Caprichos croatas: belleza natural, elegancia y buena mesa

La costa dálmata de Croacia es un territorio que sorprende por la elegancia de sus pueblos, la seguridad en las calles y la belleza de una naturaleza que cuenta con verdaderas maravillas. Además, es un destino que ofrece una gastronomía sensacional, con buenos productos propios.

Joaquín del Palacio24/08/2017

Dubrovnik desde la ventanillaDubrovnik desde la ventanilla

Las primeras imágenes que se vislumbran de Dubrovnik al llegar son las que se contemplan desde la ventanilla del avión: el color azul intenso del mar Adriático y la multitud de islas e islotes (Croacia cuenta con 1244 y solamente 60 de ellas habitadas), penínsulas, desembocaduras y algunas playas. Esta costa, que muestra un aspecto natural, está casi totalmente cubierta por matorral y algunos bosquetes muy verdes, que no parecen mediterráneos, alternados con las manchas blancas de un relieve notable de roca caliza. Un territorio que podría ser perfectamente el sueño de un geógrafo, el diseño de su territorio ideal. Es una imagen singular y muy atractiva, singular por su silueta y atractiva por sus intensos colores: verde, azul y blanco. Un paisaje que se asemeja a la flor nacional croata: el iris, por la multitud de colores y formas que tiene… Entre toda esa naturaleza bien conservada emerge Dubrovnik, una población amurallada con tejados rojos y fachadas de color beige construidas con roca caliza como sus calles, pulidas y brillantes como un juego de espejos; una ciudad impregnada de historia, con edificación homogénea y un encanto indiscutible a cualquier hora del día y de la noche.

La ciudad de cristal

Ventana en trebol de cuatro hojasVentana en trebol de cuatro hojas

El recinto amurallado que está completo, perfectamente conservado y bien restaurado tras la guerra, consta de dos puertas principales: al este y al oeste; y de varios portillos y accesos que dan a las rocas o al puerto. El paseo de ronda se puede recorrer en todo su trazado sobre la muralla para disfrutar de las vistas sobre la ciudad (en alguna zona la altura alcanza 25 m). Una atalaya desde la que se ve un panorama inmejorable: la calle Stradun, la fuente de Onofrio, el palacio Sponza y el del Rector, los monasterios, las iglesias, etc. Al bajar e introducirse en esa maraña del interior de la urbe se aprecian miles de detalles decorativos por sus callejuelas y en las paredes de sus edificios, que desde la muralla pasan inadvertidos. Pequeñas fuentes desconocidas, como la de una mujer desnuda en una obscena postura, una mano que sujeta un pasamanos, algunas ventanitas en forma de trébol de cuatro hojas o caras labradas en fachadas pueden ser motivo de muchas instantáneas que nos permitirán tener un álbum pleno de anécdotas visuales. Esta constante aparición de pequeños detalles hacen grande y encantadora a esta ciudad.

AtardecerAtardecer

Dubrovnik ha sido siempre un referente en la costa adriática por muchas razones: situación, historia, comercio… Hoy lo es por su belleza y su encanto. Al amanecer es un placer caminar por sus calles desiertas viendo cómo el sol naciente se cuela por las rendijas urbanas mientras se despereza la ciudad. Pasar el día recorriendo todos los rincones y al atardecer… El crepúsculo solar también es un espectáculo singular, pero es aún mejor divisarlo desde arriba. Hay que tomar el teleférico, llegar hasta la fortaleza que defendió la ciudad hace 25 años y dejarse seducir por las vistas. Desde arriba parece una maqueta. El sol se esconde mientras sus rayos perfilan las islas del oeste y los juegos de brillos dan mil aspectos diferentes a Dubrovnik hasta que llega la noche y la electricidad le da su luz… Y ella sigue brillando porque sus calles están tan pulidas que parecen ser de cristal e irradian esplendor como una piedra preciosa. ¡Brilla incluso de noche!

Molinos, laureles y peka

CilipiCilipi

La costa dálmata de Croacia es una estrecha franja que, en muchos casos, no llega a 10 km de anchura, pero lo que contiene es sensacional. En la zona de Konavle, a unos 20 km hacia el sureste, en la costa, está Cavtat, un pequeño pueblo con encanto, ubicado en el itsmo de una península con un promontorio que sirve de mirador. Geográficamente es un sitio excepcional y, además, un lugar tranquilo con un pequeño puerto y un paseo marítimo para darse un garbeo entre terrazas, restaurantes y bares. Aquí se disfruta y se desconecta del mundanal ruido. Es el típico destino que hubiéramos soñado: tranquilo, acogedor y pleno de rincones con encanto.

Algún kilómetro más allá y cerca del aeropuerto está Cilipi, un pequeño pueblo que parece haberse quedado en el pasado. Las tradiciones siguen vivas en este refugio de costumbres. Continúan bordando como antaño, con telares tradicionales y otras piezas (más de 500) que se pueden ver en el museo Etnográfico, que está en la plaza en la que todo ocurre. En este zoco de sensaciones románticas los domingos por la mañana tocan su música folclórica con instrumentos típicos y, al son, danzan con trajes tradicionales.

Trabajando en un telarTrabajando en un telar

Continuando hacia el sureste, pero siempre cerca, está Ljuta, un lugar privilegiado. Conserva una joya natural del pasado, un bosque relicto. Gracias a un ambiente especial, sin temperaturas extremas, con alta humedad constante y sin ese sol que todo lo abrasa, existe un antiguo y enigmático bosque de laurisilva, húmedo y subtropical, casi imposible de encontrar en la Europa continental. Es una ventana al Terciario y, a la vez, un entorno de cuento de hadas. Un prodigioso microclima mantiene esta reliquia botánica y el caudaloso río Ljuta lo alimenta mientras este bosque prospera. Es un lugar mágico en el que hay ocho molinos, dos almazaras y otro par de batanes que tienen unos cuatro siglos, pero lo increíble sigue siendo esa abundancia de agua y esos laureles que apenas dejan pasar la luz, generando un sotobosque selvático de otras latitudes.

Cocinando pekaCocinando peka

En esa atmósfera, mientras chispea, llegan aromas de carnes en brasas procedentes del restaurante Konavoski Dvori. Están cocinando una peka que aromatiza los alrededores. La peka es una especie de asado, cocido y horneado de carne de varios tipos: ternera, cordero o cerdo. Las piezas se introducen en un recipiente con una tapa en forma de campana y se cubre con brasas. Logran un suculento plato de carne tierna y sabrosa que, maridada con un buen vino croata, resulta un manjar sensacional para tomar en este bosque. Es una experiencia única e inolvidable.

Ostras, sal, vino y… más murallas

Murallas de StonMurallas de Ston

Partiendo de Dubrovnik hacia el noroeste la carretera se ciñe a la sinuosa costa, serpenteando entre paisajes que cambian a cada momento. En las afueras de la ciudad sorprende un impresionante puente que cruza la rijeka (ría) Dubrovacka. Ahí mismo se encuentra, otro capricho croata: el río Ombla, el más corto del mundo, que con solamente 30 metros lleva un gran caudal. Y luego la serpiente de asfalto continúa sinuosa, alternando paisajes de mar con islas y penínsulas, de ríos y playas… Un recorrido panorámico que agotará la tarjeta de memoria. Así hasta llegar al paraíso de la ostra: Ston, un nombre clave por varias razones.

Este territorio ha estado ocupado desde hace milenios para extraer sal marina. Y continúan extrayéndola como en los viejos tiempos, en 52 eras más una comunal que sirve de sustento para los más pobres de Ston. La sal era dinero molido, ya que servía para conservar alimentos, así que quien tenía sal era rico. En aquel entonces construyeron una muralla medieval de piedra, que mide casi 6 km, para proteger la industria de la sal y la cría de los mejillones y las ostrasque proporcionaban la riqueza a esta región. Es lógico que preservaran estas ostras porque están muy ricas. Esto se puede comprobar con facilidad pues en el pueblo hay muchos restaurantes, como Bakus, donde sirven este capricho a buen precio.

Ostras de StonOstras de Ston

La muralla, las salinas y Ston están en el istmo de la península de Peljesac, que está poco poblada y tapizada por un paisaje natural, alternando con viñedos de la variedad Plavac Mali. Se extienden por laderas teniendo una presencia sensacional. Las uvas de esta variedad presentan unos sabores y aromas muy interesantes. Además, hay que tener en cuenta los aportes positivos del sustrato calcáreo y la concentración que le da la escasez de agua a la que están sometidas estas cepas.

Son viñedos en situación extrema que la bodega Milos sabe vinificar y sacarles el máximo partido elaborando uno de los mejores tintos de la orilla del Mediterráneo. Concretamente el Stagnum del 2006, hay que buscarlo para brindar con un lujo asequible; un vino con carácter, único y elegante, en definitiva redondo, que resume en boca el sabor de este paisaje.

No te puedes perder:

Viñedos de PeljesacViñedos de Peljesac
  • Buscar los brillos de Dubrovnik al amanecer y subir en el teléferico para ver el atardecer en el mar Adriático desde arriba.
  • Embarcarse hasta la isla de Lokrum, en ella no se puede pernoctar, ni fumar, ni llevar perros para conservar el medio.
  • Visitar la bodega Milos y probar el Stagnum, vino tinto de uva Plavac Mali. Es un vino para brindar y disfrutar.
  • Cenar en un restaurante de Dubrovnik como Azur y Marco Polo. Deambular por las calles tras la cena, buscando los brillos de la ciudad incluso por la noche.

Consejos prácticos:

  • Norwegian tiene vuelos directos desde España
  • Alquilar un automóvil es una buena opción, pues es muy práctico y es un país muy seguro
  • Hacer reserva previa en los restaurantes de la ciudad
  • Subir a la fortaleza, al menos una hora antes del ocaso. También hay restaurante, pero atención al horario del teleférico.