Las torrijas son uno de los platos más populares a lo largo y ancho de toda la geografía española. Desde la Edad Media, el gran aporte calórico de este manjar preparado a base de pan se utilizaba para dar energía a los enfermos; sobre todo, a las mujeres que acababan de dar a luz. Ahora bien, no se popularizó como uno de los ingredientes de la Semana Santa hasta el siglo XIX. Quizá por darle un toque de color a esas fechas de abstinencia.
Las torrijas, que forman parte de las recetas de aprovechamiento de las mesas más humildes, hoy se han convertido en uno de los postres más apreciados en restaurantes de alta cocina. Aunque si lo que queremos es conseguir el sabor más original y tradicional de este dulce, hay ciertos pasos en los que no podemos fallar al seguir la receta de las torrijas.
El pan, lo fundamental
El pan es la base y el ingrediente principal de una torrija. Tradicionalmente, se hacía con el pan que sobraba del día anterior, porque era denso y con buena miga. He aquí una de las claves: escoger el mejor pan. Lo que queremos es que el pan absorba bien la leche o el vino, por lo que el mejor pan es el de hogaza de pueblo, el de toda la vida. Además, lo mejor es cortarlo en rebanadas gorditas, que empape.

Debemos descartar panes muy fermentados como, por ejemplo, el pan de chapata; ya que no absorbe bien los líquidos y no tiene demasiada miga. Ni que decir tiene que cuanto mayor sea la calidad de la rebanada, mejor nos sabrán nuestras torrijas. Un pan bueno, consistente y sabroso, cortado en rebanadas anchas es una apuesta segura para conseguir las mejores torrijas.
Leche caliente para bañar las torrijas
Las torrijas generalmente se remojan con leche; aunque también puede hacerse con vino o con almíbar. Pero el consejo no cambia, empapemos las torrijas con lo que las empapemos, el líquido debe estar caliente para que se absorba mejor.
En el caso de la leche, lo ideal sería utilizar leche entera que da más sabor y consistencia a la rebanada de pan. Ponemos a hervir la leche, añadiéndole el toque que más nos guste, como por ejemplo azúcar y ralladura de naranja. Cuando llegue al punto de ebullición, la dejamos 5 o 6 minutos infusionando.

Después, con la leche todavía a una temperatura alta, vamos metiendo las rebanadas de pan. Es importante no introducir todos los trozos a la vez y vigilar que el pan no se deshaga. Una vez realizado este procedimiento, dejamos las torrijas reposar al menos 4 o 5 horas antes de freírlas. En este tiempo, veremos como el pan se va hinchando y absorbe toda la leche.
No hay que pasar el pan por harina
En ningún caso debemos enharinar el pan de la torrija, ya impregnada de leche, vino o almíbar. Si lo que queremos es que la torrija no se deshaga durante la fritura, podemos pasarla por huevo por los dos lados, siguiendo el modo tradicional.
Por cierto, al freír las torrijas en aceite es importante que no elijamos un aceite demasiado intenso o sabroso. Un aceite potente eclipsará los ingredientes que anteriormente hemos seleccionado. La fritura es rápida, tener las torrijas mucho tiempo en el fuego es un error y hay que estar mu atentos para que no se quemen.

Comer las torrijas calientes
Cuando más suaves, aromáticas y melosas están las torrijas es todavía calientes, recién hechas. Para terminarlas y servirlas, solo basta con espolvorear un poco de azúcar y canela por encima y a disfrutar. Si nos apetece jugar con los contrastes frío-calor, podemos poner una bola de helado acompañando la torrija. Pero, cuidado, los helados de fruta no le quedan muy bien.
A pesar de que están más ricas recién hechas, no podemos olvidar que ls torrijas son un alimento de un gran aporte calórico del que no conviene abusar. Si no nos comemos todas de una sentada, las podemos guardar hasta tres días, por su alto contenido en grasa. Cuando las queramos volver a comer, las pasamos por el horno para darles el toque de calor y a seguir disfrutando.