Las minas de piedra borgoñonas sorprenden porque todos hemos visto sus efectos sobre la arquitecura parisina, pero in situ aún causan más asombro. En una antigua cantera de una zona boscosa de la Borgoña, en Guédelon, se produce un hecho mítico: un viaje al pasado. Sí, se está llevando a cabo la construcción de un castillo medieval del S.XIII, ¡con la tecnología de aquella época! Durante más de 25 años van a estar construyendo esta fortaleza que empezaron en 1997. Cuando se pusieron en marcha, pensaron en la importancia del proyecto como laboratorio histórico, pero resultó ser tal maravilla que, actualmente, acuden varios cientos de miles de personas al año a ver algo insólito. Lo visitan desde colegiales con su profesor hasta turistas que acuden expresamente desde otros paises para ver el Castillo de Guédelon y, atención, solamente es visitable de abril a octubre, ambos inclusive, porque los fríos invernales no permiten hacer los trabajos en el exterior. La visita de este castillo es un recuerdo imborrable.
Un grupo de especialistas puso en marcha este proyecto sin saber bien la repercusión que tendría. Estudiaron con profundidad, se documentaron con grabados e ilustraciones de la época y buscaron todo tipo de información relacionada para conseguir construir al modo en que se hacía hace 800 años. Los canteros, carpinteros, herreros, etc. trabajan tal cual lo hacían nuestros antepasados e, incluso, llevan las ropas de aquel momento. Ver su edificación es alucinante, por ejemplo la gran grúa con la que se elevan los bloques de piedra se mueve con una gran rueda de hámster con una persona andando en su interior. Los herreros golpean los hierros calentados en la fragua, incluso uno mismo puede participar tallando un bajorrelieve en un pequeño bloque de piedra. ¡Es impresionante!
Francia es un país que conserva con todo detalle las tradiciones y si tuviéramos que evaluar su progreso, habría que decir que lo hace satisfactoriamente porque la identidad de cada pueblo es la que marcará siempre la diferencia. Por ejemplo en Chablis, un precioso pueblo borgoñón, hay un charcutero que hace morcillas, salchichas, en fin todo tipo de embutidos y es conocido en Europa. Marc Colin está triunfando en concursos, ostenta dos medallas de oro y una de plata, porque todo lo elabora al modo tradicional, incluso la charcutería es preciosa porque tiene la magia de las tiendas antiguas. Al catar estos embutidos uno piensa que sabrán fuertes o que serán grasos, pero no es así. Las morcillas y las salchichas son suaves, jugosas y no resultan pesadas de digerir. Tomadas como aperitivo o entrante con un vino blanco local resulta ideal.
El encanto de los comercios y de las casas antiguas francesas se encuentra con facilidad al recorrer pueblos como Noyers-sur-Serein. En la orilla del Serein afluente del Yonne está esta preciosa villa medieval que conserva parte de sus murallas, muchas casas con entramado de madera y casas de piedra muy bonitas. Hay varias decenas de monumentos históricos y eso hace que uno aquí se sienta parte del pasado. Aquellas tradiciones que antes se abandonaban por considerarlas un atraso, en Francia se mantienen y en muchos casos lo hacen con estilo. Éste es el caso de un hotel que hay en Nitry, se llama La Beursaudière. Es una antigua granja rehabilitada como hotel con once habitaciones dedicadas a antiguas labores y oficios. Tiene todas las comodidades de hoy y las antigüedades justas para ser coqueto.
Uno de los rincones más relacionados con España en Borgoña es Vézelay, la eterna colina. La basílica de Santa María Magdalena es Patrimonio Mundial de la UNESCO y es el origen de una de las cuatro rutas de peregrinaje que van desde Francia a Santiago de Compostela. La basílica es un edificio grandioso y a la vez está lleno de pequeños detalles artísticos. También hay que pasear por esta ciudad porque es un deleite sentir su tranquilidad caminando por sus calles empinadas. En el casco urbano hay un lugar de obligada visita, el Museo Zervos, una magnífica colección de obras de arte de infinidad de pintores, entre las que detacan las pinturas del célebre pintor español Pablo Ruiz Picasso.
Aparte de visitar el patrimonio es necesario ver un atardecer y un amanecer desde esta colina porque son tan preciosos y tan únicos que a uno de esos colores amarillo-cobrizo-anaranjado que se ven en esos momentos debería de llamársele color Vézelay. Pero si el día le sienta bien a Vézelay, la luz de Luna es su mejor adorno. Esta colina es un lugar estratégico que el hombre ha sabido apreciar desde hace mucho tiempo, no solamente por sus colores al caer el sol sino por el atractivo indescriptible que se siente en ese lugar.
El Hotel de la Poste et du Lion d´Or es el mejor sitio para descansar en Vézelay, y además hablan español. Si el hotel tiene encanto y buenas vistas, al abrir la ventana se ve la silueta de la basílica asomando por encima de los tejados y goza de un excelente emplazamiento, aún es mejor su restaurante, un lujo asequible para degustar los manjares de la cocina francesa.
Al regresar de Borgoña solamente quedan los recuerdos, las fotos y la pequeña provisión de vino y embutidos. La despedida desde la estación es como de película, con pañuelo y lágrimas por dejar una tierra que engancha. Las vivencias han sido tan intensas y diferentes que parece que una parte de Borgoña se venga contigo. Al mirar a través de la ventanilla se ven los campos brumosos que evocan las experiencias y las situaciones acontecidas. Al llegar a París cae el sol, pero su reflejo en el cristal sigue teniendo el color de Vézelay.