cocina emocional

La cocina emocional

El papel de la gastronomía en la montaña rusa de las emociones

Jesús Sánchez Celada10/07/2021

La gastronomía ha acompañado al ser humano durante todo su periplo por la tierra. Y es que aunque en muchas ocasiones se considera este concepto como algo contemporáneo, no olvidemos que gastronomía no es otra cosa que comer, y sin comer…

Elevar el “arte” de preparar comida y darle valor al momento de ingerirla ha sido siempre una obsesión del ser humano. Esto se entiende contextualizando en el tiempo la importancia de conseguir alimentos y prepararlos. Hoy es sencillo acercarte al supermercado y elegir entre las miles de propuestas que nuestra sociedad de consumo nos ofrece pero antiguamente, cuando dependíamos de la caza, conseguir alimentos era sin duda un acontecimiento de enorme trascendencia que merecía todas las celebraciones posibles. Y esto suponía (y es algo que sigue marcado a fuego en nuestro ADN) una explosión de emociones. Expone Yuval Noah Harari en su libro Sapiens una interesante teoría que trata de explicar la ingesta compulsiva a la que tendemos los seres humanos de dulces. Según Yuval, esto se debe a que el ser humano prehistórico tenía una enorme carencia y dificultad en encontrar alimentos con azúcar y cuando los encontraba, al no tener medios para almacenarlos, ingería todo lo que podía antes de que otro depredador más grande y más fuerte que él se comiese ese ansiado y necesario alimento. Esto, siempre según el autor israelí, se quedó marcado en nuestro ADN y por eso, a día de hoy, tendemos a atiborrarnos a chocolate en cuanto tenemos ocasión.

Comer y beber es algo que está tan podríamos decir “místicamente” unido a la naturaleza del ser humano que no podemos dejar de lado lo que sentimos cuando comemos. Y esto puede suponer un problema o una experiencia enriquecedora.

La comida y la bebida nos pueden transportar a otros lugares a través de las emociones que nos transmitenLa comida y la bebida nos pueden transportar a otros lugares a través de las emociones que nos transmiten

Decimos problema porque en ocasiones la ansiedad, el estrés o la depresión son las que mandan en nuestra conducta y llevan a comportamientos nocivos a la hora de alimentarnos. Comer en exceso o por el contrario no comer prácticamente nada o abusar de los ultraprocesados son algunas pautas comunes cuando nuestras emociones más negativas entran en juego. En estos casos, es importante identificar el problema para ponerle freno. Ser consciente de que estas emociones nos dañan y que debemos reconducir nuestros comportamientos alimentarios hacia el lado saludable de la balanza, ya que en realidad será la buena alimentación quién nos ayude a salir de ese estado y no la mala alimentación, que nos introducirá más profundo en esos sentimientos negativos.

Desde el principio, reunirnos alrededor de alimentos ha supuesto un motivo de celebración.Desde el principio, reunirnos alrededor de alimentos ha supuesto un motivo de celebración.

Pero por el contrario, existe otra versión, las emociones positivas que influyen en la gastronomía y en cuyo juego entran comensales y cocineros, en una perfecta y “mágica” armonía. Los grandes chefs definen, juegan, investigan, prueban, ensayan y vuelven a probar sus elaboraciones, y lo hacen únicamente para encontrar una cosa: la emoción. La emoción que quieren transmitir en ese plato que bien puede ser un sentimiento abstracto o genérico como una regresión a la infancia o a estados concretos, incluso a lugares. La dificultad se encuentra allí: ¿cómo hago para que el comensal, al comer mi elaboración, se teletransporte de forma inmediata a un barco en medio del océano pacífico?. Ahí está la diferencia entre un buen chef y un chef genial.

Y el papel del comensal entregado, el mejor parado en esta montaña rusa de la comida emocional y que se deja llevar, abre su mente y deja que su paladar, más allá de críticas y de catas, capte los matices y conecte (o no) con aquello que el chef ha querido transmitirle. Y cuando eso llega, cuando esa unión mística entre el chef, el alimento y el comensal se produce, la sensación es tocar el cielo con las manos.

Las emociones y la gastronomía son un binomio inseparable y una de esas cosas que nos hacen «más humanos».

*Foto de portada de Mugaritz, en donde Andoni Luis Aduriz realiza una búsqueda constante de las emociones en sus menús.