
Lo que se vende como Chía es la semilla de una planta típica de Centroamérica, emparentada con algunas especies tan conocidas como el romero o el orégano. Un 28% de esta semilla son grasas cardiosaludables, sobre todo insaturadas, y su contenido en ácidos grasos esenciales omega 3 y 6 es bastante notable. De hecho una ración de chía, que son unos 10 gramos, aproximadamente 2 cucharaditas de café, sirve para cubrir las necesidades diarias de omega 3 de un adulto.
Su contenido en fibra es altísimo, por lo que es conveniente consumirla con moderación. Un 33% de chía es fibra soluble, lo que significa que cuando se toma con líquidos o agua es capaz de aumentar mucho de volumen. Gracias a esa cualidad tiene un interesante efecto saciante, lo que nos ayuda a tener menos apetito y resulta conveniente en las dietas hipocalóricas. Sin embargo, consumir fibra en exceso es contraproducente: se reduce la absorción de nutrientes y favorece la aparición de diarrea, irritación en el colón, distensión abdominal y gases.
Otros nutrientes de esta semilla no son tan relevantes. A veces nos dicen que 100 gramos de chía tienen tantas proteínas como un plato de legumbres, lo cuál es engañoso porque ¿quién se toma 100 gramos de chía? Sería demasiada cantidad de semillas y, por otra parte, nada aconsejable.
No sustituye al pescado azul, las verduras o la fruta, pero sí las complementa, al tener ácidos grasos omega 3 y fibra. Además, se puede tomar con pan, batidos, ensaladas, postres… y si se pone en líquido se formara una especie de gelatina.