Los indios americanos, desde tiempos inmemoriales, eran conocedores de productos supuestamente religioso-medicinales, algunos de ellos adictivos o alucinógenos, como puedan ser la coca o la mezcalina, y muchos de ellos que no lo eran y tenían propiedades realmente curativas.
Dentro de estos últimos se encuentra el árbol de la quina o chinchona, que originariamente era llamado por los pueblos indígenas quinquina (la corteza de las cortezas) y que crecía salvaje en las faldas de los Andes.
Otro de los nombres que le dieron los conquistadores fue «Árbol de la Fiebre», ya que el efecto antipirético de la corteza del árbol paliaba los efectos del paludismo. Cuenta la leyenda que la esposa del Virrey del Perú, el Conde de Chichón, fue curada en 1638 de una malaria gracias a que un indio le administró corteza de la quina. Esta dama, Francisca Henríquez, agradecida, proveyó de esta corteza a otros enfermos en Lima, a la vez que alertaba a la Corona de los beneficios de la cura.
La quina y sus efectos medicionales
Fuente: Historia de la Medicina.
Los jesuitas y el Vaticano mismo resultaron muy importantes para la promoción de la quina; los jesuitas a menudo la regalaron, los comerciantes la vendieron y los reyes de España lo obsequiaron a los poderosos de la tierra, pues el paludismo no respetaba la posición social. Un jesuita, el Cardenal y filósofo Juan de Lugo la dio a conocer al médico del Papa Inocencio X. Gustó mucho allá y más tarde consiguió no sólo el respaldo de la Iglesia, sino que apareció una Cédula Romana con instrucciones para su uso.
Por esto la droga se llamó «Corteza de los jesuitas» o «del Cardenal». Pero en muchas regiones esto fue contraproducente, porque las prevalentes teorías de Galeno sostenían que la «fiebre de los pantanos» era una enfermedad de los humores que se debía limpiar con sangrías o con eméticos que junto con las purgas, los diaforéticos y los vesicatorios se denominaban «terapias de agotamiento».
Además la quina se usó en toda clase de fiebres incluso las no palúdicas, por lo que a menudo resultaba ineficaz; y otra, porque en regiones no partidarias de Roma como en Inglaterra, pensaban que se trataba de un complot papal. Cromwell por ejemplo prefirió morir de malaria, antes de ingerir el «polvo del demonio». Sin embargo fue en la Farmacopea londinense donde se hizo reconocimiento por primera vez a la quina, poniéndola en la lista como Cortex peruana.
De la quina al Gin Tonic
En sucesivos años, el árbol fue sacado de su hábitat natural y se pasó a plantar prácticamente en toda la franja tropical, aunque su aplicación se hizo famosa a nivel mundial en al primera mitad del siglo XIX cuando los oficiales del Ejército británico pensaron que prevenía la malaria.
La forma de administración del brebaje fue mezclar el amargo polvo de la corteza de la quina con azúcar y agua para hacerlo más soportable, dando lugar a la primera «India Tonic Water». Fueron los mismos británicos los que decidieron añadir al anterior compuesto un poco de ginebra, creando el «gin tonic» que, con el tiempo, acabaría siendo la bebida oficiosa del Imperio Británico.
Dos siglos después: Fever Tree, la primera tónica Premium
El Presidente de Plimouth Gin, Charles Rolls, realizó en el año 2000 una cata en Nueva York con objeto de demostrar las diferencias que había entre los gin tonics usando las distintas ginebras Premium que existían: Bombay Sapphire, Tankeray, Hendricks… El resultado fue desalentador, ya que las tónicas tapaban los aromas y la complejidad de todos los destilados, haciendo inidentificables las diferentes ginebras que constituían la base del combinado. En paralelo Tim Warrilow, experto en marketing de productos Premium, había empezado a investigar en el mundo de los destilados y «mixers»: refrescos que se mezclan con los primeros para conseguir un combinado.
Rolls y Warrilow se unieron con el objetivo de conseguir un «mixer», en este caso agua tónica, que acompañara a los alcoholes de alta gama, ante la falta de calidad que se encontraron en las tónicas: aromas artificiales, edulcorantes, conservantes, etcétera, y se embarcaron en el proyecto Fever Tree. Algún tiempo después encontraron el ingrediente clave, la quinina de más calidad, en la frontera entre Ruanda y el Congo, y ocho sabores botánicos tales como extractos de caléndula africana y naranja amarga en Tanzania.
Seis años después de su aparición y gracias a un amigo Británico, Ferran Adriá introdujo esta tónica en su carta creando el plato «Sopa de agua tónica elaborada con Fever Tree», y actualmente en 2010 ésta se encuentra en cualquier bar que se precie de hacer un buen gin tonic.
Algunas recomendaciones para tomar un buen gin tonic en Madrid y Provincia son Bristol Bar, O’ Clock, Le Cabrera, El Padre, y el aquí comentado Diez, o el XiX en Barcelona. ¿Conoces algún otro sitio donde sirvan un buen combinado con ginebra? ¿A que esperas para compartirlo con nosotros en los comentarios?