Los franceses siempre han sido especialistas en envolver bellamente cualquier producto, hasta el punto de convertirlo en irresistible. Con ese espíritu asistimos a la Embajada de Francia para descubrir las «Pepitas del Océano«, como las llaman de forma coloquial, una mezcla entre lapa y berberecho de carne gomosa a la que se le atribuye un sabor «Umami» que realmente no tiene, porque recordemos que este denominado quinto sabor debe contener el dulce, el salado y el ácido, y este marisco sólo tiene el salado.
Los cocineros Rodrigo de la Calle y Thierry Le Baut hicieron lo que pudieron, pero salvo el arroz del de Aranjuez y las pepitas fritas del francés, todo lo demás era incomible. La Crepidula fornicata, nombre de la especie, se agarrara a los cascos de los barcos, de donde toma los residuos marinos (los galos, con un eufemismo casi literario, dicen que es un recurso marino salvaje). La marca Britexa las comercializa en diferentes formatos.
Muy inferior a la finura del berberecho, al sabor de la almeja o a la textura y profundidad aromática de la ostra, en definitiva, un producto para olvidar.