Hay que considerar qué ocurre antes de meter el vino en una botella y no sólo lo que ocurre después

La viña catalana y la pérdida de identidad: las luces

Silvia Naranjo y Jordi Alcover10/11/2010

Tras el éxito entre nuestros lectores de la primera parte, completamos hoy esta serie de artículos en los que Silvia Naranjo y Jordi Alcover, autores de la Guía de Vinos de Cataluña: jóvenes, apasionados y profundos conocedores de la problemática del vino en esta zona, nos muestran las luces y sombras del negocio vinícola catalán. Si la semana pasada nos hablaban de las sombras, es turno ahora para las luces, que afortunadamente también las hay.

Desde la Guía de Vinos de Cataluña se está potenciando una adecuación a lo que otros mercados han desarrollado para diferenciar unos vinos de otrosDesde la Guía de Vinos de Cataluña se está potenciando una adecuación a lo que otros mercados han desarrollado para diferenciar unos vinos de otros

Después de la instantánea sobre la situación actual del vino catalán, creemos que es hora de explicar de dónde procede esta nueva tendencia que tenemos la suerte de catalizar, que no iniciar: cabe decir que desde la Guía de Vinos de Cataluña se está potenciando una nueva versión de la oferta, una adecuación a lo que otros mercados han desarrollado para diferenciar unos vinos de otros. Con mayor o menor acierto en el resultado comercial, estos marcos en los que se clasifican los vinos en muchas partes de Europa lo que persiguen es salvaguardar la identidad del territorio por dos razones:

  • La primera, que es una de las funciones que se atribuye a una DO.
  • La segunda, que esa preservación es la garantía de la continuidad de un argumento comercial permanente de cara al mercado.

Previamente a que nosotros detectáramos esta inversión del camino que debe seguir un producto como el vino hasta llegar a manos del consumidor, había ya quien estaba trabajando, desde su bodega, en esta dirección. No hemos descubierto nada, tan sólo somos los portavoces de una tendencia que, con dificultades, algunos viticultores catalanes estaban llevando a la práctica con más o menos compromiso y suerte.

Principalmente el sur de Cataluña se rige por parámetros de autenticidad mucho más tangibles. Para ello hay una razón clara para cada una de las tres DO afectadas, es decir, Terra Alta, Montsant y Priorat:

  • Mapa de las Denominaciones de Origen de Cataluña (Fuente: Wikipedia)Mapa de las Denominaciones de Origen de Cataluña (Fuente: Wikipedia)

    En el caso de la primera, sólo el hecho de no ser incluida en la Región Cava ha salvado un patrimonio impresionante de garnacha blanca que comienza a aflorar en un porcentaje alto de sus posibilidades, y que sin duda en el futuro será uno de los puntales de la tipicidad en la oferta del vino catalán. Se trata de una cepa casi exclusiva de Cataluña, ya que se da en estas tres DO que hemos citado y también en Empordà, así como en el Rosellón, principalmente. Pero el 70% de la garnacha blanca que hay en el mundo se encuentra localizado en la Terra Alta. El último de los disparates que ha cometido un Consejo Regulador, por cierto, se localiza en Gandesa precisamente, al admitir la chardonnay para vinificar en blanco con sello de la DO. Estos últimos coletazos de las tendencias hacia la globalización dejan claro que la pérdida de este patrimonio hubiera sido un hecho si la Región Cava hubiera llegado hasta allí: ahora estaríamos hablando de macabeu, parellada, pinot noir y chardonnay (la xarel·lo no se da bien por encima de 400 m, o eso dicen).

  • La orografía increíblemente complicada de las otras dos imposibilita el empleo de técnicas «industriales» de viticultura. Además, la productividad de las viñas suele ser mucho menor, al tratarse de suelos menos fértiles, más comprometidos con las viñas que han sostenido siempre: los vinos de estas zonas solían emplearse para que otros más reputados ganaran cuerpo, sabor y color, normalmente sin que se supiera. Este fenómeno hizo que en toda Europa el vino del Priorat (que antes comprendía buena parte del actual Montsant) se tuviera por un tinto de calidad naturalmente excepcional; un vino de terroir, de territorio, con personalidad única. Además, la forzada ausencia de la industria mantuvo la zona en la miseria más absoluta, hasta que hace poco más o menos 20 años se dió con la vía correcta para actualizar y valorar estos vinos. Si bien durante unos años la sobrevaloración de los mismos ha sido excesiva, ha servido para dejar claro que no se trata del mismo vino que se puede cosechar a máquina, o que carece de historia y de mensaje: los precios están conteniéndose, pero no van a equipararse jamás a los de los vinos de mercado de las zonas centrales.

Así las cosas, desde la nueva situación la recuperación de la personalidad del vino catalán pasa por los despachos como hemos visto, pero se inició con actitudes concretas y comprometidas con el territorio en el sur de Cataluña y se está extendiendo, desde hace unos cuatro años, cada vez más por las viñas catalanas. Hoy día, en el debate sobre las variedades autóctonas siempre aparece alguien que, para salir airoso del paso y no entrar en conflicto con nadie, dice que «hay cabernets muy buenos», a lo que nosotros, desde nuestra experiencia, solemos contestar que son tan pocos que no justifican el expolio cometido, y mucho menos la pérdida del patrimonio varietal; y que, además, las garnachas del sur o el norte catalán son bastante mejores a igualdad de precio. Nos imaginamos que ocurre lo mismo en otras zonas de España, donde el mismo fenómeno debe generar el mismo debate. En la misma situación se encuentran Navarra, Somontano o Montes de Toledo, entre otras, y el impasse comercial es equivalente al catalán. Al final será necesario afrontar una solución conjunta, también desde los despachos probablemente.

El compromiso de las bodegas

Jugar en los dos campos es necesario para realizar una transición en orden y lo menos traumática posibleJugar en los dos campos es necesario para realizar una transición en orden y lo menos traumática posible

Actualmente muchos elaboradores juegan en dos campos a la vez, iniciando un cambio con el que intentan contentar a todos los públicos y con el que afrontan una nueva etapa a la que quieren adaptarse de forma no traumática. Los ejemplos claros están en el Penedés, con Parató elaborando un impresionante samsó al mismo tiempo que un rosado de pinot noir o un tinto de cabernet sauvignon. O Mas Candí, que elabora desde hace unos años un tinto con una variedad procedente de Valencia, documentada en toda Catalunya durante los últimos trescientos años: la mandó, pero complementando su gama con dos tintos de cabernet sauvignon al 90% o más. Este «nadar y guardar la ropa» es moneda de cambio frecuente entre las empresas vinícolas catalanas y es, además, necesario para realizar una transición en orden y lo menos traumática posible.

Otras bodegas tienen un compromiso directo y más explícito con una variedad o con un concepto concreto. Heretat Mont Rubí y Can Ramon, contra viento y marea, han conseguido recuperar y mantener una variedad denostada por todo el Penedés como la Sumoll, rechazada en 1982 pese a haber sido la uva tinta más cultivada en la zona en los últimos dos siglos. Que los tiempos cambian lo atestigua el hecho de que finalmente este verano ha sido readmitida por el consejo regulador en Vilafranca, y que DO Tarragona, DO Cataluña y DO Pla de Bages la admitían incluso antes que Penedés. Otros viticultores como Vinyes Domènech u Orto Vins se preocupan de conservar joyas como la garnacha peluda o la picapoll tinta, entre otras, que conservan en menor cantidad con la idea de replantarlas cada año hasta tener cantidades de uva significativas para hacer microvinificaciones que permitan conocer el potencial de cada una. En el norte, los pies de la Serra de l’Albera contemplan las viñas de cariñena blanca que tres bodegas están recuperando con vinos excepcionales: Nívia, de Mas LLunes; Masia Carreras Blanc, de Martí Fabra; y La Garriga Blanco y Ex Ex Blanco, de Perelada son cuatro referencias que mantienen la esperanza de una calidad e identidad absolutamente únicas en la zona. En la Conca de Barberà, Carles Andreu ha sido el pionero en reivindicar la Trepat como variedad para hacer tintos ligeros y aromáticos, paradójicos por ser elegantes y amables pero un punto rústicos a la vez. Tras él comienzan a aparecer otros que siguen la tendencia y la enriquecen. Y entre otros, Bàrbara Forés trabaja mejor cada año para recuperar la morenillo en la Terra Alta. Hay algunos más, pero la verdad es que nos extenderíamos demasiado.

Segunda conclusión

Hay que considerar qué ocurre antes de meter el vino en una botella y no sólo lo que ocurre despuésHay que considerar qué ocurre antes de meter el vino en una botella y no sólo lo que ocurre después

No todo son sombras en el vino catalán, ni tampoco nos hemos sacado de la chistera ninguna fórmula mágica que no estuviera ya en el ambiente, como veis. Hay mucho que corregir, sobre todo en las zonas centrales, y hay mucho que no podremos recuperar, eso está claro, pero no todo está perdido. En los actos a los que asistimos presentando nuestro trabajo, o bien en nuestras prospecciones particulares en busca de cepas olvidadas, hemos encontrado pagesos que nos hablan de variedades casi perdidas, cuyo nombre casi se ha olvidado, enterrado por la sonoridad del acento francés cuando lo escucha un provinciano. Es imprescindible mencionar la Fundació Remença XXI, de los pagesos de Calonge (Empordà), que mantienen un tesoro varietal que comprende la jaqué, la beba, la aramon, la mandó, la mollí, y muchas otras que no recordamos ahora. Así que algunas variedades existen aún. Hay mucho trabajo por delante y hay que hacerlo.

No sin cierto escarnio, además, se da la circunstancia, insultante desde cualquier punto de vista, de que la mediocridad de la mayoría de los tintos catalanes está basada en cabernet sauvignon y merlot: son vinos con un soporte vegetal excesivo, sin estructura ni armonía, sin la calidad de cualquier vino básico de garnacha de Empordà, Montsant o Terra Alta, muy asequibles por cierto. Está claro que para este viaje no hacían falta las alforjas.

El centro de nuestro discurso está en considerar lo que ocurre antes de meter el vino en una botella y llevarla al mercado, cuando el sector suele considerar sólo lo que ocurre después. No es lo único que nos importa si el vino es mejor o peor: eso es tan importante como que no distorsione el territorio del que procede, porque en ese caso está tergiversando su identidad y abocándolo tarde o temprano a un futuro incierto, a la vez que imposibilita la recuperación de su idiosincrasia histórica. Lo que sí es nuevo, quizá, es que una Guía se moje en estos compromisos desde el primer año; más aún, cuando hace ya mucho que esto ocurre.