Posiblemente el enunciado de este artículo pueda despertar suspicacias entre los lectores con pensamientos tipo: «ya estamos, otra modernidad en la interminable lista de las novedades nutricionales». Puede que sí, y que esta última idea no sea más que otra fanfarronada, pero lo cierto es que muchas veces, sin venir a cuento, nos invade un hambre atroz a una extraña hora del día, o que a ciertas personas no les entra ni una miserable galleta a la hora del desayuno… Pequeños detalles que la Cronobiología Nutricional intenta explicar y combatir. Intentando hacer una traducción al idioma de los mortales, se basa en el estudio del funcionamiento rítmico de nuestro cuerpo, en concreto de las variaciones que suelen durar alredededor de 24 horas y que regulan nuestra vida: desde el sueño o la temperatura corporal hasta la secreción de hormonas y, cómo no, la nutrición.
Os presentamos 8 puntos para entender esta rama de la dietética y mejorar vuestro funcionamiento rítmico corporal:
- Ciclos circadianos: como es evidente, estamos sincronizados con el mundo que nos rodea. Nuestro cuerpo sabe cuándo es de día y cuándo de noche, cuándo es verano y cuándo invierno. Los ciclos circandianos son los diferentes turnos que tiene nuestro organismo, en los que se segregan diferentes sustancias químicas y hormonas que hacen que por el día tengamos energía y por la noche busquemos la relajación.
- Hambre/No Hambre: Los ritmos diarios que cada uno de nosotros tenemos incorporados influyen en la sensación de hambre o en la falta de ella. Esto parece una evidencia, pero sí es cierto que cuando estamos estresados por la noche, nuestra sensación de saciedad no es la misma que una noche de relax absoluto.
- Las ingestas diarías: lo dicen el gran porcentaje de los nutricionistas, y esta rama no se aleja de esa idea: debemos realizar cinco ingestas diarias. Seguir esta recomendación hace que nuestro cuerpo se adapte mejor a los ritmos de secreción de insulina y, de ésa forma, existe una mayor predisposición a la resistencia de la misma y a la obesidad.
- Equilibrio entre los ciclos: los nutricionistas de la cronobiología sostienen (y puedo decir que en más de una convención escuché a expertos apoyando esta teoría), que la diferencia entre perder o ganar peso con una comida no consiste en la comida que se coma en cuestión, sino más bien en el momento del día en el que ésta se ingiera. Es decir: un donut de chocolate engorda diferente si te lo comes a las diez de la mañana que si lo haces a las once de la noche. Si es cierto que tiene sentido que al consumir un alimento con aportes energéticos en el ciclo nocturno pueda acumular más grasa que en el caso contrario…
- Neurotrasmisores: son las moléculas que posibilitan que nuestras neuronas se comuniquen entre sí. Dicho esto, podemos hacernos a la idea de lo importantes que son estos diminutos compañeros. Pues bien, a través de la alimentación podemos modular algunos de los más potentes. Dicho queda.
- Carbohidratos: Un tema recurrente. No es lo mismo desayunar o comer con carbohidratos, que levantarte con hambre a las tres de la mañana y comerte las sobras de los macarrones del mediodía. Los carbohidratos por la mañana, en forma de pan con cereales (por poner un ejemplo) y a mediodía con un plato de pasta, arroz o legumbres.
- Tirosina: Para quien no haya oído hablar de este aminoácido, es el precursos de la dopamina y la nodrenalina. Es preferible tomar las proteínas ricas en tirosina por la mañana, por su mejor absorción.
- El triptófano: Este aminoácido es el responsable de la serotonina y la melatonina, que se sintetizan en el turno de tarde-noche. Por lo tanto, y en contra de lo que muchos piensan, los frutos secos y la fruta (ricos en este aminoácido), es mejor tomarlos por la tarde.