La playa es un destino ideal para todo tipo de turistas, y los que viajan en familia, en grupo o en pareja disfrutan mucho de las vacaciones playeras. En España es un recurso turístico muy apreciado e internacionalmente reconocido, ya que cuenta con 577 banderas azules en 2015. Muchas de ellas son grandes y conocidas, pero también existen otras más desconocidas y no por eso menos atractivas. La idea de que en la playa no se come bien es un mito que podemos desterrar, ya que si se conoce el destino playero, es fácil topar con buenos restaurantes de cocina local.
Mazarrón
El mar Mediterráneo es el destino más querido para pasar los veranos junto al mar, pues el clima, más seco y soleado, y la posibilidad de desplazarse desde la península en coche propio, hace que tengan más afluencia de público que otros destinos playeros. Mazarrón tiene, en sus 35 km. de costa, las típicas de arena fina y clara que tanto nos atraen, además de la cercanía de la población, sus restaurantes y chiringuitos playeros. Pero también tiene decenas de playas y calas naturales, muy atractivas y menos concurridas. La playa de Bolnuevo, por ejemplo, cuenta con una formación geológica única y muy fotogénica: las Gredas de Bolnuevo. En el casco antiguo de la localidad hay excelentes locales que ofrecen verduras a la parrilla, pescados y mariscos y el plato estrella de la cocina de la zona: el caldero. Un guiso de arroz caldoso con verduras y pescados, normalmente de roca, aunque en los últimos tiempos también se hace con bogavante, ya que esta más de moda.
Fuerteventura
Las playas largas y salvajes son otra opción del turismo playero en verano, ésas en las que se pierde la vista sin apenas ver más gente o construcciones son muy atractivas y son difíciles de encontrar en las costas europeas. Fuerteventura, en las islas Canarias, tiene muchas playas naturales y en algunas como la de Sotavento se practican deportes náuticos. Es un lugar exótico, pues sus imágenes nos recuerdan países muy distantes. En el puerto se encuentra la Cofradía donde, a precios moderados, se puede disfrutar de unos ricos pescados de la zona a la espalda. En La Pared, en el centro de la isla, hay varios restaurantes donde disfrutar de la Vieja y otros pescados, además de las exquisitas papas con mojo, que saben frente al Atlántico como en ningún sitio.
Un rincón lejano es la playa de Cofete, un lugar hasta el que llegó un siniestro personaje después de la Segunda Guerra Mundial, construyó un palacete y allí se aisló del mundo. Allí permanece aún solitario… Una playa en la que el viento mezcla los colores de las olas, la arena y el inmenso océano azul. Es una playa que no olvidarás…
Huelva
Huelva tiene fama por tener muchas y kilométricas playas. La playa salvaje más larga y protegida de España también está en Huelva: es la que forma toda la costa del Parque Nacional de Doñana. Una provincia cuya costa se extiende entre las grandes desembocaduras del Guadalquivir y la del Guadiana tiene una muy singular en otra desembocadura, El Rompido.
Este encantador pueblo de pescadores tiene una playa fluvial, en el río Piedras, y otra de mar en una barra de arenas formada por el movimiento de las aguas marinas, el viento y el aporte del Piedras. Está en un paisaje precioso y protegido en parte por pertenecer al Paraje Natural Marismas del Piedras y Flecha de El Rompido, lugar perfecto para hacer rutas y observar aves. Para acceder a la playa marina se cruza en un barco y, tras caminar unos minutos cruzando la barra de arenas, se llega al Atlántico.
La cocina de verano es imprescindible en la zona: frituras, sopas frías donde reina el gazpacho, en algunas versiones no siempre bien conseguidas, y los pescados y mariscos. El más delicioso tiene nombre de mujer y apellido local: la gamba de Huelva, necesariamente poco hecha, tanto cocida como a la plancha.
Laredo
Laredo es un destino muy completo, pues tiene mucha historia, buena gastronomía, zonas naturales y cuatro playas preciosas y diferentes. Hay una fluvial, la de El Regatón, en la desembocadura del río Asón, en el Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel desde la que se divisan aves.
La Soledad es una playa que está en el lugar donde se intentó hacer un puerto, pero las tempestades lo prohibieron. Una playa pedregosa a la que se accede por el famoso Túnel de Laredo.
La playa de la Salvé es la más urbana y una playa muy cuidada. En ella se celebra el Desembarco de Carlos V, una fiesta por todo lo alto, a finales de septiembre, y que supone el final de la temporada playera. Continuando la misma línea costera se llega a la playa de El Puntal. Ésta es inmensa, con dunas y muy cambiante, por estar en el encuentro del río Asón y el Cantábrico. Desde aquí parten los barcos que cruzan a Santoña. En esta bella localidad se come de maravilla, tanto en los restaurantes tradicionales como en cualquier bar: los que estan junto al mercado tienen la mejor anchoa, que hacen rebozada, a la plancha, levemente marinada… una exquisitez. Las barras llenas de pinchos nos recuerdan al vecino País Vasco. Y al regreso, quesadillas y sobaos son imprescindibles para recordar, ya de vuelta en casa, esos maravillosos y gastronómicos días de vacaciones.
Ibiza
La más grande de las Pitiusas (Ibiza y Formentera) es conocida mundialmente por su encanto, su luz y sus playas. Muchos que llegaron a Ibiza se quedaron a vivir, pues es una tierra que atrapa. Y la verdad es que cumple con las expectativas. Tiene muchos rincones dignos de recordar y diferentes paisajes en su costa, y algunas playas son verdaderas maravillas de las que no querrías irte. Sa Caleta, por ejemplo, es una playita de pescadores en la que hay casetas de barcas. Está protegida de los vientos y el oleaje, al ser muy cerrada. No es muy conocida por los forasteros, pero es una buena opción porque se puede complementar con la visita del poblado de Sa Caleta: los fenicios ya sabían de las bondades del lugar, estuvieron allá por el siglo VII a.C.
La isla se ha vuelto gastronómica tal y como les mostramos en el reportaje «Comer bien en Ibiza una experiencia única«, la cocina slow food se ha impuesto con productos de mar y montaña cuidados y mimados hasta la saciedad, platos como la Caldereta son exquisitos, no obstante hay que huir de las zonas más comerciales y adentrarse en el interior, donde no es difícil comer bien en un entorno exquisito.