Su arquitectura, sus gentes, su luz o su gastronomía son valores seguros y famosos, pero Lisboa, además, atesora activos menos conocidos y muy interesantes, como el enoturismo.
La capital está rodeada, a pocos kilómetros, de viñedos en unos paisajes excepcionales que producen unos vinos de calidad y con una larga tradición. Entre sus cualidades destacan el carácter y la influencia atlántica que les aporta frescura y un sabor peculiar, que sirven perfectamente para maridar con la cocina portuguesa.
Entre un mar, un río y un océano
Lisboa está edificada sobre las siete colinas que se alzan sobre las aguas en el encuentro del Tajo y el Atlántico, justo en el mar de la Paja, un espacio natural muy interesante. Concretamente la plaza del Comercio, una de las más importantes de Lisboa y «vestíbulo» de la ciudad, tiene uno de sus lados formado por ese mar.
Esta capital recibió casi todo de esas aguas y también lo peor. Durante el siglo XV las investigaciones en la mejora de la navegación dieron su fruto y así Portugal consiguió un extenso imperio colonial que se extendía por todo el mundo, se convirtió en la puerta de Europa para lugares tan remotos como el lejano Oriente.
Recibió muchos parabienes de esa conquista de allende los mares, aunque también recibió un duro golpe que cambiaría la fisonomía lisboeta. El día de Todos los Santos de 1755, un terremoto y posteriormente un tsunami, denominados de Lisboa, arrasaron gran parte de la ciudad. El marqués de Pombal, el gran benefactor de Portugal del siglo XVIII y entonces primer ministro del país, fue un hombre inteligente, bien preparado y con una gran visión de futuro. Él se encargó de recomponer Portugal, su capital y dar prestigio al magnífico vino de Carcavelos.
En este sentido histórico y tradicional para disfrutar la gastronomía hay que visitar Gambrinus, el restaurante perfecto para aunar gastronomía, tradición y calidad. Está en el centro de Lisboa y su estilo es elegante, su cocina es realmente buena y clásica. Un restaurante que garantiza una buena mesa y que sacia los mejores paladares.
Color y luz
La ciudad está repleta de edificios y rincones que hay que conocer, porque esta ciudad enamora. Desde la torre de Belém, metida en las aguas, hasta la parte más alta del castillo de san Jorge la luz lo invade todo e ilumina el color que la caracteriza. El sol brilla de un modo diferente al reflejarse en esas aguas con las que compartieron la historia, ese color también es el sello de su prestigio.En la parte baja destaca la plaza del Comercio, un espacio simbólico y el recibidor que acoge al viajero. Aquí recientemente se ha inaugurado la Pousada de Lisboa, un hotel elegante en un edificio histórico que ofrece el Brunch Lisboeta, justo enfrente del agua y al lado del Arco da Rua Augusta, el balcón para ver la ciudad y la plaza desde un punto de vista muy especial. En uno de los flancos está Vinhos de Portugal, un establecimiento para catar todos los vinos portugueses y a buenos precios; se compra un tique y se cata, hay información y buen ambiente. Justo enfrente hay un simbólico restaurante: Can the Can, que elabora sus platos con el contenido de latas. En principio suena a que debe tener poca calidad… Pues no es así, elaboran muy bien y ofrecen platos ricos en un espacio acogedor y bien decorado. Este restaurante es todo un descubrimiento.
Al este, tradición vitivinícola
Muy cerca de Lisboa hacia el oeste, en Oeiras, existía desde el siglo XIV la producción de un vino generoso que era necesario para el alimento de los marineros en sus viajes, ya que el agua se corrompía y, además, el vino protegía contra el escorbuto. Sin embargo, el vino de Carcavelos poco a poco perdió mercado en beneficio del Oporto y sería de nuevo el marqués de Pombal quien, en el siglo XVIII, reactivara la producción en los viñedos de su palacio de Oeiras.
Este palacio es un capricho. Un encantador conjunto de edificios (palaciego y de trabajo) y de jardines que conservan un aspecto decadente te invitan a pasear y a descubrir rincones con encanto, como la Cascada de los Poetas, un salto de agua con estanques y avenidas que recuerdan el lujo y la elegancia que tuvieron en el siglo XVIII. Pero todavía hay más, porque en esta propiedad aún se conservan las antiguas bodegas en perfecto estado.
Actualmente el vino de Carcavelos es una joya poco conocida, pero con una calidad fuera de serie. Procede de unos viñedos en terreno calcáreo orientados al sur, oreados con vientos del norte que atemperan la humedad marítima. En este singular terroir se logra un vino generoso que envejece durante 10 años en roble, así adquiere un bonito color dorado, un complejo ensamblaje de aromas que seduce y un rico sabor intenso, diverso y muy largo. Un vino que no se olvida.
De un palacio a otro. En las cercanías está el hotel Palacio de Estoril, con una historia relacionada con la familia real española. Su nombre lo dice todo, un palacio que tiene sin duda las mejores habitaciones y salones; y en su restaurante, de calidad superior, suculentas viandas para saborear y descansar recordando la magnífica cata playera.
Al norte, vino y playas
Las actividades lusas asociadas al vino aportan originalidad. Al norte de Lisboa, a una hora más o menos, en el municipio de Torres Vedras, existen los ingredientes justos para hacer de una cata una experiencia sensacional. ¡Una cata en la playa! Con los buenos vinos blancos de la bodega AdegaMâe y su carácter mineral, frescos, muy atlánticos… Más un todoterreno descapotable… Si puede ser se elige un día soleado y… ¡A catar! Junto a las inmensas playas oceánicas, en las que el viento y las olas se mezclan para crear imágenes y sonidos que decoran los aromas y los sabores de estos vinos.
AdegaMâe, inaugurada en 2012, significa bodega y madre. Aúna el concepto de nacimiento y el de creación para maximizar la calidad y conseguir el mejor vino posible. La influencia atlántica, la peculiar orografía y los suelos arcilloso-calcáreos le aportan las suficientes características a la uva para hacerla única. En poco tiempo han logrado la calidad suficiente para ser un referente en la Región de Lisboa, y también lo es por su innovadora arquitectura y las originales actividades que proponen en torno a los viñedos y sus vinos.
Uno de sus vinos se llama Dory, nombre que le viene de las dóris, pequeñas embarcaciones dedicadas a la pesca del bacalao que los portugueses usaban hace mucho tiempo.
Al sur, vino y sierra
A una media hora hacia el sur está Palmela, que pertenece a los vinos de la Península de Setúbal. Cruzando el espectacular puente colgante 25 de Abril se llega hasta un municipio famoso por sus vinos y bodegas.
En las bodegas de Costa Lima elaboran un rosado elegante y rico, y también en esta zona se vinifican unas uvas de moscatel y logran un vino original y muy diferente de los más conocidos moscateles de la península, manteniendo sus aromas golosos pero aportando unos sabores más secos. Otra maravilla difícil de igualar.
Muy cerca está Setúbal y allí hay un lugar para catar estos vinos comiendo platos ricos con unas vistas de escándalo: el restaurante del hotel do Sado. Desde este restaurante, Setúbal y sus alrededores parecerán un mapa desde tu mesa. Degustar un buen plato de pescado con un fresco rosado de Palmela y esas vistas aseguran el éxito. Es uno de los mejores rincones para comer o cenar. Aquí interpretan de maravilla uno de los productos gastronómicos más conocidos de Portugal: el bacalao.
Antes o después del repostaje estomacal en Setúbal hay que conocer una de las sierras más singulares que tiene la península Ibérica: la sierra de la Arrábida. Está repleta de árboles diferentes e incluso playas, en un entorno inigualable. Se sitúa de cara a la desembocadura del Sado y al océano Atlántico, su relieve y los vientos oceánicos le confieren singularidad. Forma parte de la península que se abre al Atlántico entre las dos desembocaduras (la del Tajo y la del Sado). Desde la parte alta se divisa Lisboa, Setúbal y el océano, es un lugar único en la península Ibérica y el mejor balcón para ver atardeceres. Un sitio privilegiado para brindar con un vino de Setúbal o Lisboa viendo cómo el sol se pone sobre el mar portugués.
No te puedes perder:
- Cenar en el restaurante 5 Océanos. Los mejores pescados y mariscos de los cinco océanos cocinados con esmero. Está en Docas de Santo Amaro, los antiguos almacenes portuarios bajo el puente 25 de Abril, que emite ruido con el paso de los coches.
- Visitar el Monasterio de los Jerónimos, uno de los edificios más impresionantes de Europa.
- Montar en tranvía, el 12 o el 28 son los mejores porque hacen los recorridos más panorámicos.
- Y de postre, los Pastéis de Bélem, que maridan con vino de Carcavelos o con alguno de los blancos más secos, según el paladar de quien lo tome.