El paso del río Najerilla va dibujando esta ruta que nos lleva a conocer siete villas, las que forman una comarca riojana llena de sorpresas. Lo ideal es partir del Monasterio de Valvanera donde aguarda la patrona de La Rioja, pasar por Anguiano, famoso por sus caparrones, la alubia roja con la que se cocina uno de los platos más populares de La Rioja tanto como sus patatas a la riojana, pero también por la imagen vertiginosa de los ‘danzadores’ que bailan cuesta abajo sobre zancos. Desde aquí, ir hilvanando las siete villas: Canales de la Sierra y su majestuoso románico, Villavelayo confluencia de los ríos Neila y Najerilla, Ventrosa con su museo etnográfico Casa del Maestro, Brieva y su Rancho de Esquileo dedicado a la trashumancia, las Viniegras (de Arriba y de Abajo) y sus vestigios indianos, Mansilla y La Memoria Sumergida… ¡Nos ponemos en marcha!
Canales de la Sierra
Canales de la Sierra está a poco más de 80 km al suroeste de Logroño, en la cabecera del valle del Najerilla. Es un pueblecito con tan solo 99 habitantes censados pero que en verano se llena, sobre todo el cuarto domingo de agosto cuando se celebra una romería a la ermita de la Soledad. El paso del Najerilla nos recuerda su pasado, cuando el agua era un tesoro que hizo florecer la industria textil. Allá por finales del siglo XIX y principios del XX, esta industria vivía un esplendor que hoy atestiguan el antiguo lavadero, el secadero, la tintorería, la prensa.
A la entrada del pueblo se encuentra la Torre del Reloj con un papamoscas (un muñeco autómata que a las horas en punto abre la boca). Al lado, una pared con una campana para tocar a fuego. La iglesia parroquial de Santa María del siglo XVI, construida sobre restos de una iglesia mozárabe. Es una construcción en piedra sillar y mampostería, de una sola nave de tres tramos de distintas proporciones y cabecera rectangular cubierta por bóveda de cañón. En el paseo encontramos numerosos edificios civiles blasonados e importantes, la mayoría de ellos de los siglos XVI y XVII, como el Palacio del ilustre Fernán González. Conserva el teatro barroco con corral de madera más antiguo de La Rioja, del s. XVIII. Pero la joya artística de esta villa es la iglesia románica de San Cristóbal asimilado al Camino de Santiago. También destacan los puentes que unen los dos barrios de la localidad, separados por el río Najerilla.
Villavelayo
Los ríos Najerilla y Neila (que viene de Burgos) unen sus caudales en Villavelayo para, unos metros más abajo, desembocar en el pantano de Mansilla. El pueblo está rodeado de bosques de robles, hayas y pinos. Por eso las setas son uno de sus principales tesoros y en mayo celebran una fiesta gastronómica muy suculenta: el Festival del Perrochico, la seta de San Jorge o seta fina. Hay exposición de setas, charlas y degustaciones de perrochicos cogidos por la zona, preparados en revuelto (más de 300 kg) y acompañados de un bollo de pan y un vaso de vino. En otoño, la temporada de boletus marca otro motivo gastronómico para volver a este pueblo serrano.
Su casco urbano se distribuye en pequeñas callejas que unen la carretera local con una plazuela con vistas al río, donde se encuentra una curiosa estatua de piedra de Santa María, la titular de su iglesia Parroquial. En Villavelayo nació y creció a mediados del siglo Xl Santa Aurea, única santa nacida en La Rioja, que sufrió martirio muriendo emparedada y cuya biografía narra en verso Gonzalo de Berceo en Vida de Santa Oria. La Ermita de Santa Aurea, del siglo XVII, ofrece desde su ubicación una panorámica de todo el pueblo y en marzo se celebra la romería con bailes folclóricos muy vistosos.
Mansilla de la Sierra
El embalse de Mansilla esconde un tesoro bajo sus aguas. Cuando el agua baja y está al mínimo de su capacidad, aparece el ‘pueblo fantasma’ y se pueden ver los restos de la iglesia y otros edificios. En 1960, el agua cubrió el antiguo emplazamiento y 600 vecinos fueron evacuados, protagonizando escenas dramáticas en algunos casos, porque se negaban a dejar que su pueblo y sus historias quedaran bajo el agua. Se cuenta que tuvo que intervenir hasta la Guardia Civil para desalojar a algunos habitantes, ya con el agua por las rodillas.
Los mansillanos recuerdan la historia ya desde el actual Mansilla de la Sierra, nuevo y radiante, y que cuenta con La Casa de las Siete Villas, un museo que recoge la historia de la antigua Casa de Islas, sumergida como el viejo pueblo, donde se reunían antiguamente los alcaldes de las siete villas cada cuatro meses para ordenar los asuntos de la comarca. Ahora es en esta nueva Casa donde se guardan los recuerdos, fotografías y testimonios que ensalzan los viejos tiempos de esta villa que también cautivaron a la escritora Ana María Matute. Y es que la académica pasaba en Mansilla sus veranos (su madre había nacido allí), amaba sus árboles y sus ríos, y supo expresar con sus palabras los sentimientos de los mansillanos. Ahora, «todo está ahogado, viviente y ahogado a un tiempo, bajo esa capa de cristal verde oscuro«.
Ventrosa
El Puente de Hiedra, cubierto totalmente, es espectacular y recibe a los visitantes que siguen el curso del río Najerilla cuando llegan a Ventrosa, un pueblo serrano que roza los 1.000 m. de altitud. Este puente se encuentra entre la ermita de Villarrica y la venta de Goyo, sobre el río Najerilla.
En lo más alto, en el ‘castillo’, se levanta una torre con un reloj de cuatro esferas. Dicen los vecinos que yace sobre el espíritu de una antigua fortaleza y que bajo esa tierra aguardan antiguos tesoros… pero que nadie ha emprendido la búsqueda. Los nostálgicos disfrutarán viendo la Casa del Maestro, con recuerdos de la vieja escuela y otros enseres de las antiguas casas, y los amantes de la bicicleta de montaña disfrutarán siguiendo alguna de las rutas en BTT que parten de aquí.
Las Viniegras, de Arriba y de Abajo
Las Viniegras conservan el espíritu serrano más auténtico y, aunque suene a tópico, aquí el tiempo se ha detenido. El paseo por Viniegra de Abajo nos va relatando las historias de los emigrantes, muchos de los cuáles partieron a Chile, que hicieron fortuna y retornaron dispuestos a compartir una parte con sus vecinos, y así vemos la escuela que donó Venancio Moreno o la fuente de los Cuatro Caños que construyó Andrés Ibáñez… El pueblo está situado en los márgenes del río Urbión, en un paisaje de serena belleza. El casco urbano de calles empedradas conduce a casas palaciegas y antiguas contrucciones de mampostería. El último fin de semana de agosto se celebra la Subida del Santo, que consiste en mover la figura de Santiago de la Iglesia de la Asunción a la ermita para pasar el resto del año.
La tranquilidad se ha instalado también en Viniegra de Arriba, con la iglesia de la Asunción (siglo XV) como gran tesoro artístico y las historias de la emigración y la trashumancia. Y, cuando se acerca la hora de comer, hay que poner rumbo a la Venta de Goyo, donde se reponen fuerzas en esta ruta por las 7 villas de la mejor manera: fiel a la gastronomía tradicional, a los platos de cuchara, nunca falta su popular cocido de alubias rojas con chorizo huesero. Siguiendo la receta familiar, con tiempo y mimo, se logra el singular sabor y textura de estas alubias, cultivadas en las tierras frías de la zona; un plato que atrae tanto a los cazadores y pescadores que pueblan la zona como a visitantes y apasionados del arte del buen comer, que acuden hasta esta casa. Hay que dejarse llevar también por la temporada y probar lo mejor de cada momento: hongos, verduras y caza.
Brieva de Cameros
Este pequeño pueblo riojano pertenece a la comarca de Las Siete Villas, a pesar de «apellidarse» de Cameros. La razón es que, como existen otros pueblos en España con el mismo nombre en Ávila, Burgos y Segovia, se decidió llamarle Brieva de Cameros para diferenciarlo, aunque se encuentre situado en el valle del Najerilla y no en Cameros. Y tras conocer esta curiosidad, sabremos también que es el último pueblo riojano donde se ha mantenido la trashumancia. Por ello se celebra cada año la Fiesta de la Trashumancia en el mes de junio. En la fiesta, a la que acuden miles de personas, se realizan actividades de todo tipo relacionadas con este tradicional sistema ganadero: esquileo a tijera, degustación de migas y caldereta serrana, la feria de la artesanía de la lana…
Durante todo el año se puede conocer el Rancho de Esquileo, un centro que te permite redescubrir las actividades del pasado, hoy desaparecidas, rindiendo homenaje a la figura del esquilador y, por extensión, al mundo de la trashumancia.
Y para dormir…
- La Casa de la Tía Quica, en Viniegra de Abajo. Casa de alquiler completo preparada para grupos de 10 a 12 personas. Consta de 5 estancias, todas ellas totalmente personalizadas con dos ambientes diferenciados: el de habitación y el de estar, separados por un anexo totalmente integrado en el conjunto. En planta baja se encuentra un salón con chimenea a la derecha y una cocina a la izquierda, quedando en medio el original portal empedrado.
- Casa Somera, en Viniegra de Abajo. Casa rehabilitada de más de 100 años que mantiene la arquitectura serrana: muros de mampostería, y cubierta y forjados de madera. La planta baja se usó de herrería y cuadras. Acceso desde la ermita de La Soledad. Original salón distribuido en dos alturas comunicadas por la escalera; la parte baja se usa para desayunos y la alta como zona de estar, con televisión. Los propietarios viven en la parte baja y parte de la primera; el resto de la planta y el ático es para uso exclusivo de los clientes. Tienen acceso directo a la calle por la fachada trasera. Paseos en soledad entre frondosos bosques multicolores y pastizales de la Mesta. Fauna salvaje y ríos cristalinos. Se escucha la berrea del ciervo desde la habitación.
- Posada Hoyos de Iregua, en Villoslada de Cameros. Conocida como «la casa de correos», que mantiene hoy en día en sus bajos, albergó también la telefónica a principios del siglo XX. Hoy día conserva las medidas originales de las antiguas cabinas, por lo que cada habitación tiene su tamaño, su encanto y sus recuerdos particulares. Desde la habitación de cama matrimonial de 150 cm, a la suite de 30 m2, las 11 habitaciones cómodas, confortables, cálidas y de reciente remodelación en colchones, ajuar y decoración, tienen un denominador común; unas espectaculares vistas al pueblo, a la Sierra de Cameros y al río Iregua.