Nada más cruzar la frontera (La Raya), llegando desde Coria, en Cáceres, por la carretera EX-108, se encuentra el término de Monfortinho. Y en él, dos lugares imprescindibles para disfrutar de la buena mesa y del relax. Ambos son buenas actividades para gozar de las vacaciones. Bienvenidos a Beira Baixa.
Junto a la frontera
El restaurante del Club de Tiro de Monfortinho es un buen restaurante. Tiene una terraza con buenas vistas pero la gran cristalera del salón permite también divisar el paisaje desde el interior. El personal es muy amable y servicial y los platos muy ricos y grandes. Están especializados en platos de caza con recetas de liebre, venado o jabalí pero también los productos del mar los elaboran de maravilla como el pulpo y, sobre todo, el bacalao.
Muy típico en todo Portugal, en este restaurante se han especializado en la receta del bacalao a la teja. Presentado en una teja, la calidad es indiscutible y la cantidad más que suficiente. Además la relación con el precio es muy buena. Para rematar la comida ofrecen un bufé de postres que saciarían al más goloso por su diversidad y delicada elaboración.

A veces después de comer nos va bien una buena siesta que se podría realizar en una de las cuatro habitaciones, que con nombre de río, disponen en el Club de Tiro o si se prefiere mayor deleite: la siesta o, incluso, el masaje en las Termas de Monfortinho, a escasos kilómetros.
En este establecimiento aplican una gran variedad de técnicas relajantes y curativas de hidroterapia, masaje y electroterapia que hacen que estas aguas termales ayuden a mejorar nuestra salud. Ideales para: el aparato digestivo, la piel, el sistema nervioso, etc.
Al lado del balneario, el hotel Fonte Santa, de cuatro estrellas, que dispone de unas habitaciones sensacionales y un jardín con una piscina preciosa. Un alojamiento perfecto para conocer el Geoparque de Naturtejo y algunos de sus principales encantos como Penha Garcia, su paisaje y sus molinos; Monsanto, sus casas embutidas en los grandes bolos de granito; o Idanha-a-Velha y todo su encanto desde la época romana.
En torno a la capital
Castelo Branco es la capital de la región y, por tanto, una visita necesaria. No defrauda. Desde el castillo que da nombre a la ciudad, en todo lo alto, se desciende recorriendo callejuelas empedradas preciosas repletas de detalles arquitectónicos.
Las plazas y algunos museos como el de Cargaleiro o el Centro de Interpretación del Bordado captarán nuestra atención dejándonos buenos recuerdos en la memoria.

Cerca del castillo se halla el hotel Meliá Castelo Branco, de cuatro estrellas, que cumple a la perfección los deseos del alojado, sacando una nota muy alta en la regla de los cuatro verbos con D: divisar, descansar, ducharse y desayunar.
También tiene un buen restaurante pero para variar os propongo una idea, al recorrer la ciudad, comer en Tabúa Come. Platos de pescados o carnes para compartir servidos en tablas de madera. Hay que probar sus sangrías ricas y coloridas.
Ríos, montes, aldeas…
El río Tajo, cruza a Portugal y cambia de nombre, allí es el Tejo. Ya en su último tramo del recorrido es más plano y caudaloso, por eso, es navegable. Del puerto fluvial de Vila Velha de Rodao parten barcos para navegar aguas arriba hasta las Puertas de Rodao un monumento natural formado por el sustrato geológico que, debido a unos estratos de roca en vertical, simula una especie de puerta fluvial.
El mejor modo de navegar, aprovechando el tiempo para luego visitar más, se realiza disfrutando de la singladura, sus vistas y de la comida y sus sensaciones, cocinada con productos de kilómetro 0. Un gran placer: navegar degustando la buena gastronomía. Los productos gastronómicos locales son, por ejemplo, los vinos de la D.O.C. Beira Interior, los pescados de río, en conserva o frescos, las migas con barbo o una excelente sopa de pescado.

Si hace calor la playa fluvial de Froia nos espera para refrescarnos, pero si preferimos caminar y ver una torre singular en lo alto de un cerro hay que acercarse hasta la Serra das Talhadas y la Torre Vigía de 16 m proyectada por Álvaro Siza. ¡Qué buenas vistas!
La conservación de las tradiciones portuguesas se descubre, sobre todo, en las pequeñas poblaciones. En esas pequeñas aldeas mantienen la arquitectura tradicional con piedra, las recetas de la cocina de las abuelas o las costumbres y tradiciones.

Las vivencias más auténticas siempre surgen más fácilmente en las aldeas, allá donde podemos conectar y charlar con el aldeano.
En Figueira, de Aldeias do Xisto, aún conservan el horno comunitario que siempre tuvieron para hacer pan o las cancelas para cerrar el poblado y que no accedan lobos u otros animales que pudiesen acarrearles problemas. También tienen un restaurante que elabora platos con recetas de toda la vida: Casa Ti´Augusta.
Difícil será olvidar tanta riqueza y tanto placer para nuestro cuerpo. Este mesón es el indicado para probar los mejores manjares tradicionales.