En el siglo XVI se conocían como casas de gula a una evolución de las tabernas. Allí no solo se bebía, también se comía. No llegaban a la categoría de fisgones, donde también se podía pasar la noche. Restaurante Marisquería Rafa, en la Calle Narváez, 68, es desde 1958, en que fue inaugurado por Rafael y Rodrigo Andrés, es uno de esos lugares en la palabra de origen francés restaurante debería ser sustituido por el sencillo, castizo y español Casa de Comidas. El establecimiento fue bodega y ahora es el cielo de la calidad en producto y restauración.

Me la descubrió un gastrónomo y amigo esencial, José Luis Cano, de Clorofila Digital o Síntesis, de la Calle Tellez, que en esto de los nombres no se registra estabilidad siquiera en la foto fija. El hijo de Manolo es el señor de Albacete que mejor conoce el Madrid esencial y a la vanguardia, lo imperdible. Él me presentó a Rafael y Miguel Ángel, los propietarios del Restaurante Rafa, y a García, el más increíble y sincero de los jefes de sala que uno pueda llegar a conocer.
En Rafa, en sus reservados o en la terraza, además de en su acogedoras barra y comedores, se degustan mariscos – que complacerían hasta la exigencia de un gallego gastrónomo como Álvaro Cunqueiro, que cocinaba palabras y realidades mágicas-, también se degustan pescados, y carne y guisos de temporada. Todo se pueden acompañar de eligiendo entre una selecta carta de vinos.

En la mesa es esencial aceptar las propuestas de los profesionales. Con seguridad, en el Restaurante Rafa les aportarán sugerencias positivas y les propondrán renovadas experiencias. Es seguro que no fallarán en ofrecerles buen jamón, salpicón de mariscos, gambas frescas, ensaladilla rusa, rodaballo al horno o steak tartar. Delicias todas.
No se preocupen, está al lado del Parque del Retiro. El arbolado barrio sugiere largos paseos para deglutir el placer que supone comer muy bien y dejarse discurrir por una segura larga sobremesa. Cuanto digo, se lo pueden asegurar los clientes habituales que acostumbran a llenar las 110 sillas del acogedor local. Es imprescindible reservar mesa y utilizar el eficaz servicio de aparcacoches.

Sobre la gula les cuento una anécdota. En Lalín, capital gastronómica del cocido, un sacerdote campechano y comilón, con más de 130 kilos de peso, se hartaba de manjares a la hora del almuerzo y entre horas no desdeñaba alguna golosina siempre que fuese abundante. Cuando le preguntaban por la razón de su peso decía, sin inmutarse: “como mucho y para compensar sólo ceno queso. ¡Pero el queso por la noche es tan traicionero!”. Un día fue a confesarse un hombre muy grueso, que se acusó de un pecado venial: gula. Y el sacerdote lalinense le dijo: “Gula, gula sólo es cuando comes mucho y te desmayas”. La advertencia queda hecha, por si se da el caso, lo que es probable que ocurra cuando uno se deja llevar de manjares.
Rafa es una de las mejores casas de comidas de España, una auténtica casa de gula. Para disfrutar.