Hace un par de años tuve la suerte de participar en un proyecto europeo de agua relacionado con la gestión de las cuencas hidrográficas que hacen frontera entre varios países. Gracias a ésto pude visitar en diferentes ocasiones un país maravilloso de la región del Cáucaso, bañado por las aguas del mar Negro: Georgia.
Este bello país está situado en una zona puente entre dos grandes continentes, Europa y Asia, y para muchos geógrafos no está claro todavía a cuál de ellos pertenece, por lo que se suele definir su ubicación dependiendo de criterios culturales, históricos y políticos. A pesar de tener una historia propia, que se remonta al menos al siglo XI, durante muchos años Georgia fue nada más que un territorio parte de la antigua URSS, pero ya desde el año 1991, con la caída de la Unión Soviética, es considerado un país independiente.
Geográficamente limita con Rusia, Turquía, Armenia y Azerbaiyán y tiene su capital en la ciudad de Tiblisi. La capital es una ciudad hermosa de casi 1, 4 millones de habitantes, ubicada entre montañas, y situada a orillas del río Kura, muy caudaloso y de aguas turbias. Su nombre proviene de la palabra Tpili, que en georgiano indica «agua caliente», y que alude a la presencia de aguas termales y sulfurosas.
Durante mis visitas a la ciudad tuve la oportunidad de recorrerla a pie y de disfrutar del ambiente de sus calles. La primera vez me alojé en un pequeño moderno hotel, Citadel Narikala Hotel, con mucho encanto y situado en una de las faldas de la montaña, desde el que se podía divisar toda la parte antigua de la ciudad.
Desde ahí se puede acceder fácilmente a la zona antigua de Tiblisi, donde se encuentran las tiendas más emblemáticas de la ciudad para comprar vinos, quesos, embutidos, joyas, ropas, etc. Para mí fue una sorpresa y a la vez un grato descubrimiento el vino georgiano, ya que se supone, según las leyendas, que Georgia es la cuna mundial del vino.
Hay numerosas tiendas bodegas por toda la ciudad, y en ellas es posible realizar catas más o menos organizadas de diferentes variedades de vinos de la región: secos, semi-dulces y espumosos, tanto blancos como tintos.
Los más interesantes que pude probar allí y comprar para compartir en España fueron el Tsinandali, el Khindzmarauli y el Theliani, que está hecho con uva saperavi.
Existen numerosas tiendas de degustación de productos locales. Para tener mi propia opinión de los productos y comprar algunos a modo de souvenir, visité alguna de ellas para catar diferentes quesos y también un poco de churchjela, una especie de dulce de frutos secos, sobre todo nueves, y zumo de frutas condensado, delicioso.
Los quesos son fabulosos: los hay frescos, salados, curados, macerados en vino, etc. Todo un placer por descubrir. Además de comprarlos en tiendas especializadas, es posible tomarlos en los restaurantes tradicionales de la ciudad. En toda comida georgiana que se precie no puede faltar un buen plato de queso.
La cultura gastronómica de Georgia es muy diversa y con sabores muy auténticos y tradicionales, basada en el consumo de muchas verduras, ensaladas, quesos, panes diferentes y platos de carne. Tiene muchas influencias de la comida mediterránea, con diferentes adaptaciones y variaciones a los gustos y las costumbres de cada una de las regiones georgianas. Es importante destacar que a los georgianos les gusta mucho celebrar mediante comidas, y en una buena mesa familiar llena de amigos no pueden faltar ni el vino ni una buena comida. Una mesa con pocos platos no es una verdadera mesa de celebración, por eso cuando un georgiano ordena comida, ya te puedes preparar para un buen festival culinario. La clave es llenar la mesa de platos, porque siempre hay que tener comida para las largas celebraciones, que se suelen alargar hasta bien entrada la noche.
Además de todo ésto, como país con cultura de buena mesa, no pueden faltar los diferentes panes, al menos uno por región. Hay numerosos tipos de masas, desde las casi hojaldradas hasta algunas fritas; desde grandes tortas bañadas con queso caliente hasta pequeñas bolsas de pan, encerrando una mezcla de quesos locales. Los panes georgianos, además, pueden estar rellenos de queso, de carne o de huevo, como el «Jachapuri». Según la región van variando, pero son siempre deliciosos y sobre todo, nunca pueden faltar en una buena comida, como tampoco pueden faltar un buen plato a rebosar de jinkali, rellenos variados. Se suelen pedir de entrante, aunque en sí mismos se consideran un buen plato principal.
Cambiando de manjar, si lo que queremos es probar otros platos más marineros, es complicado comer un buen pescado fresco en la capital. Sin embargo, es posible degustarlo en otros lugares de la costa, como es el caso de la ciudad de Batumi, situada en la costa del Mar Negro. Es una ciudad muy turística y visitada, sobre todo, en época estival por georgianos, quienes buscan vacaciones, o por gentes de países vecinos para disfrutar de las playas, parques, vida nocturna, gastronomía, pueblos y parques nacionales de montaña que existen en Batumi y alrededores.
Además de los parques, calles antiguas, iglesias y ruinas, a mí me encantó de Batumi el paseo marítimo en paralelo a la playa que recorre la costa, y que permite al viajero poder disfrutar de un tranquilo momento junto al mar para caminar, hacer deporte y apreciar las numerosas esculturas que allí están.
Si lo que queremos es comer un buen pescado en nuestra visita a la ciudad costera de Batumi para llevarnos un buen sabor de boca a casa, podremos visitar un mercado situado al lado de la lonja (Batumi Fish Market), a donde llega el pescado, y luego llevar el pescado, ya limpio, a cualquiera de los restaurantes situados en las inmediaciones, para que nos lo preparen al gusto.