La lucha contra la obesidad y el sobrepeso siguen configurando una de las principales preocupaciones en la actual sociedad española. El problema se agrava, asimismo, cuando afecta a menores, situación cada vez más frecuente, según los datos del último informe de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, que sitúa en un 19% el número de niños en edad pediátrica que sufren obesidad, frente al dato del 5% del año 1975, y un porcentaje de menores con sobrepeso del 26%. En total, un 45% de niños con un incremento, en el caso de los varones, de 8 kilogramos en dos decenios y en el de las niñas, de casi 7, mientras que el Índice de Masa Corporal (IMC) creció 2 puntos.
Estas cifras no sólo sitúan a nuestro país por encima de otros donde la obesidad infantil ocupar un lugar prioritario, como Estados Unidos, donde el número de menores con obesidad es del 16%, sino que comprometen la estabilidad del sistema sanitario y la futura calidad de vida de las nuevas generaciones. No en vano, un incremento de tan sólo un punto en el IMC supone un importante aumento en el riesgo de sufrir enfermedades crónicas asociadas. «Estos datos ponen en evidencia uno de los principales problemas que atraviesa nuestra sociedad y que pueden hacer que, por primera vez, la generación de nuestros hijos tenga una esperanza de vida menor a la nuestra«, apunta Adelardo Caballero, director del Instituto de Obesidad.
La obesidad infantil podría hacer que, por primera vez, la generación de nuestros hijos tenga una esperanza de vida menor a la nuestra.
Un marco que se agrava al considerar que los hábitos de vida prefijados por la sociedad actual han creado para los niños un ocio excesivamente dependiente de las pantallas, hasta el punto, incluso, de que la hora de ejercicio diario recomendada por la Organización Mundial de la Salud pueda resultar insuficiente. «Una hora de ejercicio equivale, aproximadamente, a cuatro horas sentado», explica Caballero, quien recuerda que, sólo en el colegio, los menores suelen estar sentados una media de ocho horas.
En este contexto, el Instituto de Obesidad recomienda atender tanto a la alimentación como a la actividad física desarrollada por niños y jóvenes. Así, el desayuno debe incluir leche, fruta o zumo e hidratos de carbono, mientras que el resto de comidas deben resultar equilibradas, conteniendo todos los alimentos necesarios para conseguir un estado nutricional óptimo.
Para ello, resulta imprescindible aportar una cantidad de nutrientes energéticos suficientes para llevar a cabo los procesos metabólicos y de trabajo físico necesarios, incluyendo lácteos, verduras, pescado, carnes, legumbres, cereales, frutos secos, sal y dulces. Asimismo, ha de prestarse especial atención a los hábitos de vida de los menores, evitando en la medida de lo posible un ocio estático y apostando por la práctica de ejercicios físicos, evaluando la mejor opción con base en las necesidades individuales de cada uno.