Por agudizar el ingenio para crear excelentes vinos, Argentina ocupa un lugar protagonista en América del Sur y el mundo de la vitivinicultura. Su vasta amplitud de suelo y clima, dividido en tres regiones (Norte, Centro y Sur) permite el arraigo de una diversidad de cepas buscando su mejor “terroir”. Vinos únicos e irrepetibles nacen en cada zona con distinta personalidad.
Desplazamiento de la vid

500 años pasaron para que Argentina izara la bandera de su icónica cepa Malbec. Hablar de su cultura vitivinícola tiene un largo recorrido en el tiempo y la historia ya que fueron otras las tierras elegidas para los viñedos. Perú como centro de actividades colonas fue el primer suelo en cultivar la vid, expandiéndose luego a Chile, Paraguay y por último Argentina.
Más que expansión se dio una rotación de la vid. La actividad vinícola en Perú se vio extinguida por dos causas: la expulsión de los jesuitas, idóneos en conocimientos de labranza y vinificación y la promulgación de leyes de la corona española compitiendo con el vino, ordenando la sustitución del aguardiente, destilado de uvas de Pisco por el aguardiente de caña.
Sin más, la vid pasó al vecino país de Chile pero donde mejor se adaptó, en corto plazo de tiempo, fue en Paraguay alcanzando un alto rendimiento a pesar del factor climático que influyó en el estado sanitario de los viñedos. Plagas, insectos y el poco interés de los pobladores en sostener los cultivos llevó a que se reemplazara la vid por siembras de yerba mate, tabaco, azúcar y algodón.
Ahora sí, la vid toma relevancia definitiva en Chile para luego cruzar por la cordillera de los Andes a tierras Argentinas. Las primeras estacas de vid llegan a la provincia de Santiago del Estero en 1551. Posteriormente se darían varios ingresos de vid desde Chile a nuevos puntos geográficos en Argentina, como Salta en el Norte y Mendoza región Central.
Aunque los viñedos se afincaron muy bien en Argentina y Sudamérica, regía por aquel entonces un decreto real que duró cerca de un siglo y medio desde 1595 vetando la elaboración del vino. Sin embargo excluían de dicha ley a los jesuitas quienes podían vinificar como necesidad para la celebración de la Eucaristía. Es gracias al trabajo misional de esta orden religiosa que se consolidó la actividad vinícola en América, plantando viñedos por cuanto lugar pasaban.
Cuando Mendoza elaboró un vino chileno

Hoy Argentina pasea por el mundo con sus vinos. Captar el gusto multiplicado por esta bebida llevó tiempo de investigación y aprendizaje. Cuanto más se aprendió mejor se potenciaron los varietales, zonas de cultivo, sistemas de elaboración y métodos de crianza. Hoy la vitivinicultura es un hecho concreto en Argentina.
Sin embargo, trazar un mapa con los registros escritos de censos, testamentos y movimientos aduaneros permite conocer los prematuros comienzos de esta actividad con el posible desencanto que guarda la historia.
La provincia de Mendoza fue fundada en 1561, tiene el don de ser reconocida como “la cuna de vinos” y no es exageración, actualmente representa el 80% de la producción nacional Argentina. Volviendo al momento de su fundación, estuvo a cargo de pobladores chilenos llegó a ser la capital de la provincia de Cuyo del Reino de Chile hasta 1776 cuando pasó a formar parte del Virreinato del Río de la Plata. Esto explicaría la presencia de viñedos desde los albores en esta tierra traídos desde Chile.
A finales del siglo XVI Mendoza tenía apenas el aspecto de una aldea formada por sesenta familias, la población hispano criolla ascendía a unas 300 personas, sumándose indios, esclavos y sirvientes se llegaba a un total de 1.000 habitantes. Aunque el progreso fue muy lento debido a la aridez del clima y la situación de aislamiento por extensas distancias geográficas, en 1739 a través de un relevamiento de bienes y propiedades se dejó asentado que 105 familias eran propietarias de viñas.
Otro aporte lo arrojan los libros de Cargo y Data de la Aduana de Mendoza, donde se detallan los litros de vino y aguardiente que se trasladaban a cada provincia, Rio de la Plata, Tucumán, Córdoba, Santa Fe.
Familias trasandinas hicieron fecunda esta tierra. La bodega más antigua que se constata en Mendoza es la de don Alonso de Reinoso en su testamento redactado en 1588 registra “un viñedo de 5.000 plantas, cercada de tapias y una bodega con capacidad de 5.500 litros de vino”. Claramente la sociedad mendocina hasta entonces de procedencia chilena estaba centrada en el oficio de la vid.
Vinos argentinos con identidad propia

Obedientes al edicto real que impedía elaborar vino en América, este era traído desde España. La primera vez que se menciona el tipo de vino que se consumía en el Nuevo Mundo es a través de un preciso documento guardado en el Archivo General de Simancas, España.
Este documento no tiene relación directa con el vino, sino con los cargos y acusaciones que enfrenta Colón por maltrato y avaricia durante su expedición y permanencia en América, expone “a un clérigo gallego le fue tomada una pipa (recipiente de 240 litros) o dos de vino de Ribadavia, e que estando enfermo pidió una arroba o dos de vino porque la raçón que le davan hera poco para su dolencia, e no ge lo quisieron dar, e lo vio morir e demandar el dicho vino”.
Propiamente vino del pueblo de Ribadavia era lo que llegaba desde Galicia para América, costoso por su potenciada calidad nada comparable con el vino que también arribo de Benicarló pueblo de Valencia, un tinto denso, espeso con mucho cuerpo, de color azulado, elaborado con mosto cocido. Añejado podía tener entre 15°a16° de alcohol lo que hacía necesario diluirlo con agua para beberlo. Con el tiempo su nombre pasó de ser vino de Benicarló a vino de Carlón o Carlín o Carlete muy conocido en tiempos coloniales en Argentina.
Nacida como una actividad clandestina, la vitivinicultura pasó a ser el sustento de una economía. En 1852 Argentina comienza a fomentar su industria, invierte en tecnología y conocimiento. Se contrata al Ingeniero Agrónomo Michel Aimé Pouget para desarrollar cultivos de uvas en la provincia de Mendoza. El francés introdujo al país una serie de variedades europeas hasta entonces inexistentes en Argentina, como el Cabernet Sauvignon, el Pinot Noir, el Malbec, cepa que se convertiría en estandarte del país.
En estos últimos años la viticultura argentina se vio fortalecida por tres razones: enólogos graduados en Europa que introdujeron nuevas formas de elaborar el vino. Viticultores experimentados aportaron modalidades eficientes para cultivar la viña. Artesanos europeos, especialmente toneleros mejoraron el sistema de conservación, crianza y transportación del vino. Todo esto impulsó una auténtica revolución en la forma de cultivar la viña y elaborar el vino.
El viaje de la Vid en la Patagonia

Distribuida en los cuatro puntos cardinales la vid asombra con su ductilidad, espalderos o parrales conducen sus sarmientos corriendo los viñedos a latitudes impensables. De las tres regiones vinícolas en Argentina, la zona Sur es la más reciente integrada en principio solo por dos provincias, Neuquén y Rio Negro.
Investigación, estudio, trabajo y esfuerzo lograron que desde la década del 80 los viñedos se extendieron a la Patagonia Austral, tanto así que desde el 2017 se declaró a Chubut como provincia vitícola incorporándose a la región Sur.
Zonas frías reportan un nuevo lugar para vinos de carácter con excelente acidez natural, PH, madurez, color y aromaticidad. Privilegiados viñedos por la amplitud térmica y generosa exposición solar despiertan los más elegantes descriptores organolépticos. Varietales como Gewurztraminer rica, perfumada, deliciosa como fruta fresca, junto al Merlot, Pinot Noir y Chardonnay, son las que mejores se desarrollan alcanzando vinos excepcionales.
Quien tiene un viñedo y la población que rodea a este viñedo, experimentar la vendimia es el clímax que corona al esfuerzo y esto lo vive Trevelin, pequeño pueblo cordillerano en Chubut donde se encuentra Viñas de Nant y Fall. Por su ubicación geográfica es una de las viñas más australes de Argentina, Sergio Rodríguez vinculado al establecimiento nos cuenta la historia. Atraídos por el encanto del lugar y el respeto comunitario que sobresale en el pueblo, decidieron mudarse de las costas de Mar del Plata a Trevelin para dar inicio al proyecto familiar de viñedos y hospedaje.
En el 2009 compraron un campo que bautizaron con el nombre del arroyo que lo atraviesa Nant y Fall. Durante las tareas de reacondicionamiento Sergio trataba de visualizar alguna actividad que surgiera en el campo. Por influencia de sus orígenes, recordó a sus abuelos italianos que tenían viñedos en el sur de Italia. Esto motivó su decisión, emprender un establecimiento de agroturismo dedicado al cultivo de la vid. Cepas de climas fríos y ciclos cortos son las elegidas para crecer en sus parcelas como Pinot Noir, Riesling, Sauvignon Blanc y Gewürztraminer. El perfil de los vinos es totalmente nuevo y diferente a lo que hasta aquí se conocía ya que son vinos producidos en un nuevo terroir.
No pasan desapercibidos, afrutados y florales se hacen notar por su intensidad aromática, sabor y color. Definidos como vinos tranquilos, con una acidez natural muy balanceada se dejan disfrutar por sedosos, equilibrados en su carga tánica y su baja graduación alcohólica de 11°o 12°. Bien elegidos como aperitivos acompañan en cualquier momento del día sin necesidad de un alimento. Todos los vinos son de alta gama por estilo y calidad. Su alma máter es el Pinot Noir elaborado como tinto joven, rosado, espumante, blanco de Pinot Noir y reserva con paso por barrica de Roble francés. Presentados con una producción limitada son buscados y apreciados en el mercado del vino.
Plantas jóvenes, de temprana edad han producido vinos que ya recibieron reconocimiento internacional, Andrés Rosberg titular de la Asociación Internacional de Sommelier le concedió la primera medalla de oro. Siete etiquetas plasman el inicio de este gratificante trabajo.
Como establecimiento de Agroturismo además ofrecen un lugar de descanso para viajeros de ruta en especial los de Motorhome, brindan todos los servicios de un hotel a cielo abierto, donde los paseos por la viña, degustaciones, comidas patagónicas y calidez familiar es lo que persuade a quedarse en Viñas de Nant y Fall.
Descorchar una botella de vino entrega cultura, historia y placer, será por esto que Hemingway escribió “el vino es la mejor expresión de civilización humana”.