Por mucho que lo visites, este país te seguirá sorprendiendo.
Los primeros conquistadores eligieron Cartago erigiéndola en la primera capital del territorio de Costa Rica. En su entorno se ubican las ruinas de la iglesia tica más antigua, bajo la advocación de la virgen del Rescate, que fue construida en la segunda mitad del siglo XVI. Ahora se disfrutan sus ruinas en medio de un precioso parque repleto de vegetación típica de la zona.
En sus inmediaciones también está la iglesia de San José de Orosi que es la más antigua aún en funcionamiento. Esta pequeña edificación encantadora, con una pequeña torre-campanario, fue construida por los monjes franciscanos a mediados del siglo XVIII, actualmente alberga en el antiguo convento anejo el museo de Arte Religioso de Orosi, una visita fundamental para conocer su pasado.

Rascando en el pasado…
Hasta hace poco tiempo no le habían dado ninguna importancia a esas rocas con unas líneas marcadas que aparecían en sus campos. Y, sin embargo, ahora sabemos que son petroglifos precolombinos, restos arqueológicos muy valiosos. Hay muchos, entre cafetales, en las laderas de las montañas, en bosques… y están situados en lugares estratégicos aunque, por el momento, se sabe que debían estar relacionados con la luz solar o lunar por el efecto que hace sobre estos relieves durante el amanecer y el atardecer. Aún no existe un estudio oficial que arroje más luz al asunto ya que se han descubierto hace poco tiempo. Lo que sí está claro es que se trata de una maravilla poder visitarlos e imaginar porqué aquellos pobladores eligieron esos lugares para comunicarse y expresar algo que les importaba.

Miguel Quesada heredó la Casa del Soñador de su padre, Macedonio Quesada, un escultor que llegó incluso a impartir clases en la universidad, sin tener estudios, únicamente por su arte escultórico sobre la madera y la piedra. Miguel conoce bien la ubicación de estos petroglifos y realiza visitas nocturnas iluminándolos como haría la luz natural para mostrar cómo impresiona verlos así, y para tratar de “leerlos” o, al menos, verlos cómo lo hicieron sus creadores.
Martina, el último artesano
Todo en él llama la atención. Es octogenario, muy activo, hablador y simpático pero, sobre todo, Juan Olivado es el último artesano que trabaja a mano todo el proceso de la cabuya para elaborar bolsos, esteras y otros objetos. Él, junto a su cuñada, ha llevado a cabo el proyecto La Cabuya Cuenta, un pequeño taller en el que muestran su artesanía y sus artículos.
La cabuya es una planta suculenta similar a la pita con unas hojas carnosas que contienen unas fibras largas, finas y muy resistentes que se trenzan para formar cuerdas muy resistentes o tejidos tradicionales. Hay que ver a Martina (el apodo de Juan Olivado) extrayendo las fibras, aplicando mucha fuerza, trenzándolas, tiñendo las cuerdas o tejiéndolas. Increíble, es como mirar al pasado.
¡Soñar despierto!
Pernoctar en medio de la selva frente a una cascada escuchando multitud de pájaros al amanecer con total seguridad y con todas las comodidades puede parecer difícil de conseguir. Pues no, en Costa Rica es fácil y, además, barato. La Suite las Tangaras del hotel Quelitales está situada en la parte más alta de la finca, metida en la selva y frente a una cascada de varias decenas de metros. Es imposible ver nada que no sea una naturaleza preciosa que cambia según la luz del día. Incluso es posible ducharse en el exterior de la habitación, junto a una terraza ideal para tomarse algo, y así tener una experiencia aún más intensa y única.

Entre las actividades para realizar en el hotel Quelitales destaca la observación de las aves más coloridas y singulares de Costa Rica. El propio don José, dueño del hotel y experto avistador de aves, te explica mientras desayunas cada uno de esos pájaros que te despertaron y que luego ves porque visitan constantemente los comederos que instaló junto a las ventanas del comedor, en el que por cierto se come de maravilla…
La trucha local, un manjar
A su restaurante le llama Casa José, cómo no, y nos ofrece una carta compuesta por platos elaborados por una fusión de cocina típica costarricense con recetas internacionales. El resultado es una mezcla muy fina de sabores muy agradables y muy equilibrados. Platos singulares y creativos, muy ricos, incluyendo la famosa trucha local o salmón, carnes de calidad o ensaladas muy bien preparadas con vegetales y frutas. Además los postres son sensacionales y los vinos muy especiales porque don José es un amante de los buenos vinos.

Las truchas criadas en las transparentes y limpias aguas de los ríos salvajes de Costa Rica son verdaderos manjares que preparan de maravilla en muchos establecimientos, como por ejemplo, en el restaurante Truchas La Fuente, que se ubica también en Cachí cerca del hotel Quelitales. Allí preparan la trucha de varias maneras ricas y diferentes (papillote, frita, etc) aunque el plato que les hace famosos son los chicharrones de trucha (trozos fritos crujientes y jugosos por dentro). Es su plato estrella, una verdadera joya gastronómica que hay que disfrutar allí.