Uno de los mercados más castizos de Madrid, el de Antón Martín (al lado de la plaza del mismo nombre, entre la calle Santa Isabel, 5 y la calle de Atocha) está celebrando su 75 aniversario. Abrió sus puertas en el otoño de 1941 con 172 bancas, diminutos espacios donde se despachaban carnes, verduras y pescados que se pesaban en las rústicas romanas.
Ahora están abiertos 65 puestos, más espaciosos y con modernas instalaciones, muchos dedicados a los productos de siempre: carnicerías, pescaderías, pollerías, panaderías, variantes… a los que se han ido uniendo otros más innovadores, como la tienda de Silvia, La mar de algas, la Ecotienda del Mercado, el único Bar de Cereales de Madrid, la croquetería The Original Globet Croquettes, para comprar y tomar allí con un vino, o la cocina casera para llenar el tupper de La Caracola.
En el mercado encontramos el consejo de los expertos, esos tenderos que nos tratan como a uno más de la familia y además de «darnos siempre lo mejor», nos cuentan los trucos para conservarlo y alguna receta para cocinar: Ismael, Pescaderías La Bilbaína, La Perla de mar, Pollería Casado, Palacio, Romero, Casquería Luis, Frutería Fernando… La venta de productos frescos en los puestos de toda la vida convive desde hace algo más de una década con la comida multicultural (japonesa, italiana, mexicana, colombiana, taiwanesas, española… ) y el taconeo flamenco que llega de la planta alta, donde se encuentra la escuela de baile Amor de Dios.
Este mercado está lleno de vida. Los viejos vecinos del barrio hacen a diario su compra, los jóvenes vienen a comer auténtica cocina internacional y a llevarse alimentos ecológicos y veganos, mientras los turistas bien informados disfrutan de lo lindo en este espacio tan genuinamente madrileño. Su horario es de 9 a 23 horas pero por la noche, para las cenas, sólo queda abierta la entrada por la calle Duque de Fernán Núñez.
Aquí es un placer hacer la compra y, si es por la mañana, tomarse el aperitivo. Paz contagia con su sonrisa la alegría que le da tener la barra llena de cosas ricas. Dicen que el mejor jamón ibérico del mercado lo tiene ella en Donde Sánchez, Cosas ricas…, además de buenos quesos, patés, cervezas y conservas artesanas, chocolate ecológico de Alcalá de Henares y vinos de todas partes. En sus mesas es fácil encontrar a bailaores flamencos, que reponen fuerzas después de ensayar una planta más arriba, en la escuela Amor de Dios.
Una combinación que nunca falla: vermut y lata. Eso es Latazo. Éso, pero con una variedad y calidad exquisita: con 15 referencias de vermús de todas partes (el de grifo, el madrileño Zarro), y conservas muy buenas escogidas por Antonio, como las de catrineta que se sirven en plato, en tosta o en banderilla.
Nacho Sánchez ha realizado su sueño, montar el restaurante crudivegano Botanique, y con él hace soñar cada día a sus clientes y seguidores con un exquisito menú del día (9 euros) y una carta con recetas en las que no se utiliza ningún producto de origen animal y en su mayoría son ecológicos. Desde la tabla de quesos sin leche a su tartar de sandía con aguacate, vamos de sorpresa en sorpresa entre platos que se cocinan sin calor, cocina raw, o a baja temperatura en olla de titanio. Para un extra de vitaminas y sabor, prueba sus zumos verdes de presión en frío.
Enfrente está la Saletta, esa salita con genuino sabor italiano que manejan tres amigos de toda la vida llegados desde Le Marche, en Italia: Máximo en la cocina, Jimi en las mesas y Jonny en la barra repleta de vinos de su tierra. ¿Sus platos fuertes? La porchetta, panceta rellena de especias y al horno, la pasta rellena de vieiras y gambas con salsa de tomate, la burrata y, sobre todo, sus pizzas… entre las mejores de Madrid. ¡Ni te imaginas cómo está la de trufa y búfala!
Seguimos por México. En Cutzamala preparan buenos tacos de pastor, quesadillas con flor de calabaza, guacamole y pico de gallo recién hechos a mano, salsa de chiles frescos pero también algunas recetas 100% mexicanas que te gustará encontrar, como las birrias de res o las tortas ahogadas, típicas de Guadalajara, con una salsa bien picante. Los sábados tienen un brunch mexicano con huevos a elegir: los cutza, los chilakillers o los rancheros, acompañados de café de la Puebla, zumo y bollería mexicana. No faltan las aguas de sabores, cervezas, margaritas, micheladas y un tequila con auténtico agave. Y de México saltamos a Colombia, al «Mono de la Pila«, que es la expresión que usan para quitarse de en medio a los pesados, mandándoles a esta famosa fuente con la figura de un niño parecido al Manneken Pis belga. Y es el nombre que Helena y Jose han elegido para la cevichería «fina» del mercado, con tres especialidades: de corvina salvaje, de pulpo civilizado y de gambas silvestres. Elige la salsa, acompáñalo con la cerveza Club Colombia y remata con un pisco.
Los sabores de Grecia están también en el mercado. Bakáliko prepara cada día su rica empanada, spanakopita con una masa filo espectacular; y no falta la musaka, a su estilo, las soutzoukakia (albóndigas con salsa de tomate y yogur griego), los tradicionales dolmades y para los más golosos, los baklava o pastelitos de hojaldre y miel. Janis, su dueño y cocinero, es muy dicharachero y te explica qué lleva y cómo hace cada plato y todas las curiosidades que quieras conocer de la comida, bebida y costumbre helenas.
Bee Healthy Shop es un pequeño trozo de Asia especializado en cocina taiwanesa. Pequeño, pero muy bien aprovechado, así es que no pierdas detalle y deja que Bing Ling te asesore. Entre sus platos del día, sanos y sabrosos, suele haber arroz con té de Oolong, brochetas de albóndigas de tofu, raviolis de gambas, Taiwán baos, rollo de yuba, wontun de pollo y gambas… Para beber tienen cervezas asiáticas y diferentes tés. Uno de los que más gusta es el Oolong Tea con fruta tropical, y snacks naturales hechos con algas. Tienen menú del día por 5,50 euros, y aunque es un take away se puede tomar la comida en el puesto, ya que tienen una minibarra y alguna silla para tomarlo en un santiamén.
Por último, una recomendación o-bli-ga-to-ria: comer en Yokaloka… si es que aún no lo has hecho. Estamos ante la mejor versión de una ikazaya o taberna japonesa. Yoka Kamada, su propietaria, quería abrir un local al más puro estilo de las casas de comida de Tokio y lo ha conseguido: la barra y el pequeño comedor siempre están de bote en bote. Todo se hace al momento, con productos muy frescos y a precios de mercado, que compra a sus vecinos pescaderos. La cocina se completa con cursos de caligrafía, conciertos y la venta de ropa muy japo, como los calcetines para chanclas. Además del sushi, maki y niguiris, hay que probar su ramen los martes, las trufas de té verde y el sake exclusivo.