Nunca me ha gustado usar la palabra maridaje para referirme a la relación entre vino y comida, sin embargo reconozco que entre los jereces y las Tortas del Casar existe un matrimonio de facto. Son quizá tan difíciles los quesos como las alcachofas, y tanto unos como otros se llevan de maravilla con los jereces, manzanillas sanluqueñas y amontillados. En la cata demostrativa celebrada ayer en la librería gastronómica «A Punto» se dieron cita los dos protagonistas.
La cata, dirigida por el director de la DOP Torta del Casar, Gonzalo Parras, acompañado por Javier Muñoz, profesor de la Escuela Superior de Hostelería y Turismo de Madrid (ubicada en la Casa de Campo) se dividió en dos partes: en la primera de ellas se probaron quesos de distintas queserías y niveles de curación, en la que se brindó la oportunidad a los presentes de conocer un poco más a fondo estos maravillosos quesos.
A continuación le llegó al turno a la perfecta sintonía entre las tortas y los vinos. Javier Muñoz comentó que «la Torta del Casar despliega todos sus aromas y sabores cuando combina con los vinos olorosos de Jerez, aportándose recíprocamente elementos que hacen que el otro destaque un poco más«. Y es cierto.
Quizá la manzanilla y su hermano mayor, el amontillado, se comportaron mejor que el más dulce cream, al cuál le veo más con quesos azules, pero en general son los vinos que mejor se llevan con las Tortas del Casar, con diferencia. Una experiencia que ningún gourmet debería perderse.