Cada una de estas tres ciudades tiene un encanto especial, te atrapará su historia, su música o la naturaleza de los parques y jardines vestidos de otoño. Pero también su cocina tradicional que aparece humeante en cada rincón de sus plazas, los ‘pierogi’ y la cerveza, las sopas y el vodka, el cruasán de San Martín y el vino… Cualquier excusa es buena para hacer las maletas y planear una escapada otoñal a Polonia.

Comenzamos por la capital polaca, Varsovia, que en otoño invita a pasear tranquilamente por su casco antiguo, la conocida como Ciudad Vieja, declarada Patrimonio de la Humanidad, con sus casas de colores y estrechas callejuelas llenas de encanto. En la Plaza del Mercado verás a la sirenita, el símbolo de la ciudad, y los restos de las murallas que se pueden recorrer.

Pero es también el momento idóneo para disfrutar de la paleta de colores que tiñe sus parques. Varsovia cuenta con cerca de 90 parques, pero el más emblemático es el Parque Real de Lazienki, que se encuentra en el centro de la ciudad, dentro de la Ruta Real, y allí puedes visitar el Palacio sobre el Agua (con entrada gratuita en el mes de noviembre), el teatro de estilo griego, y el famoso Monumento a Chopin junto al que en verano se celebran los conciertos homenaje al músico polaco. Otros paseos muy otoñales te esperan en el Jardín Sajón, el primer parque de la capital abierto al público; y el Parque Skaryszewski, una joya paisajística en el barrio de Praga.
La historia de Varsovia y recetas otoñales
La capital polaca fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial. Con la ocupación nazi, la ciudad se vio reducida a escombros y perdieron la vida más de 700.000 personas. Para empaparnos de la historia más reciente, hay algunos lugares que resultan imprescindibles: El Museo de la Insurrección de Varsovia y la ruta desde el Monumento al Ghetto Judío de Varsovia al Muro-Monumento de Umschlagplatz, en la calle Stawki, en la antigua plaza desde donde se transportaron a miles de judíos hacia los campos de exterminio; el Museo Histórico de la Ciudad de Varsovia, en la Plaza de la Ciudad Vieja, donde se proyecta una película que describe la devastación de la ciudad, y el Museo de la Historia de los Judíos Polacos POLIN, galardonado en 2016 con el prestigioso premio de Museo Europeo del Año, y un destacado edificio de arquitectura moderna, donde se narra los 1000 años de la presencia judía en la capital.
Tras el desastre, la gran mayoría de los edificios oficiales, iglesias, castillos y palacios fueron levantados fieles al originial y hoy podemos seguir disfrutando de estos monumentos, como el Castillo Real con sus jardines (también gratuito en noviembre), el Palacio de la isla del Parque Lazienki, el Palacio de Belvedere o el Palacio de Wilanow.

El paseo por Varsovia te habrá abierto el apetito, seguro. Y probablemente habrás encontrado por el camino algún puesto de comida donde se sirven los típicos ‘pierogi’, una especie de empanadilla rellena de mil sabores. Con los primeros fríos, en los restaurantes no falta el plato sopa (dicen que los polacos tienen una sopa para cada día del año) o el típico ‘bigos’, un guiso de carne, cebolla, bacon o tocino, col fresca, col agria (chucrut), ciruelas secas y vino tinto. Los restaurantes más económicos siguen siendo los conocidos como Bares de Leche, con un menú del día muy asequible, como Bar Prasowy, Bambino Bar o Bar Gdański, donde también encontrarás otras recetas típicas como los ‘golabki’, hojas de repollo rellenas de carne de cerdo o ternera, con arroz y verduras, o la chuleta de cerdo empanada y servida con patatas y repollo, no falta.

Comer en los barrios de moda
Uno de los centros gastronómicos de moda es el antiguo mercado de abastos de Koszyki (Hala Koszyki), reconvertido en un espacio lleno de restaurantes y bares para todos los gustos (incluido un bar de tapas españolas), donde además organizan conciertos, teatro y otras actividades.

Nos encaminamos ahora hacia otro lugar de culto para los foodies más modernos. Está en el barrio de Praga, en la orilla derecha del río Vístula, la parte más industrial y ‘pobre’ que no llegó a ser destruido durante la Segunda Guerra Mundial y se considera como el más genuino de la ciudad. Puedes visitar primero el Museo del Barrio de Praga antes de recorrer sus calles donde verás que conviven distintas religiones, descubre los pequeños altares ubicados en los patios y disfruta de la originalidad de los murales. Cuando se acerque la hora de comer, acércate a Saska Kępa, para empaparte de su ambiente cosmopolita recorre la calle Francuska con parada en alguno de sus bares y cafés más acogedores para tomar uno de los dulces más famosos de Varsovia: el pastel Wuzetka o W-Z, un homenaje goloso a la avenida Este-Oeste que se construyó al terminar la Segunda Guerra Mundial bajo la Ciudad Vieja. Es un esponjoso bizcocho de cacao y nata más ligero de lo que parece.

Otra visita gastronómica interesante en este barrio será al Centrum Praskie Koneser, una antigua Destilería de Vodkas donde se ha colocar el Google Campus, tiendas de diseño, bares y restaurantes de autor. Aquí tienes que visitar el Museo del Vodka Polaco, para entender todos sus secretos y hacer una cata dirigida.
Y una parada más: Soho Factory. Esta antigua fábrica de motocicletas acoge ahora talleres de artistas, tiendas de diseño, un restaurante y un teatro. Además, te encantará el Museo de los Neones con una completa muestra de los carteles luminosos de los años 60 y 70.
¿A qué sabe Cracovia?
La respuesta es… a ‘pierogi’. Aunque se coman en toda Polonia, aquí los encuentras en cada esquina y son el plato principal de cualquier restaurante. Pero Cracovia es famosa por otro bocado único: los obwarzanek. Un original pan en forma de rosca, que puede recordar al pretzel pero es diferente. Lo encontrarás también en los puestos callejeros por menos de un euro, lleva semillas de amapola, sal gorda o cominos, y es tan tradicional que cuenta hasta con su propio Museo en Cracovia donde, si te animas, puedes aprender a hacerlos tú mismo.

El punto de partida para recorrer Cracovia será la Plaza del Mercado. Lo primera será hacer fotos a la impresionante Basílica de Santa María que si te deja boquiabierto por fuera, dentro atesora un retablo maravilloso. En la misma plaza está la Lonja de los Paños, un antiguo mercado ahora lleno de puestos de souvenirs, y que esconde un museo muy recomendable: el Rynek Underground o museo subterráneo. Narra la historia de la plaza del Mercado en particular, y del país en general, con objetos recuperados en las excavaciones que han ido apareciendo a lo largo de los años. Hay que continuar el paseo con la visita al Colegio Mayor, la iglesia de San Pedro y San Pablo y la basílica de San Francisco de Asís, al parecer la favorita del Papa Juan Pablo II, que nació muy cerca de Cracovia y vivió largas temporadas en esta ciudad. Y para completar el tour histórico, llegar hasta la colina y el Castillo de Wawel y hacer la simpática visita a la Cueva del Dragón para conocer su leyenda.

Al este de la ciudad se encuentra el barrio judío, Kazimierz, al que se puede llegar caminando desde el centro. En sus calles se rodó parte de La Lista de Schlinder, de Steven Spielberg, y la fábrica es ahora un museo donde se rememora lo que ocurrió durante la II Guerra Mundial. Ahora, Kazimierz es el barrio más animado y moderno (¿hipster?) para salir a cenar o tomar unas copas (recuerda que el vodka nació en Polonia), con locales llenos de encanto. Si te apetece comer una buena hamburguesa, prueba la tradicional de Cracovia en Bazar Bistró. Te va a sorprender. No pidas una burger, su nombre es maczanka krakowska y la principal diferencia consiste en la manera de preparar la carne: condimentada y guardada durante 12 horas, no solamente se fríe sino también cuece en un caldo con un poco de nata. Se sirve en un pan la salsa de la cocción, pepinillos encurtidos y alguna verdura como el repollo de guarnición. Y para beber, la cerveza local de Cracovia se llama Okocim y también se pueden encontrar cervezas regionales, por ejemplo Leżajsk, junto con muchas otras que provienen de la vecina Silesia. O puedes acompañarla con un vino polaco, cada vez más presente en las cartas de los restaurantes.

El dulce final lo pone la tarta de queso, un postre tradicional (aunque ahora esté tan de moda), la sernik krakowski. que se diferencia de otras porque se elabora con dos capas de masa fina y entre ellas una rica masa de queso blanco fresco con uvas pasas y piel de naranja confitada. Una delicia.
Visita Poznan por San Martín
En Poznan el otoño es tiempo de fiestas. San Martín es el patrono de la ciudad de Poznan, en la que cada 11 de noviembre, en paralelo al Día de la Independencia de Polonia, hay desfiles, conciertos, en la mesa el plato principal es el ganso asado y relleno y el dulce típico de la ciudad: el cruasán de San Martín (en polaco, rogal swiętomarciński).

La historia de este cruasán es realmente dulce. Cuentan que San Martín era un soldado romano que compartió con un hombre pobre todo lo que tenía, hasta la ropa que le protegía contra el frío. Inspirándose en esta historia, un pastelero polaco quiso rendir homenaje al soldado romano e inventó un pastel en forma de herradura de caballo, relleno de una masa de semillas del amapola blanca, frutos secos y nata.

Según la leyenda, el día 11 de noviembre se regalaban estos cruasanes a los pobres. El cruasán de San Martín es un producto gastronómico protegido y solo lo pueden vender pastelerías certificadas. Para conocer los secretos de sus ingredientes y su elaboración, te recomendamos visitar el Museo del Cruasán de San Martín, en la misma Plaza de Mercado. Aquí se encuentra el edificio principal de Poznan, el Ayuntamiento, con un estilo de arquitectura renacentista italiana. El Ayuntamiento ocupa la parte central de la plaza «flanqueada» por casas burguesas o antiguos puestos de venta del mercado original que fue el lugar y te llamará la atención el colorido de las fachadas: rojo, fucsia, naranja, verde, morado… Si estás cerca del mediodía en la plaza, estate atento porque el reloj del Ayuntamiento tiene unas curiosas figuras de cabritos que dan la hora desde lo alto de la torre.

Otra visita muy recomendable es al museo Centro de Cifrado Enigma. Este fue un hecho fundamental para el desenlace de la Segunda Guerra Mundial: tres matemáticos de Poznan fueron capaces de descifrar el código Enigma, la máquina de encriptar más famosa de la historia, y de esta forma trucar la victoria final que, afortunadamente, no se produjo.

Y si tienes ganas dar un paseo por la naturaleza, el parque más cercano al centro es el de La Ciudadela, donde además de pasear entre árboles puedes visitar dos museos: el Museo de Armas y el Museo del Ejército de Poznań. Alberga también varios cementerios militares con tumbas de soldados polacos, rusos y británicos, todos en la ladera sur de la colina. Si dispones de tiempo y ganas de perderte en el bosque, debes saber que Poznan es una de las pocas ciudades europeas que tiene a sus puertas un parque nacional: el de Wielkopolski (Parque Nacional de Polonia Mayor).