En un local sencillo se encuentra Crucina que, además de ser un restaurante vegano, elabora los alimentos sin cocinarlos. Un espacio único y exclusivo, y no sólo en España. Los artífices de Crucina son el griego Yorgos Ioannidis y la española María de Vera, amigos desde hace tiempo y ahora socios, tras introducirse en el mundo de la comida no cocinada gracias a un encuentro fortuito con libros sobre el tema en una conocida libreria online.
Nombre: Crucina
Dirección: Divino Pastor, 30 – Madrid
Teléfono: 914 453 364
Página Web: www.crucina.com
Tipo de cocina: Comida vegana, elaborada pero no cocinada
Entorno: Salón sencillo, pero muy armonioso
Servicio: El propio cocinero sirve las mesas y explica los platos
Accesibilidad: Buena
Ambiente: Aficionados a la cocina vegetal y saludable, y extranjeros
Aparcacoches: No
Precio: 20-30 euros
Fecha visita: Lunes, 17 de junio 2013, almuerzo
Cocina:
Estamos acostumbrados a pensar que la cocina vegetal no llena, y nos sorprende ver cómo los platos que nos ofrece son bastante contundentes. Comenzamos por un zumo, que el restaurante prepara en el momento de forma exquisita con frutas de temporada. Nos ofrecen una Limonada (5,75 euros), lleva limón y manzana con su piel: increíble; sabor y frescor sin gota de acidez.
Seguimos con la Tabla de quesos vegetales: de macadamia, leche de almendras y anacardos con pimientos, que además llevan frutos secos y diferentes panes sin harina que se elaboran en el restaurante, y que tienen mucho sabor como el de lino dorado y pan de ajo; tienen menor sabor lácteo, pero una cremosidad excelente y original.
Seguimos con unos Spaguetti vegetales al pesto con piñones y albahaca (11,50 euros), resulta que los spaguetti en realidad son tiras de calabacín perfectas, servidas al dente y aderezadas con una vinagreta aromática. Parece una ensalada, pero a la vez una pasta más que fresca.
Continuamos con una Hamburguesa de nueces y champiñones Portobello en pan de alforjón germinado acompañado de pepinillos en vinagre a la sidra de eneldo, gotas de kepchup artesanal con mayonesa sin huevo y cebolla (14 euros), todo el sabor de una hamburguesa sin carne, frescor pero mucho sabor.
También probamos la Mousaka (14,95 euros), un clásico griego cuya versión vegetal no nos defrauda: lleva bechamel pero sin harina y la «karne» son frutos secos con aguacate. Tiene una textura cremosa que se complementa muy bien con los frutos secos,
Terminamos con un Falso tiramisú, en lo que denomina el cocinero «postres sin culpa». El tiramisú no lleva queso, pero resulta cremoso, no lleva bizcocho borracho, que se sustituyen por frutos secos dando una textura similar, ni siquiera lleva café. Obviamente parece un tiramisú pero no lo es, aunque tampoco le hace falta: está riquísimo.
Observaciones:
Conviene reservar, al menos los fines de semana.
Calificación:
Crucina es una «rareza», un restaurante sin fuegos donde no se cocina pero sí se elabora con más de una docena de técnicas. Sólo se utilizan vegetales, pero la comida llena muchísimo y los platos no parecen crudos ni por sabor, ni por presentación. Una extraña alquimia que se desarrolla en un ambiente muy poco místico, pero sí inmerso en una comunidad global, porque Crucina es más que un restaurante: es una filosofía, un diez para los amantes de la cocina natural y, sin embargo, tan desconocida para otros que seguro valorarían esta comida sin la conocieran.