pendiente y muy pedregosa.

José Luis fue el encargado de sembrar la devoción por la tierra y sus frutos, en especial por la uva, en sus tres hijos: José Luis, Juan Mari e Iñigo Berzal. Cada uno tiene un rol diferente dentro de la gestión de la bodega, pero todos sus trabajos se guían por la sabiduría heredada de sus antepasados. Asimismo, la innovación sin perder el compromiso con el legado y la memoria es el hilo conductor de su producción.
Las tierras de la Rioja Alavesa de Dominio de Berzal
Bodegas Domino de Berzal cuenta con 50 hectáreas de terrenos repartidos por toda la Rioja Alavesa. Algunos de los cultivos se encuentran en Sierra de Cantabria, en suelos más calizos y de mayor altitud. Mientras que el resto de la producción está más próxima al río Ebro y, por lo tanto, la vid enraiza en un suelo más arenoso o arcillo-calcáreo.
Las particularidades del suelo, la estructura, la altitud y la orientación de los cultivos de la Rioja Alavesa dan a las cepas de Domino de Berzal unas condiciones excepcionales. Gracias a ellas y a su filosofía de respeto a la esencia del terruño, consiguen elaborar vinos de máxima calidad. Los hermanos Berzal defienden una agricultura sostenible y de cuidado con el medio ambiente en la que predomine el equilibrio en la viña, con un vigor limitado.

A pesar de cultivar 50 herctáreas, las producciones son limitadas y variadas. El 80% del cultivo es Tempranillo; el 10% Viura; un 5% Graciano y el 5% restante se mezcla entre variedades como la Garnacha y la Malvasía. El respeto por la planta y la uva se muestra en la colocación en viñedos en vaso y espaldera, que se riegan solo por goteo en al menos el 80% de la plantación.
Las laderas de Jose Luis: un vino singular en un viñedo singular
De la primera de las laderas, que lleva con la familia Berzal desde tiempos inmemoriales, nace Las Laderas de José Luis. Un vino marcado por la memoria, la ilusión y el respeto de toda una familia. Este tinto es un homenaje al empeño del padre de los tres hermanos, quien decidió apostar por una finca empedrada, de poca producción y con mucha pendiente. De hecho, los lugareños la llamaban «Las Escaleras» por su gran pendiente.

Sin embargo, Jose Luis consiguió gracias a esta finca cultivar en sus hijos el amor por la viticultura. Unos hijos que, tras años de intenso papeleo y trámites, han conseguido que la DOCa Rioja les otorgue la catalogación de «Viñedo Singular» para esta parcela.
Este sello significa que dichas laderas tienen «características agroecológicas y climatológicas propias que lo diferencian y distinguen de otros de su entorno, del que se obtienen vinos con rasgos y cualidades singulares«. Esta normativa se transforma en un vino tinto de color rojo picota con un aroma muy potente. En la boca, podemos apreciar taninos jugosos de fruta roja como las cerzas o la granada. Un vino fresco y goloso.

Las uvas 100% Tempranillo escogidas para elaborar esta delicia se vendimian a mano, se seleccionan meticulosamente y se despalillan de forma manual, grano a grano. La fermentación y crianza se realiza en barricas de roble francés y parte en depósitos de hormigón, durante unos ocho meses.
Las Laderas de José Luis resume a la perfección el empeño de toda una familia por cuidar de su tierra y sacar el mayor partido a los frutos que esta ofrece. Un homenaje al legado que culmina con el packaging. Etiquetado numerado a mano para identificar cada una de las 1.930 exclusivas botellas de este vino, lacrado innovador y una imagen en blanco y negro de parte de la familia Berzal son el broche de oro para un vino literalmente excelente (95 puntos).