El territorio de Las Hurdes ha sido siempre desconocido, aislado y poco productivo. La comarca que aún llaman «Tierra sin tierra», porque precisamente solamente tiene rocas y un pequeño suelo que no permite la agricultura, ha sido un lugar de eterna pobreza para sus pobladores. Además de la falta de suelo fértil, el relieve abrupto no ha favorecido nunca la labor agrícola y ganadera. Ya en 1922 Alfonso XIII hizo un viaje a caballo por esta comarca debido a que un informe médico de entonces decía que había muchas enfermedades endémicas, mucha pobreza y, sobre todo, hambre. Esta situación de extrema pobreza se ha mantenido hasta no hace muchos años en que la gente empezó a emigrar a Cáceres, Madrid o Barcelona. A pesar de la despoblación y la mejora de las carreteras, aún hoy se encuentran en Las Hurdes estampas dignas de otras épocas.
Es una maravilla pasear por pueblos como Ladrillar o por alquerías como El Gasco, Martilandrán o Aceitunilla y encontrar la arquitectura tradicional perfectamente conservada.
Las casitas aunque pobres son preciosas, están edificadas con lajas de pizarra y troncos de madera; así las construían totalmente, incluso los balcones o el suelo era de pizarra. Muchas veces algunas de sus dependencias no tenían ventanas o si las había eran muy pequeñas; la oscuridad lo ocupaba todo de día y de noche dentro de estas casas en las que no ha habido ni agua ni luz hasta hace pocas décadas.
Si se recorren estos pueblos en soledad impresiona ver las calles, los edificios y las pequeñas dependencias en las que se hacinaban varias personas de la familia. Estaban totalmente camufladas en el paisaje porque están hechas de piedra, tanto las paredes como los tejados, que es el elemento que más abunda en el entorno, así vistas en la distancia no parecen viviendas, sino formaciones rocosas de la propia ladera.
La mala higiene, la deficiencia del sistema sanitario, la consanguineidad, el hacinamiento, la deficiente alimentación, etcétera, fueron haciendo que los hurdanos sufrieran enfermedades como el raquitismo o el bocio, así como una esperanza de vida menor que en otros lugares de España. En la época de Alfonso XIII se hicieron mediciones y pruebas médicas y en algunas alquerías la talla media era de 1,51 m. y aproximadamente el 57% de la población era inútil para el servicio militar.
Poco aprovechamiento se sacaba de esta zona. La agricultura era excepcional en los bancales que hacían en las laderas en los que plantaban olivos y en las pequeñas huertas que hacían junto a los ríos trayendo la tierra de lejos como si fuese oro en paño. A veces las crecidas de estos ríos arrasaban estas pequeñas huertas, llevándose la tierra y haciendo que al perro flaco todo se le volvieran pulgas, volviendo a tener que empezar de nuevo con la traída de tierra fértil para organizar una nueva huerta. Los más afortunados tenían cabras y también algunos tenían colmenas.
En estas colmenas las abejas producían una joya gastronómica de Las Hurdes: la miel . Precisamente el sotobosque hurdano estaba repleto de brezo, espliego o lavanda y su miel es, aún hoy, un producto que se aprecia mucho porque es muy natural. En la zona no hay apenas contaminación, ni insecticidas, ni abonos químicos… Así pues el producto resultante es de una calidad muy buena.
Unos años después, once concretamente, de que visitase la comarca el rey, la visitó Luis Buñuel con la intención de hacer un documental que estremece al verlo. «Tierra sin pan» es el título de este trabajo que rodó el insigne director en 1933. En él se aprecia la pobreza extrema en la que vivían los hurdanos. Es impresionante. Algunas imágenes que hay en este documental se quedan en la memoria durante años.
Tierra sin tierra la siguen llamando por la carencia de suelo y la dificultad que aún hoy existe para cultivarla. Tierra sin pan la denominó Luis Buñuel en su película. Tierra con quesos, aceite de oliva y, sobre todo, con miel es su realidad gastronómica. Esto es debido a que su monte bajo, que otrora fue pinar, está poblado de brezo, espliego y otros arbustos con flores de polen muy rico y puro. Aunque los meleros y apicultores llevan algunos años tristes y hablando con ellos nos dan una mala noticia: ¡Atención, cada vez hay menos abejas! Esperemos que no desaparezcan, sería una pérdida irreparable.
Puede que les llame la atención a los lectores que una revista digital sobre gastronomía haga mención de la tierra posiblemente más pobre y carente de alimento para sus gentes, sin embargo la miel que allí se ha producido y aún se produce es un alimento natural de una calidad excelente. También Las Hurdes es la famosa tierra del Ciripolen, que el Tío Picho vende como pócima mágica que soluciona multitud de problemas de salud. El ciripolen se elabora con el producto que sale de las colmenas, aunque en un porcentaje mucho más pequeño que la miel. Desde luego la miel es un producto alimenticio que tiene muchas virtudes para la salud, de eso no cabe ninguna duda.