Mujeres rurales premiadas por su innovación, Spiga Negra

Spiga Negra recibió en 2021 el Premio a la Innovación para mujeres rurales por su molino semolero y su obrador artesanal de pasta

Natalia Martínez08/03/2022

Desde 2014, Arrate y su hermano Igor emprendieron la aventura de montar su propio molino semolero en las tierras de Humilladero, un pueblo de Málaga. Así nació Spiga Negra. Su objetivo era cerrar el ciclo de producción de pasta; es decir, unir la tierra con el producto final. Por eso, las tierras de campiña andaluza eran el sitio idóneo. Allí se reúnen las condiciones climatológicas y geológicas perfectas para el cultivo del trigo duro. La clase de materia prima necesaria para montar un obrador artesanal de pasta, que pone en valor una pasta de calidad, con cereales locales.

Arrate controlando la calidad de la cosecha de trigo duro

El proyecto Spiga Negra

Arrate nos cuenta que es un poco irónico porque ella y su hermano vienen de la ciudad; y, sin embargo, viven de lo rural. Además, en sus propias palabras «hacen agroindustria desde el polígono«. Esto quiere decir que Spiga Negra no es propietaria de tierras; sino que se pone en contacto con agricultores locales, cuyos cultivos son ecológicos, para que les produzcan los trigos más apropiados. En su molino semolero, situado cerca de las plantaciones, transforman el grano en pasta artesanal preparada para ser vendida. El ciclo cerrado sin salir del entorno.

La idea de montar su propio molino surge porque se habían dado cuenta de que el nexo entre lo que las comarcas producían y lo que allí se consumía se había roto. La idea es recuperar formas tradicionales de trabajar con la materia prima que la tierra nos ofrece; y además, recuperar especies de trigo antiguas cuyas largas raíces pueden estar mejor preparadas para soportar el imparable cambio climático. Gracias a estos interesantes planteamientos, consiguieron ser las ganadoras de la XII edición de los «Premios de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales» que ofrece el Ministerio de Agricultura.

Arrate e Igor están en permanente contacto con los agricultores que producen el cereal.

«Aquí las tareas no entienden de género» cuenta Arrate. Tanto ella, como su hermano, como las otras dos trabajadoras de Spiga Negra son perfectamente capaces de mover el molino. Por lo que el factor diferencial que les llevó a escoger a otras dos mujeres para completar el equipo fue la delicadeza y mimo con el que ellas se acercaban al proceso de transformación de la materia prima que la tierra nos ofrece.

¿Son lo suficientemente fuertes las mujeres rurales?

Conocer el proyecto Spiga Negra nos permite realizar una reflexión muy interesante. La agricultura, la molienda y los procesos de transformación de los alimentos han sido siempre un terreno masculinizado. Un ámbito basado en la fuerza como motor de trabajo. Ver a tres mujeres defendiendo un proyecto que lucha contra los gigantes de la industria semolera nos hace replantearnos cuál debe ser el papel de la fuerza dentro del proceso alimentario.

Cuando el proceso y la maquinaria que se emplea en el trabajo de la tierra o en la transformación de la materia prima se piensa en base a la fuerza extrema, algo está mal pensado. Un proceso basado en la fuerza está pensado para excluir mano de obra, no para darle una oportunidad. El cuerpo y la fuerza que puedes ejercer con él son algo variable, dependiendo del género pero también de la edad.

Arrate controlando el molino y el funcionamiento de la molienda

Solo el 2% de las mujeres empleadas en España, lo están en el sector agrario según el Instituto Nacional de Estadística. Sin embargo, según la ONU, las mujeres representan de media el 43% de mano de obra agrícola; aunque son solo unas pocas las que tienen tierras en propiedad. En España, solo 756 explotaciones agrarias de las 900.000 existentes se rigen bajo una titularidad compartida. Arrate cuenta como anécdota que, a día de hoy, cuando es ella la que abre la puerta de Spiga Negra, sigue habiendo gente que pregunta donde está el jefe.

A pesar de los datos, no es raro encontrar en nuestro entorno alguna mujer dedicada al sector primario; alguna mujer que conozca la tierra y trabaje con lo que de ella se obtiene. Al hablar con Arrate y preguntarle sobre si las mujeres trabajan de forma diferente, no tiene dudas: «Las mujeres se acercan a los procesos relacionados con la tierra y la producción quedándose en un segundo plano. A pesar de que son las mujeres quienes cocinan en todo el mundo, los líderes son los hombres. Las mujeres nos acercamos más desde la visión del hacer, cuidar tu proceso, cuidar tu pan, sacar tu pasta«.

En Spiga Negra, la pasta se seca siguiendo el modo tradicional

La agricultura sigue siendo un mundo que se mueve entorno a formas masculinas de producir y de pensar. Son formas extractivas, más que pensadas para cuidar y regenerar la tierra. Recuerdo las palabras de Mari Luz, que trabaja su propio olivar, quien rechazaba profundamente utilizar la frase «explotar la tierra». Sin embargo, la agricultura convencional sigue siendo muy agresiva con la tierra y con los trabajadores.

Por eso, más allá del aporte económico del «Premio a la Innovación de las Mujeres Rurales», este reconocimiento da un soplo de aire a un proyecto que entiende el proceso de otra forma. Apoya la personalización, la cercanía y el conocer el producto, al productor y al consumidor. Cuando pones cara, valoras de forma diferente el trabajo que hay detrás y el producto que estás consumiendo. Además de apoyar un proyecto que apuesta por la dinamización de las mujeres dentro del entorno rural.