
Una situación cercana al centro de Europa y a la vez bien comunicada con el Mediterráneo ha propiciado que Lyon tenga una larga e interesante historia vinculada a las culturas mediterráneas, aunque también ha sabido aprovechar la industria y la tecnología que han ido surgiendo en el corazón de Europa. Incluso ha sido el escenario de algunos revolucionarios inventos que cambiarían el mundo durante el siglo XX, como el globo aerostático en el siglo XVIII y el cine a finales del XIX.
Desde que hace dos milenios fuera la capital de la Galia romana, hasta la repercusión que tuvo a finales de la Edad Media el uso de la imprenta o, más tarde, la fabricación de tejidos de seda o, a finales del XIX, el invento del cinematógrafo, esta ciudad ha sido fundamental en la vida occidental. Lyon fue esencial en el pasado y lo es en el presente de Europa pero, sin duda, tendrá mucho que decir en el futuro.
La Mesopotamia francesa
Al igual que Mesopotamia, la capital de la Galia romana (Lyon fue la antigua Lugdunum) estaba ubicada entre dos grandes ríos franceses. La actual Lyon se sitúa junto al Saona, que trae sus aguas desde Borgoña y que es afluente del otro río que también pasa por la ciudad: el Ródano. Este último procede de los Alpes y, concretamente, conduce las aguas del lago Lemán hasta desembocarlas en el Mediterráneo. Estas vías de comunicación líquidas han aportado mucho a Lyon y le han ayudado en su brillante historia.
Como no podía ser de otro modo en la confluencia entre ambos ríos está el Musée des Confluences, todo un homenaje al ser humano. Desde la distancia, el edificio se muestra como una verdadera joya arquitectónica, moderna y abstracta; y su forma y sus materiales atraen las miradas. Una vez dentro, los espacios son sensacionales. Las salas acogen el museo del Hombre y en ellas se explica cómo hemos evolucionado en todos los aspectos, y cómo nos relacionamos con la Tierra y su vida. La colección permanente expuesta se entiende con facilidad porque la información es precisa, pero no excesivamente técnica, y en cada estancia se hace referencia a un aspecto humano. Es una visita muy interesante porque se aprende desde los orígenes, pasando por las especies, la sociedad, las creencias… En definitiva, todo lo que nos caracteriza como humanos (lo bueno y lo malo) se puede conocer en este museo.
Una ciudad de cine
En el siglo XIX se inventó la fotografía y, antes de que se acabara el siglo, dos hermanos lioneses, los Lumiere, un nombre que significa luz, idea o brillo, inventaron el cine. No podían tener un nombre más adecuado, pues idearon un sistema que iluminó el movimiento. Dieron luz e inmortalizaron lo que grababan en una sucesión de fotogramas, inventando el cinematógrafo. Un invento sensacional que sirve para informar, entretener y divertir, al igual que su museo y, además, al visitarlo se puede disfrutar del lugar en el que se rodó la primera película.
Antes de entrar al Musée Lumiere hay que ver la multitud de placas de actores y directores que han pasado por allí. ¡Se siente algo indescriptible al estar en la cuna del cine! Al recorrer las salas se ven las cámaras, objetos y multitud de información con datos y anécdotas sobre el invento que de algún modo nos inmortaliza, que de algún modo nos mantiene vivos eternamente.
Un lugar de inventos e industria
Algo más de un siglo antes del invento del cinematógrafo, otros hermanos, los Montgolfier, a unos pocos kilómetros al sur de Lyon, conquistaban el aire con el globo aerostático. Y, mucho antes, a mediados del siglo XV, Gutenberg había inventado la imprenta en Mainz, actualmente Alemania, y también al llegar a Lyon este invento tuvo mucho auge y relevancia, como también lo tuvieron las factorías de seda que poblaban toda la colina de la Cruz Roja. Los edificios factoría siguen allí siglos después tal y como se concibieron con todo su encanto y su grandeza… Y con sus traboules, los pasajes existentes entre estos edificios industriales que unen patios de diferentes fincas, escaleras y vecindades. Son pasadizos que comunican calles de forma secreta. Es un recorrido encantador y mágico, pues al pasear por ellos uno trata de imaginar historias y aventuras que pudieran haber acontecido, el lugar lo inspira. Este paseo nos revela los rincones y detalles más íntimos de aquellas casas del siglo XVII en las que se confeccionaba la mayor parte de la seda que disfrutaban los ricos de la época.
Ciclista y cocinero
Aparte de toda esta grandeza, Lyon es también la capital de la gastronomía y se debe a protagonistas como Eugénie Brazier, más conocida como La Mère Brazier. Ella fue la primera mujer que consiguió en 1933 tres estrellas Michelin y también fue una cocinera importante por haber sido la maestra que enseñó a Paul Bocuse. En aquellos tiempos estas «amas de casa» eran las verdaderas encargadas de la creación culinaria y también las artífices de encumbrar a Lyon en la cima de la gastronomía mundial.
Tras acabar la Segunda Guerra Mundial, en 1946, Paul Bocuse, que por entonces contaba con 20 años, se fue en su bicicleta hasta el restaurante Col de Luere, le pidió trabajo a La Mère Brazier y allí aprendió lo suficiente para convertirse en el gran chef que sigue siendo hoy. Paul supo aprovechar los productos locales, debido al lugar estratégico que tiene Lyon: cerca de la montañas, en el valle de buenos ríos y no lejos del Mediterráneo.
Así, tuvo en cuenta la calidad de estos ricos alimentos de cercanía, entre los que destacan: las jugosas frutas y verduras de las huertas del Ródano; carnes como la exquisita Poulet de Bresse (la gallina con los colores de la bandera francesa: cresta roja, cuerpo blanco y patas azules); los pescados de los lagos de Savoie; e, incluso, los quesos, la miel y los buenos vinos de Beaujolais. El conocimiento de la cocina de aquellas amas de casa tradicionales, canalizado a través de La Mère Brazier, la diversidad de un producto gastronómico de calidad y cercanía y, sobre todo, la inteligencia creativa de Paul Bocuse le convirtieron en el fundador de la Nouvelle Cuisine.
En 1961 consiguió la primera estrella Michelin y, a partir de entonces, todo fueron premios y reconocimientos, hasta que en 1987 recibió la condecoración de Oficial de la Legión de Honor concedida por el Presidente de Francia, Jacques Chirac. También en el 87 creó el concurso mundial de chefs que lleva su nombre: Bocuse D’Or, que se ha convertido en uno de los mejores premios para los cocineros. Todavía hoy en día podemos disfrutar de sus platos en su restaurante gastronómico de Lyon: L´Auberge du Pont de Collonges.
Además, no te puedes perder
- Lyon City Card es lo mejor para conocer a fondo la ciudad, porque incluye casi todo.
- Comer en un bouchon (restaurante típico) como Le Laurencin o Café des Fédérations.
- Visitar el Mercado Paul Bocuse, el establecimiento ideal para que gourmands, gourmets o foodies descubran platos suculentos y caten los mejores bocados.
- Conocer la cercana zona de Beaujolais. Sus preciosos pueblos de piedra, sus castillos y sus vinos son inolvidables.