La región de Piamonte, con su terreno difícil comparado al de la inmensa y fértil «Pianura Padana», con la pobreza de sus suelos y con su clima extremo, ha sido históricamente eclipsada por las riquezas de sus vecinos.
Mientras los brunellos toscanos eran consumidos y reputados en toda Italia, incluído el Vaticano, durante los siglos XIV y XV, el Piamonte se limitaba a ver pasar los cargamentos de vinos de la Liguria que viajaban hacia el Norte. Los habitantes de esta dura tierra, con su clima frío y sus nieblas persistentes, eran los únicos consumidores de unos vinos escasos, rudos, ácidos y dulces
El área de producción de Barolo es la que comprende los municipios completos de Barolo, Castiglione di Falletto, Serralunga d’Alba y parte de los de Diano d’Alba Monforte d’Alba, La Morra, Verduno, Grinzane Cavour, Diano d’Alba y Cherasco Roddi, entrando en la provincia de Cuneo.
La revolución
Tuvieron que pasar cuatro siglos para que dos personajes cambiaran el rumbo de los vinos en Piamonte de forma definitiva. Camillo Benso, Conde de Cavour, fue predestinado a la carrera militar, como era costumbre en la aristocracia del siglo XIX. El Conde de Cavour, un político que llegaría a protagonizar la unificación italiana, en su juventud, decidió abandonar el ejército convencido de la poca sintonía que había entre la vida castrense y sus ideas liberales y volvió al Piamonte a administrar las fincas de la familia.
Siendo considerado como un eficiente empresario agrícola y debido a su conocimiento de las distintas zonas vitivinícolas en Europa, se hizo con los servicios de un enólogo de Burdeos con el objetivo de emular los por entonces exitosos clairets bordeleses. Las nuevas técnicas de vinificación dieron un nuevo aire a los anteriormente citados rudos vinos, de la misma forma que 80 años después pasara en Rioja. En este segundo caso, debido a la huída obligada de los productores franceses provocada por la filoxera.
Aunque el principal revulsivo, la DOCG, fue provocado en la misma época por Doña Julieta Frances Colbert de Maulévrier. Esta dama se trasladó en 1806 a Turín para esposarse con Carlo Tancredi Falletti Falletti, un rico banquero que poseía el título de Conde de Barolo. Pronto la ya marquesa, demostró su vocación caritativa creando orfanatos, colegios y guarderías en zonas deprimidas de Italia. A su vez, en 1843, llamó al enólogo Louis Oudart llamado «El Francés», con el objetivo de obtener vino de calidad de sus pagos. Oudart relacionó el problema del dulzor en los vinos de la zona a las bajas temperaturas del Piamonte, que cortaban la fermentación, y recomendó unas levaduras especiales que eran las indicadas para consumir todo el azúcar de los vinos en esas condiciones. El nuevo vino seco cautivó al Rey Carlo Alberto de Saboya de tal forma que envió a la marquesa 325 toneles. Ella devolvió las barricas de 600 litros llenas. Cada una en un carro y dicen las crónicas que a su paso por Turín, camino de Roma, la caravana bloqueo todo el centro de la ciudad.
Partiendo de la base de que el Rey quería una barrica diaria durante un año para su corte, se pidieron piadosamente 40 menos que días, que son las que corresponden a la Cuaresma. Desde entonces, el vino se puso de moda en todas las cortes Europeas y de este hecho procede el dicho de «Barolo, rey de los vinos y vino de reyes».
Cata de Barolos de Cavallotto
Uno de los casos en el que por la bodega «apenas» han pasado cinco generaciones de productores, es la que hemos tomado para este artículo como ejemplo de buen hacer y clasicismo, dentro de unos precios que aunque altos, no sean inalcanzables.
La Tenuta Vitivinicola Cavallotto se encuentra a las afueras del pueblo Castiglione de Falletto – en el Centro de la D.O.- y tanto su «cantina» (bodega) como sus viñedos se sitúan en las faldas de la colina Bricco Boschis dentro de la zona de las Langas. La Tenuta Cavallotto es llevada por una familia que de siempre ha elaborado el vino exclusivamente de su propia finca, sin comprar uva fuera. Como mandan los cánones de la D.O.C.G., sus viñas de nebbiolo se encuentra situadas con orientaciones S, SE y SO, E y O, ya que se considera que las laderas norte son demasiado frías para una maduración correcta del fruto.
Como no existe mejor forma de entender una bodega y su región que la de probar sus vinos y esta cata que a continuación relatamos, ha sido tan didáctica que ma ha pedido compartirla con vosotros:
Barolo Bricco Boschis 2004
Barolo básico de la bodega. Se considera la añada 2004 perfecta y la verdad es que es un claro ejemplo de buen barolo «joven». Cuando digo joven, lo digo de forma relativa a estos vinos, que en mucha ocasiones son inaccesibles para un paladar no curtido en el momento de su salida al mercado. El potencial está ahí con su menisco teja aún siendo un 2005, sus balsámicos, sus frutos rojos, con un tanino potente, pero elegante y contenido en boca y una acidez y recorrido notables. Boca frutal.
Mejorará con el tiempo (curva ascendente en cinco o seis años más), aunque en este momento ya se puede disfrutar de él.
Precio: 45 euros
Puntuación 88/100 que, repito, puede subir en su calificación
Cavallotto «Bricco Boschis Riserva San Giuseppe» 2001
Cinco años y medio de crianza en los fudres de roble eslovaco típicos usados en Barolo. Frutas negras y rojas -fresas-, especias, mineral, algo de asfalto. En boca, cercano a lo que se considera la perfección en taninos. Elegancia borgoñona y paso por boca suave. Un gran vino que solo se elabora en las grandes añadas.
Puntuación 93/100
Precio: Aproximadamente 60-70 euros
Cavallotto «Bricco Boschis Riserva San Giuseppe» 1998
En este vino predominan la hojarasca y el bosque húmedo característico de los barolos viejos. Un vino muy elegante y a mi entender, en momento perfecto de consumo en este 2010. Paladar frutal con ciruelas, hueso de melocotón y una acidez muy buena. Aún tiene algunos años por delante.
Puntuación 94/100
Precio: Aproximadamente 70-80 euros
Cavallotto «Il Vignolo Riserva» 1997
Añada calida. Quizá el más fácil de todos lo vinos catados, pero con la complejidad de un nebbiolo de libro. Con un fondo mineral y una estructura levemente ácida, se muestra tremendamente frutal y elegante en boca. El sotobosque en nariz con toques de madera fina completa el conjunto. Largo. Al final de la cata lo definimos como un barolo de iniciación perfecto.
Puntuación 94/100
Quizá parezca demasiado entusiasta con esta bodega, pero este es mi estilo de Barolo. Las cosas de más que encuentro en las bombas frutales y tánicas de productores de otras zonas de la DOCG, están muy bien, pero realmente no me compensan el placer inmediato obtenido al beber un clásico de este tipo.
Vinos recomendados, sin lugar a dudas.