Jerusalén: su nombre suscita fervor

Pasear por la ciudad vieja es una visita sensacional. Además de su historia y su significado sagrado, esta ciudad cuenta con edificios, museos y miles de anécdotas.

Joaquín del Palacio11/01/2018

Color pétreo

JerusalénLa luz de Israel está compuesta por un color misceláneo, resultado del entorno desértico y la proximidad del mar Mediterráneo. Y, por supuesto, esta tierra también posee un sabor y un aroma oriental, a pesar de estar en el extremo occidental de Asia. El mejor momento para disfrutar de esa luz es al alba o durante el ocaso, y es aún mejor sentirlo intramuros, estando en el corazón de la ciudad. La puerta de Jaffa o cualquiera de las otras siete son suficientes para acceder al laberinto de la ciudad milenaria, intramuros, donde vivieron hasta la segunda mitad del siglo XIX todas las almas que la habitaron. Vivían amurallados, en el interior de unas murallas ocres de piedra caliza que habían visto a multitud de pueblos luchar y morir por ellas… Están hechas de esa misma roca de la que se construyen todos los edificios de la ciudad: los antiguos y los modernos, porque ése es su sello. Tiene su propio color: la Piedra de Jerusalén.

Jerusalén

Las callejuelas se retuercen, suben, bajan o cruzan pasadizos, convirtiendo a la urbe en un auténtico laberinto de tiendas, templos y edificios que cargan a sus espaldas con siglos o milenios de historia. Hay que callejear por ese precioso caos hasta alcanzar la iglesia protestante del Redentor, que es un faro, un referente en la ciudad y cuya torre sirve para situarse y también como atalaya, para sentir bajo los pies la ciudad vieja y poder suspirar y nombrarla: Jerusalén. Suena de maravilla. Acceder a su torre no es fácil, pero hay que intentarlo porque las vistas desde allí arriba son las mejores, ya que todo queda abajo y se ve perfectamente en 360 grados. Mirando hacia el este destaca la impresionante y dorada Cúpula de la Roca y, casi debajo, desde otra ventana, están las cúpulas oscuras y la fachada de la iglesia del Santo Sepulcro. ¡Qué imágenes! No extraña a nadie que sea la capital del espíritu…

Entre el suelo y el cielo

Judíos junto al Muro de las Lamentaciones

Divisando la ciudad, mientras el cielo se apaga, se atisban los impresionantes hitos de las denominadas tres religiones del Libro: la Cúpula de Roca para los islamistas, las cúpulas de la iglesia del Santo Sepulcro para los cristianos y el Muro de las Lamentaciones para los judíos, y también se pueden ver muchos rincones, otras torres y varios lugares sensacionales que posee esta ciudad, tocada por la providencia. Mientras los judíos se acercan a venerar a Jehová junto al Muro, los musulmanes rinden culto en las mezquitas y los cristianos rezan en sus templos. Es impresionante, es una ciudad construida con las rocas del esqueleto de la Tierra que, levitando, se eleva como una plegaria cuyo destino es el cielo. No existe nada parecido.

 

Hay que caminar por las callejas, buscando detalles, y transitar por la Vía Dolorosa, desde la puerta de los Leones hasta la iglesia del Santo Sepulcro, y visitar sus 14 estaciones distribuidas a lo largo del trayecto. Es un recorrido interesante y sorprendente, un camino iniciático, pues se descubren algunos rincones hierosolimitanos (de Jerusalén) secretos y sensacionales. Se puede llegar hasta el museo de la Torre de David, junto a la puerta de Jaffa, para conocer la historia de la ciudad.

La parte vieja está compuesta por los cuatro barrios: el musulmán, el judío, el cristiano y el armenio. Cuatro barrios, cuatro ambientes, cuatro aspectos de personas, cuatro tipos de templos… Paseando con los sentidos abiertos es fácil percibir los latidos de esta impresionante población: las tiendas, los templos, las gentes, los edificios, las callejuelas y los rincones más insospechados, pues recorriéndola por pasadizos, escaleras y callejas uno, sin quererlo, puede acabar paseando por los tejados de las casas, de tú a tú con los tejados y las cúpulas, sin habérselo propuesto uno se encuentra entre el cielo y el suelo. Así es Jerusalén.

Extramuros

Cementerio extramuros

En el último siglo y medio la urbe ha crecido, extendiéndose extramuros hasta albergar hasta 930.000 ánimas (mejor que habitantes) y creando una ciudad muy homogénea por el color y la calidad de esa piedra caliza. En esa zona de barrios nuevos existen edificios singulares que atesoran fragmentos de arte o símbolos que forjan parte de su importancia. El edificio del YMCA, cuya torre es como una atalaya urbana, es una construcción llena de simbología combinada de las tres religiones monoteístas de la ciudad. Fue edificado en 1933 por el mismo arquitecto del Empire Estate Building de Nueva York: Lord Edmund Allenby. Constantemente sus detalles arquitectónicos hacen alusión a números, como el 12 o el 40, sagrados para las tres religiones, y en sus ornamentos están presentes sendos símbolos sagrados. La YMCA Internacional de Jerusalén fue nominada al Premio Nobel de la Paz en 1993. Y justo enfrente está situado otro edificio emblemático, el hotel Rey David, erigido por los ingleses en 1931. Desde entonces es el alojamiento que utilizan habitualmente jefes de estado y altos dignatarios de cualquier parte del mundo.

Mercado Mahane Yehuda

Otro lugar peculiar de la ciudad que resume parte de su indiosincrasia es el mercado Mahane Yehuda, una ciudad dentro de otra. Un singular muestrario de tiendas de alimentos de todo tipo, color y aroma; un singular muestrario de personas de todos los aspectos y ropajes, creencias y rasgos. Es posible encontrar especias de la India, frutas mediterráneas, frutos secos de cualquier procedencia y condimentos árabes entre las voces y esa multitud tan diversa. Cientos o miles de personas acuden a diario y aún más, y en masa, afluyen la víspera del Shabat para aprovisionar su despensa, pero también se congregan en este inmenso zoco armenios, sirios, europeos y de cualquier parte del mundo, porque Jerusalén es muy heterogénea y su mercado más, si cabe.

¡Vaya par de sitios!

Museo de Israel

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad saltó las murallas y se extendió, creciendo de la mano de su piedra favorita y su color y, por tanto, sigue manteniendo ese sello de identidad a pesar de que son casas nuevas. Uno de esos inmuebles conserva en su interior un tesoro de la historia. El museo de Israel es el cofre que conserva los Manuscritos del Mar Muerto. Poco se puede decir de este impresionante hallazgo arqueológico, considerado el más importante del siglo XX. El propio edificio es sensacional, pues nos recuerda parte de esas ánforas en las que aparecieron estos escritos de incalculable valor económico e histórico. Es, sin duda, El segway es muy útil para superar las cuestas en Jerusalénuna de las mejores visitas que se puedan realizar. La sensación es indescriptible. Poder ver los milenarios manuscritos hallados en Qumran a pocos centímetros es motivo suficiente para viajar hasta aquí.

Debido al crecimiento urbano de la última época, algunas construcciones alcanzaron partes del Monte de los Olivos, otro sitio imprescindible, afortunadamente no en su totalidad, ya que existen camposantos y otras zonas, como el mirador, en las que no se puede edificar. La foto desde aquí es una de las que no pueden faltar en el álbum… con el fondo de la Cúpula de la Roca y sus brillos de oro refulgiendo enmedio del beis reinante. Para los cristianos el Monte de los Olivos es muy sugerente, provoca unos sentimientos y sensaciones especiales pues allí estuvo Jesucristo.

No te puedes perder:

  • JerusalénLlegar hasta el mirador para difrutar de la vista de la ciudad desde el Monte de los Olivos.
  • Visitar el museo de Israel y ver los Manuscritos del Mar Muerto.
  • Recorrer la ciudad en segway. Es muy cómodo para que cunda la visita, ya que en algunas zonas hay cuestas.
  • Visitar los lugares sagrados: el Muro de las Lamentaciones y la iglesia del Santo Sepulcro.

Información práctica:

  • El hotel Herbert Samuel está ubicado en la zona nueva, junto a la Ciudad Vieja. Por su altura, es una atalaya para disfrutar de un buen desayuno con vistas.
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