En pocos sitios del mundo podemos encontrar algunas construcciones tal y como estaban en la Edad Media y, por otro lado, un proyecto de una ciudad sostenible, un plan innovador y sobresaliente incluso para los países más avanzados del mundo. El día 24 de Abril de 2010 se celebró el Día de la Tierra en Rabat, la capital de Marruecos, y la organización aprovechó este momento para dar a conocer al mundo entero este proyecto.
En Rabat y sus alrededores podemos encontrar algunos ejemplos urbanos que nos harán pasar unos días viendo el pasado y el futuro de las ciudades, otro modo de hacer turismo. Las poblaciones nos atraen por ser el ecosistema humano por excelencia. Nosotros hemos erigido villas, ciudades o metrópolis para vivir en ellas y nos encanta verlas, visitarlas, conocerlas, en fin, disfrutarlas. Los principales monumentos y museos, esos rincones preciosos, los barrios típicos y las demás partes urbanas suelen ser, en muchos casos, los principales objetivos de nuestros viajes.
El pasado muchas veces está casi borrado o al menos cambiado en las poblaciones, pero la Chellah es una excepción, es totalmente un enclave pretérito. Es una necrópolis dentro de un recinto amurallado que está en las afueras de Rabat sobre el río Bouregreg y está aislada de su entorno por su muralla y aislada del presente por su condición de ser una reliquia. En este lugar hay ruinas romanas, enterramientos y los restos de una mezquita que fue derruida por el terremoto de Lisboa de 1755.
Al cruzar la puerta de la muralla todo cambia. De repente se ve una vegetación frondosa y muchísimas aves, sobre todo cigüeñas, posadas sobre los árboles y sobrevolando el lugar. Hay decenas o quizás cientos de pájaros allí dentro. Pueden irse volando pero todas se quedan. A primeras horas de la mañana, el atronador trino de los pájaros no deja escuchar ningún otro sonido. Al caminar entre los árboles y los arbustos que lo cubren casi todo se vislumbra al fondo un alminar de una mezquita en la que ya no canta el muecín sino las cigüeñas. La Chellah es un sitio muy especial, quizá el más encantador de Marruecos. Un arqueólogo podría pensar que sería interesante excavar estas ruinas y hallar más vestigios, sin embargo, sin excavar tiene magia, es un lugar fascinante. Allí las ruinas romanas conviven con los restos de baños árabes, algunos morabitos y una mezquita, de la que solamente se mantiene en pie su alminar y algunos arcos y muros. La decadencia es su encanto principal. La vegetación salvaje invade las ruinas, intenta cubrirlas, pero las piedras asoman reclamando su protagonismo. Los siglos van pasando y, sin embargo, todo sigue igual. Un día aquí el tiempo se paró para siempre y los visitantes, al entrar, quedan atrapados en ese momento quedan anclados en un tiempo remoto.
Ahora toca viajar al futuro. No hace falta ir muy lejos, solamente a unos kilómetros al sur de Rabat nos encontramos con Tamesna, una ciudad ejemplo de futuras urbes. Este proyecto puesto en marcha ya, dará su fruto completo en 2020. Tamesna será una ciudad limpia que reciclará sus residuos y que producirá mediante energías renovables gran parte de la electricidad que necesite. Pero si cabe lo más importante de este proyecto es el intento de que todos los estratos sociales de Marruecos compartan el mismo espacio, la misma ciudad. Un proyecto social complicado, pero precisamente ese compromiso social es, quizá, lo más importante que propone esta ciudad para el futuro. En Tamesna hay viviendas que van desde los 12.000 euros hasta chalets de lujo, algo muy complicado de llevarse a cabo en la sociedad marroquí, pero que ya se está haciendo realidad. Los especialistas que proyectaron Tamesna tienen muy buenos presagios sobre su futuro.
Muy cerca de Tamesna está la costa atlántica y, precisamente allí, hay un lujoso hotel con embrujo. El Hotel L’Amphitrite Palace en Skhirat es el mejor sitio para alojarse y comer junto al océano. El comedor está casi en la playa y el menú es francés, una mezcla elegante y original. Entre los principales platos destacan el paté de foie, el salmón, el magret de pato y los postres, riquísimos al gusto y preciosos a la vista. Además la carta de vinos es especial, abundando los caldos franceses y de gran calidad. El sol atlántico y la brisa marina serán el aperitivo del banquete.
Volvamos a esa antigüedad cautivadora que encontramos en algunos lugares marroquíes. Si queremos ver la verdadera vida tradicional marroquí no hace falta que nos vayamos muy lejos, de nuevo junto a Rabat volvemos a encontrar ese pasado típico. La medina de Salé, al otro lado del río Bouregreg, parece un barrio de Rabat; sin embargo, cruzar el río supone ir a siglos anteriores. Las murallas de Salé cierran perfectamente toda la ciudad. Además, lo practican cada tarde cerrando las murallas y aislando el interior antiguo y tradicional de la zona moderna de extramuros hasta el día siguiente. Allí dentro podemos observar las tiendas, las calles, las gentes y los edificios como las vivieron las personas de hace muchas generaciones. En Salé hay una madrasa, que es una escuela islámica, pequeñita y encantadora. También muy cerca hay una mezquita que tiene una torre casi gemela de la Koutoubía de Marrakech, de la Torre de Hassan en Rabat y de nuestra Giralda sevillana, aunque es más pequeña. Pero lo que más impresiona de Salé es su gran necrópolis junto al Atlántico. Un lugar que sobrecoge. En la muralla que cierra el cementerio hay una ventana que da al mar y mira al oeste. Este portillo es como una salida hacia el paraíso al que van las almas una vez que han abandonado el cuerpo. Al mirar por esa abertura solamente se ve y se escucha la paz que el mar y el cielo pueden aportar.
Al caer la tarde Rabat nos espera para regalarnos un atardecer y una cena en un riad. El atardecer desde la kasbah de los Oudaias es un espectáculo único. Después callejeando por la medina hay que buscar un típico riad para cenar degustando comida marroquí. El riad Le Ziryab te ofrece una cocina de muy buena calidad, en un entorno en el que la comida discurre del modo en que ellos comen y comparten la sobremesa.
Rabat es una ciudad con mucho encanto. Está situada en unos terrenos elevados, junto al océano Atlántico, en la desembocadura del río Bouregreg. Rabat ha visto la ocupación humana desde tiempos muy antiguos, aunque solamente sea capital del reino desde 1912. La capital es una curiosa y elegante, mezcla de lo remoto en el tiempo y lo venidero. Hoy en día es una ciudad que ha crecido respetando el entorno, entre zonas verdes, y a la vez conserva muy bien sus encantos históricos: murallas, Palacio Real, la Chellah, la medina, la kasbah de los Oudaias, la torre de Hassan… Además muy cerca, podemos ver el futuro… Sí. Ver cómo serán las ciudades del mañana.
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