Mientras australianos y norteamericanos están desalcoholizando sus vinos desde hace años, en España popularmente no se considera vino, o vino de calidad, a ningún producto de la uva que no se encuentre en la horquilla alcohólica de los 13-15 grados.
Los tecnócratas y habitantes de la Unión Europea – tanto “tradicionalistas” como “modernistas” – seguimos infravalorando los vinos desalcoholizados, y aún los bodegueros españoles proclaman con orgullo que su vino tiene más de los 15 grados permitidos.
Es un hecho aparentemente absurdo el que, por una parte, nuestros gobiernos cada vez impongan medidas más restrictivas en la cantidad de alcohol en sangre, y por otra parte miren con desdén los vinos parcialmente desalcoholizados y los métodos orientados a conseguir este fin.
En un estudio recientemente realizado por varios equipos de investigación dirigidos por el Dr. Jean-Louis Escudier del francés “Institut Cientifique de Recherche Agronomique”, se ha puesto de manifiesto que la creencia de que sólo los vinos de alta graduación (los anteriormente citados 13-15%) se pueden llamar vinos, no es más que algo cercano al esnobismo.
En catas ciegas de más de 1000 consumidores franceses, no se ha detectado ningún cambio de preferencias entre el mismo vino con 14 ó con 11 grados.
Este límite de 3 grados es el que considera Escudier inapreciable para la inmensa mayoría de consumidores. Yo diría más. Seguramente, el mismo vino al que se le ha eliminado un 3% de alcohol será más agradable sensorialmente que el original.
Exactamente eso es lo que llevan propugnando los anglosajones del Nuevo Mundo desde hace una década y su mercado no ha parado de crecer.
Señores bodegueros españoles, el demonizar el uso de maquinaria para eliminar esos 3 grados hace que, mientras tanto, sus vinos sean demonizados por millones de consumidores que no entienden las bombas sensoriales tan del gusto de nosotros, los catadores.
O quizá estén salvando la pureza de nuestros vinos…