Barco en el lago Rico junto al Perito Moreno

La Patagonia, entre dioses de hielo y roca

Joaquín del Palacio12/05/2011

Barco en el lago Rico junto al Perito MorenoLa superficie cubierta de hielo en la Patagonia equivale al doble de la extensión de la Comunidad Autónoma de Madrid, unos 16.000 km2, y después de Antártida y Groenlandia es la tercera masa de hielo más grande del planeta. Algunos de sus glaciares son inmensos, el Perito Moreno tiene una extensión similar a la de Buenos Aires, ocupa unos 200 km2, pero aún más grandes son los glaciares Upsala y Viedma, este último casi tiene 1.000 km2. y varias decenas de kilómetros de lengua, o sea de recorrido.

El clima patagónico es muy peculiar. La zona más llana y oriental es semiárida, una estepa, es casi un desierto climático y humano, pues la densidad de población también es bajísima. Esta zona se dedica a la ganadería. En las cercanías de la cordillera el tiempo se hace más húmedo y frío por la influencia del océano Pacífico y los Andes. Se produce un cambio climático muy brusco.

Cordero al espetoEsas estepas repletas de hierba típicas de la Patagonia son muy buenas para el ganado. La fama de la carne argentina procede en parte de aquí. El cordero asado, que es tradicional en esta tierra, se cría en este paisaje. Las extensiones son de tal magnitud y tan desoladas que los gauchos tenían un pacto entre ellos: «El hombre que necesite comer al cabalgar por estos llanos puede matar una res para comerla, siempre y cuando cuelgue su cuero en una valla«. Aún se ve algún cuero colgado que nos revela que alguien en algún momento se vió en la situación extrema de tener que matar una res, abrirla, clavarla en el suelo y hacer una hoguera para comer su carne. Lo ideal sería no llegar a ese límite, mejor es comer en un restaurante este cordero al espeto con un vino argentino de Mendoza, la zona vitivinícola de más calidad. Puede parecer que en Argentina, al comerse la carne más hecha, se come la carne más seca, pues no es así: el cordero asado está riquísimo y jugoso, pues conserva la grasa necesaria para que mantenga su sabor y jugo, y no resulte empalagoso. Es una joya gastronómica y un rito a la hora de preparar el fuego, espetar el cordero, etc.

Valle del río VueltasEn la cercanía de la gran cordillera la vegetación cambia como lo hace el clima. Las hierbas se convierten en arbustos y luego en árboles. Ya en las primeras estribaciones montañosas aparecen los bosques y de repente entre ellos surgen los hielos compartiendo el mismo territorio. Los gigantes glaciares blancos y azulados se deslizan tortuosos durante decenas de kilómetros hasta volcar sus rocas de agua al lago que ellos mismos han formado. Lentamente avanzan por los cauces rocosos arrastrando hielo, otra roca. Los valles glaciares que conocemos en las montañas tienen forma de U normalmente, pero en la Patagonia las extensiones son tan enormes y tienen tan poco desnivel que el fondo de los valles es plano. En medio de estas llanuras aparecen grandes bolos de roca aislados, algunos mayores que el autobús, que algún día hace milenios el glaciar menguante dejó de transportar por falta de fuerza de arrastre. Se llaman bloques erráticos y se quedaron allí abandonados a medio camino, sin llegar hasta el final del glaciar.

El río de hielo ruge en su lento avance y, a veces en su interior, suenan golpes por los desplomes de agua sólida o cruje por su movimiento. Se forman grandes grietas azuladas y grandes crestas blancas con rayas teñidas de gris por las limaduras de roca que recoge del suelo y transporta.

La nieve tiene muchos blancos diferentes que tan solo los esquimales conocen con todo detalle, ellos tienen muchas palabras para definir los diferentes tonos de blanco. Aquí también es azul pues este color tiene más capacidad para atravesar el hielo que los tonos amarillos y rojos que son reflejados o rechazados por la solidez del agua. Tan solo un color frío como el azul, podría estar en el glaciar, pero curiosamente el cielo está despejado y ¡también es azulado! En ese cénit índigo una silueta negra de un ave enorme se sujeta inmóvil en el aire a cientos o, tal vez, a miles de metros. El cóndor de los Andes vigila su territorio con serenidad. Al observarle con prismáticos se aprecia el collar blanco que circunda su cuello, eso le otorga majestad al señor de los Andes. Su elegancia le delata. El magnífico buitre blanquinegro se desplaza a vela por el firmamento.

Glaciar Perito MorenoLos glaciares llevan menguando una decena de milenios pero últimamente parecen apresurarse por desaparecer en pocos siglos o, tal vez, en menos tiempo. Por esta razón casi todos acaban en un lago de aguas de un color entre gris, azul y blanquecino a estas aguas se les llama leche glacial. La erosión tiñe las aguas que por él discurren hasta darle ese característico color que desde el aire contrasta con las aguas más oscuras que aportan los ríos líquidos. El Perito Moreno se resiste a menguar y lleva la contraria inexplicablemente.

Hace un siglo su lengua aumentó unos 750 m. hasta apoyarse en la península de Magallanes y desde entonces se producen las famosas roturas, la última fue en 2008, que han hecho que este río de hielo sea un ejemplo único en el mundo. Sus hielos, emergidos 60 metros y sumergidos más de 100, van a dos lagos: al lago Rico y al Argentino. El primer lago es cerrado y su nivel sube al estar taponado por el Perito, mientras las aguas del Argentino se van a desaguar al océano. Al estar las aguas del Rico más altas erosionan, o mejor dicho licúan, poco a poco el hielo del Perito Moreno, que al final cede al líquido elemento. Éstas forman un arco de hielo que, al hacerse muy grande, la gravedad tumba en lo que se ha dado a conocer como la ruptura del glaciar. Al derrumbarse  se forma el espectáculo natural más impresionante de la Patagonia. Es casi imposible coincidir con este evento, sin embargo, no es difícil ver al final del verano austral «pequeñas» rupturas de varios cientos de metros cúbicos que dan la idea de lo que puede ser esa gran rotura, dan idea del poder de los glaciares.

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El Parque Nacional de los Glaciares es una maravilla natural repleta de lagos, bosques, cerros y glaciares. Al norte del Perito Moreno está El Chaltén, que significa montaña humeante en el idioma local. En El Chaltén además de haber hielo hay roca. Allí existen unas agujas impresionantes de granito que tal vez sean la catedral mundial de la escalada. El Cerro Torre, el Poincenot y el Chaltén o Fitz Roy son posiblemente las montañas más bellas de la Tierra.

El Poincenot, el Fitz Roy, el glaciar y la laguna de los TresEstos colosos pétreos asoman verticales sobre los glaciares que les rodean, como si quisieran escapar del hielo al cielo. Las montañas no están solas, tienen la compañía de otras torres graníticas, que por sí solas serían un templo natural en cualquier lugar del mundo, pero aquí son meros comparsas.

El panorama no es fácil de describir, pero intentar hacerlo con las sensaciones que se sienten estando allí resulta aún más difícil. Es un paisaje único y absolutamente impactante.

Estos monstruos de roca, erguidos y desafiantes, contraponen su verticalidad frente a los gigantes de hielo tendidos en horizontal como un manto blanco de silencio frío que parece ralentizar la vida hasta parar su ritmo circadiano, hasta convertir los días en años.

Las montañas tienen un gran poder de atracción sobre el hombre. Trepar por sus paredes, encaramarse en sus cumbres y sufrir mientras estos objetivos se intentan conseguir son algunos de los placeres que llenan plenamente los cerebros y los corazones humanos. Entre los epitafios de escaladores se encuentran frases demoledoras que hacen referencia a la suerte que les hizo quedarse allí. No hace falta ser un escalador excelente que haga decenas de grandes cumbres en su vida para tener estas sensaciones cuando se afronta una montaña. No, el espíritu del amante de la montaña es el mismo, independientemente del objetivo que se tenga.

El pico Fitz Roy, El Chaltén o la montaña humeante (Derecha)Partiendo desde El Chaltén por el valle del río Vueltas, en el que se ahogó el propio Poincenot, de quien recibe el nombre uno de los picos, se asciende por un bosque y luego una ladera para llegar hasta la laguna Capri o al mirador desde el que se divisa una vista del Fitz Roy, muy buena pero lejana.

Después hay un trecho llano y tras cruzar el lugar del asentamiento del campamento base para escalar estos colosos se sube un desnivel cercano a los 500 metros en una cuesta muy empinada, unos 45 grados, que acaba en la laguna de los Tres, desde donde se ven los 3.405 metros del monte Fitz Roy o El Chaltén, la montaña humeante, justo al otro lado de la laguna y encima del glaciar que desemboca en ella. Es una roca descomunal de granito que se erige como un obelisco gigante. Las demás agujas de piedra que le acompañan, aunque se quedan enanas junto a él, son unas moles únicas incluso alguna es aún más escultural como es el caso del Cerro Torre de 3.133 m. o el pico Poincenot de 3.002 m. Estos colosos son verdaderas maravillas de la naturaleza. Tanta belleza asombra.

Vista del llano patagónicoLa grandiosidad y el esplendor de la naturaleza siempre han cautivado al hombre, que ha mirado estos edenes con arrobo. Los antiguos pobladores de la Tierra buscaban en ellos a sus dioses. Los ríos, las montañas, el sol, etc. eran en muchos casos los seres sobrenaturales en los que aquellos humanos confiaban sus creencias. Después los dioses se antropomorfizaron. ¿Paso adelante o paso hacia atrás?

Sin embargo, lugares como El Chaltén deberían ser lugar de peregrinación para todos aquellos que creen en la naturaleza y la aman, para todos aquellos que como los indios americanos tienen la sensibilidad necesaria para respetar y admirar la naturaleza salvaje.

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