Un buen restaurante es aquel que nos da bien de comer y cumple con la higiene y calidad necesarias, cuando además este momento se convierte en una experiencia sensorial, el restaurante pasa a ser excelente. Este es el caso del restaurante Silvestre que se encuentra en el barrio de Amón, en San José de Costa Rica.
El local importa
Está situado en una antigua casa que hace esquina y tiene acceso por ambas calles: por una las dependencias son más íntimas para grupos pequeños y quizás con un ambiente más desenfadado; la otra entrada da paso a un gran espacio con el techo a varios metros, con música (quizás no sea lo más recomendable para comer a no ser que el volumen sea bajo) y una proyección sobre una pared de ladrillo visto con secuencias de cine clásico en blanco y negro. La sensación presagia una buena cena. El espacio es una maravilla, el ambiente agradable y el asiento, cómodo, fundamental para pasar más de dos horas disfrutando de una experiencia inolvidable. Por una escalera se asciende a la cocina que parece pequeña para un aforo de hasta 80 personas, pero es muy eficaz.
Geográfico, histórico… ¡Y artístico!

La propuesta es un menú que a través de 8 platos recorra todas las regiones que conforman el país utilizando los productos locales y relacionando la idiosincrasia regional con cada uno de los platos elaborados por el cocinero Santiago Fernández Benedetto. Él mismo dice: “Una expedición culinaria por el país…” Así es, una experiencia singular que cuenta con aspectos geográficos e históricos para ofrecer una aventura comestible que abarca a todo el territorio tico. Y que todo el que quiera conocer, visitar o, simplemente, le guste Costa Rica debería tomar alguna vez.
Cocina costarricense contemporánea es el tipo de comida que ofrecen, a lo que habría que añadir que además es creativa y con producto local, tal vez no se podría decir que de kilómetro cero pero casi, porque con 51.000 km2 Costa Rica es un país pequeño, un poco mayor que la Comunidad Autónoma de Aragón.
Empieza el viaje

No voy a romper la magia ni el secreto contando y desgranando los platos uno a uno porque sería restarle sorpresa a la gran experiencia sensorial que significa este menú. La explicación de cada uno por parte de la camarera es uno de los secretos del éxito de este menú. En cada plato nos expone los datos sobre la región, los productos y lo que ha querido expresar el chef elaborando cada detalle, cada alimento. Este es el aperitivo que nos entra por el oído y nos predispone para saborear cada bocado con mayor intensidad. ¡Enhorabuena!
De algunas regiones rescata objetos históricos o arqueológicos para la presentación del plato o los reproduce en la propia vianda. Desde luego no llega a los niveles de sofisticación que alcanzan los cocineros triestrellados en Europa pero la originalidad y el descubrimiento de otros sabores es muy superior a muchos que ostentan su estrella. Es, sin duda, una experiencia necesaria.
Comer… ¡y beber!

El sumiller ha buscado entre vinos internacionales para proponer un maridaje de cada plato con una copa de un vino que realce y mejore los sabores, en Costa Rica no se produce vino, por tanto, son extranjeros lógicamente. Esta propuesta aporta un plus de sabores diferentes y como los ha encontrado en Argentina, España, Estados Unidos… sirve también para relacionar a Costa Rica con los gustos de muchos de los turistas venidos de otros países que allí disfrutan. El maridaje propuesto por el sumiller es un añadido extra al menú que evidentemente lo encarece, pero asimismo dan la elección del maridaje estándar que es más sencillo y, claro, más barato también.
A disfrutarlo, no es fácil “comerse” un país entero con productos típicos y unas elaboraciones tan artísticas y sabrosas en un menú, y menos de esta forma tan original y creativa.