En un curioso hotel con encanto se encuentra este restaurante dirigido por su chef y gerente Javier Acillosa, un auténtico «señor» de su castillo, que ha hecho de la gastronomía y el servicio un arte.
El del Hotel Castillo El Collado es uno de esos restaurantes que te sorprenden de principio a fin, y que hace que el viaje sea inolvidable. Si la comarca de Rioja Alavesa es en si misma un destino recomendado, sólo la experiencia de cenar aquí bien justifica el viaje. Como cita la web del restaurante: «Comer, ver y soñar. Admirar. Recorrer con la mirada platos y paisajes. Posarla sobre manteles y ventanas. Alimentarse del manjar de la luz, del Sabor de otro tiempo«.
Nombre: Restaurante Hotel Castillo El Collado
Dirección: Plaza nueva nº 1 – 01300 Laguardia (Álava)
Teléfono: 945 62 1200
Página Web: www.hotelcollado.com
Tipo de cocina: Cocina tradicional de mercado, con pinceladas vasco-riojanas.
Entorno: Tres salones decorados con antiguas cerámicas de estilo árabe y artesanados en el techo.
Servicio: Muy ágil y atento, el propio chef sale con frecuencia a la sala.
Accesibilidad: Es un castillo y hay bastantes escaleras para acceder al mismo.
Ambiente: Turistas, tanto españoles como extranjeros, especialmente parejas.
Aparcacoches: No, pero hay un aparacamiento público cerca.
Precio: Aproximadamente 35 – 40 euros, según menú.
Fecha visita: Cena, Septiembre 2010
Cocina:
Nos dejamos guiar por el chef que nos propone varios platos del menú degustación (40,50 euros) que cuenta con dieciséis platos más un surtido de postres. Como es demasiado, probamos únicamente algunos: en primer lugar Mi-Cuit de la casa con tostas (18 euros) de buen sabor y textura impresionante; después las Croquetitas de los duendes del castillo (9,50 euros), de bechamel muy suave y rebozado ligero y crujiente, muy sutiles, deliciosas. Tomamos después Esparrago blanco templado con vinagre de módena (12 euros), que resulta muy sabroso, brevemente leñoso en su extremo. A continuación llega lo que para mi es «casi» el mejor plato de la carta, Pencas de acelga rellenas a la crema (12,50 euros): la crema es muy elegante, recuerda a la cocina francesa, y las pencas van rellenas de jamón y queso y rebozadas y fritas, después se sumerge en leche una noche, y se sirven con bechamel suave. La penca en su justo punto de cocción, una gran receta. El chef sugiere seguidamente en que probemos los Pimientos del piquillo guisados en su jugo, que también esta muy buenos, con un gran sabor, y la salsa con la densidad adecuada; el punto de coción también exacto.
De segundo, ya con el estómago bien lleno probamos el Bacalao en salsa de tomate y pimientos riojanos (18 euros), en el que la salsa resulta deliciosa, aunque el bacalao algo ínsipido. Con todo, el plato es una delicia. Tomamos también media ración de Rabo estofado de Buey en salsa de vino tinto (18 euros): la coción del rabo en su punto tanto de textura, sin embargo resultaba algo plano de sabor y levemente graso.
De postre tomamos unos Hojaldres con crema Chantilly con canela y naranja( 5,50 euros): el hojaldre bastante abierto y ligero, en cuanto al Chantilly por mí no existiría, encuentro que la nata es más adecuada para este tipo de postres.
Acompañamos el menú con un único vino: Palaciego Solar de Ayala Crianza 2007 y el agua Insalus. Ambos muy acertados para disfrutar de los platos, sin olvidar comentar que dada la estupenda ubicación del restaurante éste dispone de una gran carta de vinos a excelentes precios.
Observaciones:
El menú degustación también se puede tomar por platos en la carta. Aconsejamos ir un rato antes del almuerzo o la cena y tomar algo en el bar de la entrada con su maravillosa vidriera o, si hace buen tiempo, en la terraza, con unas magnificas vistas a los viñedos y parte de Laguardia. Tienen además de menú degustación, menú del día a 25 euros.
Calificación:
Es uno de los mejores restaurantes de la zona, los platos que te sirven saben a horas de cocción lenta, a búsqueda de los productos más acertados, a recetas mejoradas a lo largo de las décadas. En el Hotel Castillo El Collado tomas deliciosos bocados rodeados de Historia, de una atmosféra como de otro tiempo, ese tiempo en el que todavía era importante el cliente, donde se le cuidaba hasta el más mínimo detalle, sin necesidad de estrellas y precios desorbitados.