Londres es una gran metrópoli donde confluyen diversas gastronomías internacionales, con un gran consumo de vino.
El elevado poder adquisitivo de los londinenses, así como el número cada vez mayor de visitantes, convierten a esta ciudad en un buen termómetro de consumo de vinos.
En relación con este tema nos hacemos cinco preguntas que responde nuestro asesor:
¿Se consume vino en Londres? ¿Qué influencia tiene el vino español?
Es un pueblo que históricamente ha comprado mucho vino, ya que nunca fueron productores. Por lo tanto, en general, tienen una visión bastante amplia del mercado. Aquí se pueden ver vinos de cualquier parte del mundo sin dificultad, hasta de Tasmania. Del vino español han tenido, sin embargo, una idea barata, como de nuestra gastronomía en general, pero es una vision que va cambiando y evidentemente apuestas como Ametsa ayudan. La primera vez que vine a trabajar a Inglaterra en 2007, era difícil vender un vino español por encima de 30 ó 40 libras. Hoy, en Ametsa no es raro que se vean botellas de 80 libras en cada servicio. Es nuestra responsabilidad cambiar esa visión, de todos: de los bodegueros, de los proveedores, de los importadores y de los sumilleres. Mostrar que el vino español lucha en una guerra de calidad, y no de precio.
En la ciudad, ¿son importantes los maridajes tradicionales? Blancos con pescado, carnes con tinto, postres con dulces…etc.
En general sí. Nosotros, a lo mejor, podemos romper las líneas más alegremente, pero a ellos se les abren los ojos sobremanera cuando hacemos algun maridaje más atrevido, y no todos lo entienden. Tienes que tener cuidado con quién juegas así. Ha de ser un cliente muy abierto a probar cosas, de lo contrario puedes no crearle la experiencia que desea. Tambien estamos abriendo la puerta a los que para mí son los verdaderos vinos de Jerez: amontillado, oloroso y palo cortado, ya que aquí, históricamente, había más mercado de «creams» y «semi-dulces» que de vinos secos. Alguna vez jugamos extendiendo el maridaje del menú degustación con los vinos generosos de Andalucía Occidental. El maridaje en Ametsa son 5 vinos, y siempre hacemos al menos un generoso, pero alguna vez hacemos dos o tres.
¿Qué vinos españoles gustan más en un restaurante de lujo como Ametsa y por qué?
Normalmente gustan más los vinos que tienen algo distinto que ofrecer. El cliente, en general, ha subido su presupuesto en cuanto al vino español, y lo que busca es que el vino le devuelva, en forma de sensaciones, lo invertido. Por norma, el cliente de menos de 50 años quiere probar algo que no sea Rioja, y el mayor de 50 años, o te pide Rioja directamente, o te dice que le gusta Rioja y que si tienes algo que recomendarle de ese estilo. Depende del cliente, entras a explicarle que dentro de Rioja podemos encontrar estilos muy diferentes, pero esa ya es otra conversación. Lo que también pasa con este perfil de cliente es que si un día les muestras esa otra puerta diferente, el próximo día ya será fiel a ese nuevo vino. Rioja sigue siendo la referencia, y que lo siga siendo por mucho tiempo, no en vano es lo que más exportamos, pero también hay ya hueco para otras muchas denominaciones y lo interesante es que vayamos cogiendo ese mercado de calidad que ofrece la ciudad.
¿Se dejan aconsejar los clientes de alto poder adquisitivo a la hora de comprar vino?
La mayoria sí busca consejo. Ametsa empieza a ser un restaurante en cuyo personal confían, por lo tanto, la mayoría te dicen abiertamente que no conocen nada de vino español y que si les podemos recomendar algo. El británico es un cliente al que le gusta descubrir, aunque ojo, le gusta ir sobre seguro; si no, no se aventurará demasiado, pero si te lo ganas y se siente confortable, se lanza. Además, quien tiene inquietud la tiene sincera y puede estar horas hablando de vinos y de zonas nuevas y de uvas autóctonas. Empieza a respirarse cierta avidez de saber más sobre los altos vinos y la alta gastronomía española.
En España el vino no busca a los jóvenes, huye de ellos, y está perdiendo la oportunidad de su vida para reinventarse durante la crisis.
En España el mundo del vino ha perdido una gran parte del consumo de jóvenes, algo que no pasa en Francia, por ejemplo. ¿Cómo es en Inglaterra, percibe usted que allí en un bar o pub, los jóvenes toman vino?
En España hemos perdido a esos consumidores porque no sabemos hablar con ellos. En las asociaciones de sumilleres seguimos vestidos de mayordomos y no hacemos reuniones, hacemos aquelarres. Alguno aún no se ha enterado que en hostelería trabajamos para crear experiencias y satisfacer las necesidades de los clientes, no nuestros egos. Después alguien siempre pregunta, «¿y los jóvenes?» y cuando los jóvenes hablamos, los «mayores» nos callan y siguen con su retahíla. Las altas esferas de las bodegas poderosas siguen teniendo el mismo discurso que en el siglo pasado. Las que de verdad tienen poder de comunicación, no quieren comunicarse. Algunas siguen pensando que te hacen un favor enseñándote la bodega. Estamos perdiendo a los jóvenes porque huimos de ellos.
En Inglaterra sí, los jóvenes sí beben vino, claro que beben vino. Porque el vino va a donde están los jóvenes. Los proveedores se preocupan de que sus vinos estén en sitios en los que en España sería impensable. Muchas bodegas se rasgarían las vestiduras. Aquí en cualquier discoteca o pub, lo tienes. En España el vino no busca a los jóvenes, huye de ellos. Y que nadie lo dude: siendo el vino mucho más barato que los espirituosos, el vino español está perdiendo la oportunidad de su vida para reinventarse durante la crisis. Me alegró mucho una iniciativa que me envió Juancho Asenjo para introducir el vino en discotecas. Pero no puede ser una, tienen que ser todas, y tiene que ser de verdad, no valen medias tintas. Tenemos que reinventarnos: el cliente no va a venir a nuestra casa, eso se acabó.