
En Fitur, Letizia Ortiz le pidió al cocinero David Muñoz un hueco para comer en su restaurante. Al parecer, su secretaria lo había intentado varias veces sin éxito. El chef de Diverxo le dijo que haría lo posible, aunque finalmente la pareja Real consiguió comer en el restaurante porque les pusieron en lista de espera (aunque las malas lenguas dicen que levantaron una mesa). Lo cierto es que tanto Felipe como Letizia aprecian la cocina de vanguardia, como la que realiza el tres estrellas, pero también la tradicional. En sus visitas por España hay que tener en cuenta los restaurantes que les gustan: en el país vasco no se pierden Arzak, pero cuando han ido a Segovia han comido cochinillo.
Durante su noviazgo, lo gastronómico era importante pero también la discreción, así que sus restaurantes preferidos eran los que contaban con reservados, como el Príncipe y Serrano en Madrid, donde degustaban buena cocina de mercado con toques creativos. Quien escribe estas líneas ha compartido restaurante con la pareja, y no precisamente de alto nivel gastronómico, como es el caso del Medina Mayrit en la calle Atocha, un restaurante de cocina árabe con baile de la danza del vientre incluido. Letizia y Felipe venían del teatro y les dieron de cenar a altas horas, repitiendo danza sólo para ellos (y también para otros, como yo misma, que aún estábamos en el establecimiento).
A pesar de la delgadez de la ya Reina de España come como una lima. En una ocasión en Alimentaria se lo pregunté, aunque no es necesario, todos los chefs donde han comido lo confirman: no sólo comen bien, sino que de todo y prefieren tomar lo último del restaurante; les encantan las novedades, al contrario que a Juan Carlos, quien aprecia mucho más la cocina tradicional, un gusto que también comparte la Infanta Elena.
Letizia ha popularizado a Felipe y ya no sólo comen en restaurantes elegantes como Diverxo (Calle Pensamiento, 28) o degustan la cocina francesa exquisita de Horcher (Alfonso XII,6), cuyos tickets no bajan de los 100 euros por menú. También visitan locales de moda que tienen unos tickets medios de 4o ó 50 euros, como Ten con Ten (Ayala,6); El Asador Donostiarra (infanta Mercedes 79) o incluso Casa Lucio (Cava Baja,35), así como otro de la familia de Lucio: El Landó (Plaza de Gabriel Miró,8), donde no se pierden el buen jamón, la ensalada de tomate bien aliñada y los huevos estrellados.
Disfrutan también del típico restaurante intimista en la capital, algunas veces se les ha visto en Asiana (Travesía de San Mateo,4), que cuenta con recovecos muy íntimos, rodeados de los objetos que el establecimiento también vende durante el día como tienda de antigüedades y donde se ofrece cocina fusión oriental, pero a la vez con sabores muy mediterráneos. Ambos se suban al gusto por la cocina oriental, especialmente la japonesa, donde van a pequeños establecimientos como el japonés Musashi (Calle las conchas,4). Con sus hijas visitan algún italiano, como Don Giovanni, también uno de los preferidos de la Infanta Elena, o la pizzería Enma y Julia (Cava Baja, 19), incluso alguna hamburguesa de Alfredo’s.
Quien más entiende de restaurantes es Letizia, ya que sus amigas le cuentan donde han ido y también lee las críticas gastronómicas de los periódicos y se apunta lugares donde ir. También visitan establecimientos económicos cuando lo que quieren es tomar un cuscús, un kebab o unas tortillas mexicanas.
Según la periodista gastronómica Maricar de la Sierra, también se van de copas, sus locales preferidos son la coctelería José Alfredo (Silva, 22), De Diego (Reina,12) o al Costello (Caballero de Gracia, 10) donde, además, se suelen quedar a los conciertos. A la hasta hace poco princesa de Asturias le gusta estar rodeada de gente normal, ser una mas entre los demás, es posible que la razón sea que así se siente más libre.
Preguntados algunos de los establecimientos citados, tanto Letizia como Felipe siempre pagan las cuentas, su personal de seguridad se sientan en otra mesa discretamente, aunque a veces alguno se queda en la puerta de la calle, discretamente miran el baño y repasan la sala, y nunca reservan a nombre de los ilustres comensales: el restaurante se entera de quiénes son cuando llegan.