Formentera es un precioso rincón mediterráneo cuya silueta recuerda un fino zapato de tacón, sello de discreta elegancia y distinción. Su contorno está plagado de playas de arena fina, con aguas teñidas de un color que no hallarás ni siquiera en paletas de pintor… pero además, en esa sutil línea que la separa del gran azul, existen acantilados escarpados con casi dos centenares de metros que ejercen de atalayas con vistas a occidente para avistar ocasos. Crepúsculos que arrebatan de color las retinas de cualquiera…
El paisaje insular sorprende. Es pequeña pero muy diversa. Explorándola minuciosamente se descubre que, en solamente 84 km2, atesora suficiente belleza, joyas y detalles que la convierten en un enclave singular. Desde su curiosa historia hasta su peculiar geografía, nos cautiva.
Curiosas memorias
La historia formenterana es muy interesante. El peculiar dolmen de Ca na Costa data de finales del tercer milenio antes de Cristo y da fe de la presencia humana. Ya entonces merecía la pena vivir aquí, incluso antes de que los griegos la bautizaran, junto a su hermana mayor, Ibiza, con el nombre de Pitiusas, debido a los extensos pinares que aún las alfombran. Luego perteneció a Roma, después a los árabes y, finalmente, en 1235 pasó a engrosar el reino de Aragón.
Posteriormente llegarían malos tiempos… Debido a la piratería y a la peste se quedó deshabitada entre los siglos XIV y XVII. Tras este paréntesis, recuperó la población. Ya en el XIX, Julio Verne, quien tiene un monumento junto al faro de La Mola, situó Formentera en el mundo literario incluyéndola en la novela Héctor Servadac. Un siglo después vinieron los hippies y músicos del pop y el rock. Ellos supusieron el inicio del turismo. Esperemos que la discreción de la isla resista a la invasión. Por ahora, sí lo ha conseguido.
Posidonia, planta y joya
La isla está unida y separada de Ibiza por un rosario de escollos, farallones y pequeños islotes, algunos con faro, que señalizan la peligrosa zona de los Freus. Esta superficie pertenece al Parque Natural de Ses Salines, que tiene su mayor extensión en el mar, cuyos fondos, tapizados de praderas de posidonia, le confieren ese color tan especial y le otorgan la importancia natural que ya fue reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1999. Una maravilla submarina.
La posidonia oceánica es una planta marina que ocupa grandes extensiones en los fondos de las Pitiusas. A ella se debe la particularidad de este hábitat. Y nosotros tenemos el deber de conservarla, porque mantiene la fauna que vive asociada, oxigena y purifica, sus restos llegados a la playa sujetan las arenas y consolidan las dunas y además, tradicionalmente se ha usado para la construcción de tejados por su propiedad aislante. Es un símbolo en la isla y tiene un monumento en una rotonda de San Francisco Javier, el principal núcleo urbano formenterano… Y también es fuente de inspiración. Enric Majoral diseñó una serie de joyas con su forma, por la importancia que tiene para la ínsula. Sencillas pero significativas cintas de oro o plata que se adaptan a la forma del cuerpo como cuando, al caminar por la playa estando mojado, las tiras de sus hojas se pegan a la piel…
A la isla por mar y aire
Del mar le ha llegado todo a Formentera: los pueblos navegantes, los restos de posidonia que reciben las playas… Y sobrevolando el mar, las aves y las simientes de pinos, sabinas o matorrales que la recubren. Incluso el turismo solamente llega por mar. También del mar, los ricos pescados y mariscos que se toman allí y los que se ven colgados en los tejados, secándose tras meterlos en salmuera. El pescado seco, un producto típico y local, sabe muy rico y contribuye a la ensalada payesa.
Caminando o en bici, el visitante se familiariza mejor con la isla. Sus 32 rutas verdes están diseñadas para conocer su intimidad: arriban hasta calas solitarias; atraviesan bosques, con árboles más altos que casas, a las que cubren; transitan playas como la más bonita de Europa: la de Ses Illetes; rodean lagos convertidos en salinas; cruzan campos, en los que destacan molinos de viento o inmensas higueras sujetas con puntales…
Estas higueras son todo un espectáculo en los campos. Las ramas se sujetan con maderos para que crezcan en horizontal, esquivando la gravedad así producen más higos y se recogen más fácilmente. Este paraguas de ramas genera una sombra que aprovechan ovejas y cabras durante los rigores del estío. Tras la recolección los higos se secan para mantenerlos más tiempo, conservando el sabor y la calidad. Otro producto típico y local.
Buenos alimentos

En los campos también hay viñedos, que se reparten entre dos bodegas. Una de ellas, la de Cap de Barbaria, vinifica variedades locales e internacionales, produciendo vinos con personalidad que se pueden degustar en sus restaurantes. Es muy agradable tomar estos vinos con un arroz o un pescado en la orilla del mar, mientras las olas rompen a tus pies y la brisa refresca la cara. El restaurante Can Rafalet, en Es Caló, tiene el sitio y la comida. Cocinan al estilo tradicional y su especialidad es el arroz, cualquiera está en su punto y saben de maravilla. La ensalada payesa, los pescados y el frito de pulpo son sensacionales también.
Otra cara del paisaje de Formentera se encuentra entre los pinos. Metido en el pinar a tiro de piedra de la playa de Migjorn existe un vergel: el jardín del restaurante Casbah. Un sorprendente secreto. La decoración interior y las vistas del jardín relajan el cuerpo y reposan la mente. Cuidan mucho la cocina y el producto, así logran algunos platos para volver a tomarlos otra vez como las croquetas de pulpo, nos las hay iguales: sabrosas, jugosas y crujientes; otros son muy ricos también, como las verduras, el pulpo a la brasa o los pescados locales con verduras o hummus… Su carta de vinos es variada, con 60 referencias, y muy honesta, como todo lo que ofrece Casbah, porque tiene una excelente calidad-precio.
No te puedes perder:
- Pasear por la capital, San Francisco Javier, y ver la iglesia fortificada y las casas tradicionales que aún permanecen.
- Probar la miel, los higos secos, la sal líquida y otros productos locales o peculiares, como la cerveza con sabor a posidonia o algarroba.
- Hacer alguna ruta de senderismo o en bicicleta y llegar hasta cala Saona o Ses Illetes para bañarse y ver el atardecer.
- Conocer los vinos formenteranos visitando la bodega de Cap de Barbaria.
Información práctica:
- Es mejor alquilar una moto o una bicicleta, son más prácticas que el coche y, al final, más rápidas porque se estacionan mejor y eluden posibles atascos en temporada alta. Además, la isla se está preparando para el uso del coche eléctrico.
- Hostal Los Rosales. Buena situación y precio. Cuenta con un restaurante sencillo y con calidad.
- El ferry es ideal porque permite llevar el coche. Esto da autonomía de viaje y permite, igualmente, llevar todo el equipaje necesario.