La Sierra de la Estrella es uno de los parajes maravillosos que tiene la tierra lusitana, en la que destacan los bosques, los ríos y un valle de origen glaciar alucinante: el valle del Zézere. La parte más elevada de esta sierra culmina en el Pico Torre, a 1998 metros sobre el nivel del mar. El río Mondego se alimenta de aguas y nieves caídas en esta zona y traslada el líquido hasta Figueira da Foz, en el océano Atlántico. Pero antes de encontrarse con la sal atlántica, el río Mondego abraza la ciudad de Coimbra. La rodea, la acaricia y danza junto a ella al sol o bajo la lluvia, por la noche y al amanecer… El río le ofrece su líquido; mientras tanto, un fado acompaña los pasos que el tiempo marca sobre las piedras de la ciudad. El encuentro del Mondego y Coimbra es una de esas uniones especiales en las que cada uno aporta lo que el otro necesita para hacer un tándem mágico. A veces este río, conocido por fenicios y romanos, se desparramaba inundando las partes más bajas de la ciudad y sus alrededores.
En 1677, después de sucesivas inundaciones, el Monasterio de Santa Clara la Vieja, que había sido fundado en 1283, sucumbió definitivamente y fue abandonado. Quedó sumido durante siglos bajo las aguas del río. Aquellas aguas vinientes de las nieves del techo lusitano pausaron la Historia, enclaustrando en el agua la vida monacal por los siglos de los siglos… Hace unos años ha sido liberado de su cárcel líquida y se puede visitar, regresar a su pasado y disfrutar con todo lo que quedó hace más de trescientos años sumergido bajo el Mondego.
El mediodía es el momento de repostar, porque en Portugal se come más pronto que en España. Buscando junto al Mondego y también en la margen izquierda encontramos la Quinta das Lágrimas, el sitio indicado para dar placer al gusto. No desentona con el encanto que nos acompaña en Coimbra.
Sus jardines legendarios, sus primorosas estancias y una biblioteca que nos anuncia otra que luego nos cautivará nos ofrecen relax, mesa y paz.
Los platos se presentan como obras de arte que da pena romper para degustarlos, pero una vez hecho aún se disfrutan más.
La capacidad de esta ciudad para sorprendernos con sus secretos es infinita. Hace dos milenios los romanos estuvieron también junto al Mondego, se sentían atraídos por este mismo lugar y ocuparon la parte alta de la ciudad, en la que hoy está la universidad. En el subsuelo de esta zona permanece intacta otra joya oculta: el criptopórtico romano de la ciudad de Aeminium. El criptopórtico era el soporte del foro romano, una construcción espectacular, muy recia y perfectamente conservada, que ha permanecido muchos siglos escondida. Hoy este monumento romano forma parte del Museo Nacional de Machado de Castro. Aquí no fueron las aguas sino las piedras, las posteriores construcciones y la frágil mente humana, las que sumieron en el olvido una obra, de tal magnitud, que cuando se ve no se entiende que haya podido pasar desapercibida. Un tesoro oculto conimbricense que nos cautivará, sin duda, porque entrar en el criptopórtico es impresionante. De repente el pasado nos aborda y nos secuestra… ¡Hasta el aire que respiras parece romano!
Al volver del pasado la mente choca con la realidad, parece mentira que ascendiendo unos escalones dos milenios queden atrás. En la superficie la universidad ocupa el lugar. En la Universidad de Coimbra su biblioteca es otro de sus tesoros, o tal vez el tesoro por excelencia. Aquí el Barroco es el arte que expresa con elegancia el valor que los libros tienen para el conocimiento universal. Es un rincón iluminado por seis grandes ventanas que orientadas al sur dejan entrar la luz que transforma el espacio interior… Los colores, los aromas, el silencio, la luz… Es imposible pedir más, el espacio que engloba la Biblioteca Joanina es indescriptible y, sin duda alguna, es el mejor monumento que la palabra, la letra y el pensamiento humano pueden imaginar. Es perfecta para conservar escritos. Aquí los libros esperan ser leídos y las letras flotan en el ambiente esperando entrar por tus ojos. Es posible que no exista mejor sitio para leer.
Algunas ciudades tienen la capacidad de hacerte sentir nostalgia cuando las dejas sin conocerlas aún. El presentimiento que se tiene al abandonar Coimbra es que se quedan muchos rincones por conocer, muchos de los encantos aquí están ocultos, como hemos visto, y además muchos detalles son muy sutiles y solamente se captan con la observación. Es una ciudad que engancha más cada vez que se visita de nuevo porque al igual que una gran amistad o un gran amor cada vez que conversas y te comunicas le descubres un poco más y se aprietan los lazos de unión.
Después de que el sol se va, aparece otra Coimbra y otros rincones ocultos por descubrir. La noche es preciosa en esta ciudad. Hay muchos sitios con encanto y algunos son realmente sorprendentes. El restaurante A Capella está en lo que fue una antigua sinagoga y aquí encontramos gastronomía, un templo antiguo y la música. El combinado es impresionante: un edificio de siete siglos, los tradicionales petiscos, nuestras tapas, y los sonidos del fado. El fado de Coimbra es la mezcla de la música tradicional que los estudiantes, al venir a la universidad, traían de su lugar de origen, y el gusto que estos estudiantes tenían por las arias que, sobre todo en Italia, cantaban los tenores. La acústica de este templo es muy buena y hace que los fados trasmitan toda la emoción, los sentimientos y las tradiciones de Portugal.
Al salir camino por las calles de Coimbra por la noche, de madrugrada, muy tarde, para encontrarme con la soledad, para poder sentir los pasos que el tiempo marca sobre la piedra y escuchar los ecos que la historia ha dejado en las fachadas y en los balcones… En la distancia, una estudiantina portuguesa entona una canción… «Somos cantores de la tierra lusitana traemos canciones de los aires y del mar, vamos llenando los balcones y ventanas de melodías del antiguo Portugal…».
httpv://www.youtube.com/watch?v=f8sKGt7CpeE
El sonido de los cantores se desvanece, se diluye en la fina lluvia. En las calles brillan los recuerdos de la ciudad. Se acumulan demasiadas historias, innumerables rincones, multitud de sonidos e imágenes. Se acumula demasiada belleza en Coimbra. Stendhal también habría sucumbido aquí ante tanta beldad.
Galería fotográfica: