Uno de los principales encantos de nuestros viajes es la gastronomía, y uno de los mejores lugares para disfrutarla es Francia. Precisamente la gastronomía francesa fue calificada como Patrimonio Mundial de la UNESCO el 16 de noviembre de 2010. Desde entonces se va a dedicar el primer día del otoño a celebrar la Fiesta de la Gastronomía, con muchas actividades como menús especiales, talleres de cocina, etc. por toda Francia. Este año se ha celebrado la primera edición el viernes, 23 de septiembre. Celebrando el arte culinario, así da gusto empezar el otoño.
En Francia, hace más de 200 años, la Ilustración trató de dar luz al conocimiento, a la sociedad y a la política, y por extensión se quiso iluminar la capital. Haussmann fue el arquitecto y urbanista que diseñó el nuevo París de la segunda mitad del siglo XIX. Lo hizo con la intención de crear la ciudad más bonita, la más elegante y, en opinión de la gran mayoría, lo consiguió. Los monumentos de la Ciudad de la Luz son encantadores y espectaculares, pero los pequeños rincones son muy atractivos también. Sin embargo, en una primera visita es mejor disfrutar de sus grandes maravillas, como la Torre Eiffel, la Catedral de Notre Dame, el Museo del Louvre o el Palacio Nacional de los Inválidos. En París es fácil encontrar decenas de este tipo de grandes obras, algunas de las cuales son puentes, templos o simplemente construcciones con función decorativa. Además, se lucen requetebién porque muchas avenidas confluyen en algún hito arquitectónico, como el Arco del Triunfo o la Ópera Garnier y, mientras uno circula o camina por esas calles, puede mirarlos.
París es una ciudad preciosa por su grandeza y también por los pequeños detalles, algo más desconocidos. En el Barrio Latino, el lugar en que estuvo la ciudad romana de Lutecia y posteriormente las murallas de París, cerca del Panteón, que es uno de esos grandes edificios, hay una iglesia gótica muy bonita, Saint Etienne du Mont. Este templo tiene una gran belleza arquitectónica interior y una luz muy peculiar. A pesar de estar dedicada al patrón de París, no es muy conocida por el foráneo. Al lado hay un establecimiento que se llama «De Vinis Illustribus», dedicado a los vinos. Tiene una bodega de piedra que data de 1636 y es uno de las construcciones más antiguas de París. Un lugar único para tomar unos platos con buenos vinos o simplemente comprar buenos caldos, siempre con el sabio consejo de su fundador, Lionel Michelin.
Entre los grandes edificios de París también encontramos buena gastronomía. El Grand Palais tiene una fachada adornada con una gran columnata que le hace diferente, y precisamente entre esas columnas está la terraza del Restaurante Minipalais. Aquí el lujo está servido, los platos son originales y los vinos, buenos. Se podría pensar que los precios son muy altos: pues no, son accesibles para el bolsillo de un español medio. Pero, sobre todo, el lugar es uno de los mejores para estar sentado en una mesa dándole gusto al paladar. Nunca se olvidará, por muchos sitios especiales que se conozcan: comer disfrutando de la vista del Petit Palais entre las inmensas columnas es un gran recuerdo.
Para completar este día inolvidable hay que dar un paseo y hacer una visita. Un paseo que resulta muy original es el que se hace a bordo de un Citröen 2CV. Es un automóvil muy práctico, ya que se ve perfectamente todo porque es descapotable, resultado ideal para ver la ciudad. Aquel automóvil, que fue apodado en Francia «Paraguas con 4 ruedas», es el modo más divertido de visitar París. Después de rodar por el pavés y fotografiar y mirar y ser mirado (no siempre se ve un 2 CV), podemos bajarnos del «Dos caballos» junto a la Sainte-Chapelle, en la Île de la Cité, y visitarla. Es una capilla del siglo XIII dedicada a la virgen. Y aunque no es de los edificios más famosos de la ciudad, es posiblemente el más encantador. Su grandeza está en sus inmensas vidrieras. Parece mentira que hace ocho siglos se hiciesen muros casi exclusivamente de vidrio; hoy, a pesar de los avances tecnológicos que tenemos, serían muy difíciles de construir y, sobre todo, más difícil aún que durasen 800 años.
Divisar la ciudad desde las alturas de la Torre Eiffel es un placer, aunque pueda parecer más la visión de una maqueta que la de la propia ciudad. Desde una altura de unos 300 metros las personas parecen pequeñas hormigas. Es una imagen que casi todos los visitantes de París han disfrutado, porque es el monumento más visitado del mundo. Sin embargo, cuando se construyó allá por 1889 se hizo con la intención de ser el símbolo de la Exposición Universal de París únicamente, después sería demolida. Curiosamente, fue respetada, y hoy es el símbolo de París al que millones de personas han subido alguna vez.
Sin embargo, otra vista menos conocida y muy atractiva es la que aprecia desde lo alto del Arco del Triunfo. Cada una de las doce avenidas que parten de la Estrella (se llama así a la plaza en la que está el monumento que conmemora las batallas de Napoleón) tiene un encanto y unas imágenes diferentes. Se ve perfectamente La Defensa, el distrito de negocios con el «tercer arco», o el Bosque de Bolonia; también el gran parque urbano y, por supuesto, la gran obra de Gustave Eiffel. Pero de todas estas imágenes sobresale la de los Campos Elíseos, la gran avenida arbolada repleta de tiendas y edificios elegantes; al final está el gran obelisco de Luxor, tras el que están las Tullerías, el Arco del Carrusel y el Museo del Louvre. Muy cerca del museo está la Torre de St. Jacques, en el medio de un parque. En las inmediaciones hay otra mesa parisina inolvidable. Haciendo esquina hay un bistro que data de 1912, un restaurante tradicional con encanto y buena comida típica francesa. El Bistro Benoit, llevado por Alain Ducasse, un excelente chef, es el lugar ideal para cenar y después pasear por las calles o junto al Sena, viendo la iluminación nocturna y sintiendo el esplendor enigmático de los monumentos.
La calidad que Francia nos pone en sus mesas queda patente en la clase de los productos de sus tiendas. Hay que visitar los pequeños comercios, que podemos encontrar en el Barrio Latino con la atención personalizada y la posiblidad de conocer todo sobre el producto que vamos a comprar, o el gran comercio que es Galerias Lafayette, con la posibilidad de encontrar los mejores productos del mundo en su sección destinada al gourmet. Pero otra visita muy especial es la que se hace al Mercado Internacional de Rungis, que nosotros llamaríamos «Mercaparís«. Es el más grande y con más variedad, más calidad y cantidad de alimentos frescos del mundo. Más de 6 kilómetros cuadrados dedicados a la comida diaria de la gran capital. Hay que madrugar mucho, pues su principal actividad se produce entre las 4:30 y las 7:30h, pero su visita será una de las más originales e inolvidables del viaje.
En la Pastelería y Chocolatería de Gérard Mulot se ven los mejores pasteles, chocolates y macarons. Sí, macarons. Aunque parezca raro, los macarons son una pasta de almendra, huevo y azúcar que, bien elaborada, se convierte en un dulce exquisito que tiene hasta 19 sabores y colores diferentes. Algunos escaparates de las tiendas de comida son auténticos muestrarios de arte. Éste es el caso de esta chocolatería, que ofrece visitas para ver cómo se hacen los dulces y tartas.
Una vez a finales del siglo XVI, Enrique de Borbón fue coronado rey y, para ello, tuvo que convertirse al catolicismo. De su boca salió la famosa frase: «París bien vale una misa«. Hoy en día podríamos decir que bien vale una mesa porque, simplemente por esa razón, haríamos un viaje inolvidable al país del buen gourmet.