Obviamente el problema de la obesidad va más allá del ámbito estético, puesto que trae consigo diferentes enfermedades crónicas como las enfermedades cardiovasculares (ECV), diabetes tipo 2, hipertensión arterial, cáncer y una larga lista de otras enfermedades.
Estudios recientes, han demostrado que existen diferencias entre la microbiota intestinal de personas delgadas y obesas. Las diferencias observadas se asocian a una menor diversidad microbiológica intestinal en individuos obesos y una rica microbiota intestinal en las personas delgadas. Todo en la ciencia lleva su tiempo y en esta ocasión no iba ser diferente. Estos estudios no disponen de pruebas definitivas como para garantizar que los probióticos hacen perder peso, ya que no es posible afirmar si las personas delgadas que presentan un gran número de bacterias intestinales buenas, las producen de forma endógena o éstas son fruto de una dieta rica en probióticos.
Pero algo sí es cierto, un intestino bien colonizado por microorganismos beneficiosos, mantiene a raya los nocivos, reduciendo considerablemente las posibilidades de que enfermemos.
¿Por qué es importante tener un intestino bien colonizado?
Existen algunos factores que pueden alterar, de forma perjudicial, nuestra flora intestinal (microbiota). Factores como los antibióticos, la alimentación pobre en fibra, la continuada ingesta de bebidas carbonatadas y/o alcohólicas, infecciones intestinales agudas y enfermedades como la celíaca o la enfermedad de Crohn, provocan la disminución de la colonización intestinal, dejándonos al descubierto a los ataques de gérmenes nocivos. Una forma para salvaguardar nuestra flora intestinal es a través de la ingesta de alimentos probióticos y prebióticos, puesto que está demostrado que favorecen a una buena composición del microbioma intestinal e, incluso, puede llegar a controlar el apetito, ajustando el peso y la distribución de la grasa corporal.
¿Qué son los probióticos?
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los probióticos se definen como: “Microorganismos vivos que, administrados en cantidades adecuadas, confieren un beneficio para la salud del huésped”. Por microorganismos vivos, estaríamos hablando de bacterias y/o levaduras (hongos), no patógenos ni tóxicos que favorezcan la colonización y el equilibrio intestinal.
Los probióticos más conocidos son los Lactobacillus, Bifidobacterium, L.Casei. Debido a la variedad de productos lácteos ofertados en el mercado.
Aunque, existen otros muchos tipos de probióticos/microorganismos beneficiosos, que actualmente están de moda como la Kombucha que contiene tanto bacterias como hongos (Bacterium xylinum, Gluconobácter oxydans) y hongos (Saccharomycodes ludwigii, Saccharomyces cerevisiae…), Kéfir de leche (Lactobacillus acidophilus y la levadura (hongo unicelular) Kluyveromyces marxianus) o el Tempeh que está fermentado a partir del hongo (Rhizopus Oligosporus).
¿Qué son los prebióticos?
Pueden ser definidos en dos palabras: fibra vegetal. Los prebióticos actúan como fertilizantes que estimulan el crecimiento de los microorganismos sanos que habitan el intestino. Los prebióticos se encuentran en frutas, verduras, cereales integrales y legumbres.
¿Qué son los simbióticos?
Las funciones tanto de los probióticos como de los prebióticos van de la mano. Los prebióticos sirven de alimento para las bacterias beneficiosas de la comunidad de gérmenes comensales que colonizan el intestino, promoviendo así la salud y quizá el control del peso. Este “intercambio de favores” entre probióticos y prebióticos es lo que se conoce como simbiosis. Por lo que, si tomas, por ejemplo, kéfir con frutos secos y/o cereales integrales, estarás ingiriendo un alimento simbiótico.
En definitiva, la dieta mediterránea es la más idónea para llevar una vida sana y un intestino bien colonizado de microorganismos beneficiosos, ya que, sin lugar a duda, es una dieta simbiótica en toda regla.