La Pequeña Polonia o la Polonia Menor engaña con ese nombre. Esta región que se sitúa al sur del país, con Cracovia como capital, es muy grande. Para empezar, concentra el mayor número de Patrimonio de la Unesco, ¡ahí es nada! Y si hablamos de naturaleza, toma nota: más de la mitad del territorio son espacios naturales protegidos, cuenta con seis parques nacionales, el de Babia Góra y los Tatras son a su vez reservas de la biosfera de la UNESCO, y multitud de paisajes protegidos y monumentos naturales. Con esta presentación ya dan ganas de ir a conocerlo y respirar aire puro a pleno pulmón.

Pero antes de perdernos por bosques, lagos, montañas y ríos… ¿qué tal si empezamos por la capital, por Cracovia? Tiene fama de ser una ciudad llena de vida. Y así es. Necesitarás varios días para conocerla. El centro neurálgico es la Plaza del Mercado, la plaza mayor de 40.000 m2 en la que destaca el edificio de la Lonja de Los Paños y, sobre todo, la Basílica de Santa María que hay que conocer para contemplar su maravilloso retablo. La Torre del antiguo Ayuntamiento es un mirador de lujo solo apto para los que se atrevan con los 110 escalones. Y bajo el suelo de la plaza, encontrarás una curiosa exposición subterránea, Tras las huellas de la identidad europea de Cracovia, con objetos hallados en la zona, como monedas del siglo XIV y todo tipo de utensilios, y la recreación del ambiente bullicioso que reinaba en la plaza del mercado medieval.

Cracovia está cargada de historia, fue capital de Polonia y en los últimos tiempos se hizo muy conocida por ser la ciudad donde el papa Juan Pablo II fue arzobispo (nació en Wadowice) y cuenta con su propia ruta. El pasado más remoto está en el Castillo Real de Wawel, que mantiene viva la leyenda del dragón en lo alto de la colina, y en el Museo Nacional se atesora una joya irrepetible: La Dama del Armiño, de Leonardo Da Vinci. Al este de la ciudad se encuentra el barrio judío, Kazimierz, al que se puede llegar caminando desde el centro. En sus calles se rodó parte de La Lista de Schlinder, de Steven Spielberg, y la fábrica es ahora un museo donde se rememora lo que ocurrió durante la II Guerra Mundial. Ahora, Kazimierz es el barrio más animado para salir a cenar o tomar unas copas (recuerda que el vodka nació en Polonia), con locales llenos de encanto.

No se puede abandonar la plaza del Mercado sin probar los bocados típicos de Cracovia y de toda Polonia: los pierogi. Realmente están por todas partes. Estas pequeñas empanadillas son el plato nacional, las encontrarás rellenas de casi de todo: de carne, verduras, queso, champiñón, col… hasta dulces, y son tan populares que hasta celebran un festival, a mediados del mes de agosto. Atento también a otra receta muy típica de Polonia Menor que aunque parezca un pretzel no lo es: obwarzanek. Esta rosca de pan con semillas de amapola nació para celebrar la Semana Santa y hoy cuenta hasta con su propio Museo en Cracovia donde, además, te enseñarán a hacerla y podrás también comprarla en las calles por unos 1,70 zloty (la moneda polaca.), es decir unos 40 céntimos pero de €.
Una iglesia de sal y el pasado más triste en Auschwitz

Desde Cracovia parten dos excursiones que son imprescindibles. La primera (a unos 15 km) para entrar en la Mina de Sal de Wieliczka, la más antigua y grande de Europa, con más de 300 km y 325 m de profundidad, que está declarada Patrimonio de la Humanidad. El recorrido guiado discurre por unos 3 km en diferentes alturas, galerías y cámaras, con parada en la capilla de Santa Kinga, hecha de sal a 100 m de profundidad. Y la segunda, para conocer de cerca uno de los lugares donde se vivieron los momentos más terribles y trágicos de la II Guerra Mundial en Polonia, el Campo de Concentración Nazi Auschwitz-Birkenau.
El queso de las montañas

Dejamos Cracovia y nos ponemos en marcha para descubrir Malopolska. Podemos empezar por conocer sus castillos medievales o admirar la Arquitectura de Madera, con impresionantes iglesias… ¡construidas sin un solo clavo! La ciudad de Zakopane, a los pies de los Montes Tatra, es un buen punto de partida para organizar excursiones por valles y montañas y también darse un baño en las zonas de aguas termales que están alrededor. Los telesillas y funiculares que suben a las pistas de esquí se utilizan en verano para llegar a la cima de las montañas y disfrutar de unas vistas impresionantes.

Para encontrarnos con las tradiciones y la gastronomía más auténtica, viajamos hasta la zona montañosa del sur de Cracovia donde se elaboran unos quesos artesanos con leche de oveja, como el bundz y el zentyca, y el más popular, el queso ahumado oscypek, con leche de oveja y mezcla de oveja y vaca. Desde mayo hasta finales de septiembre se pueden visitar las cabañas de los pastores de los montes Pienines, las bacówkas, donde los pastores elaboran estos quesos usando moldes de madera tallados a mano, con un diseño que distingue a cada familia o quesería. Podrás vivir la experiencia de sentirte pastor (baca) y quesero por un día. El oscypek se madura con el ahumado y suele servirse frito o al horno y acompañado de mermeladas de frutas del bosque.

Además de los quesos, en Malopolska se ahuman también los famosos embutidos de Liszki (la salchicha Lisiecka es la estrella) y hasta las frutas. Y algo que debes tener en cuenta es que en Polonia nunca faltará en la mesa un plato de sopa, la zupa. Tienen una receta para cada día del año… incluido el verano. Entre los postres, la tarta de queso, sernik, y el pastel enrollado con relleno de semilla de amapola, makowiec, son las más clásicas. También vas a encontrar pastelitos con miel, galletas de jengibre y pasteles de frutas, principalmente de manzana: Polonia es el primer exportador de manzanas de Europa. Con las frutas ahumadas, ciruelas y manzanas, se elaboran compotas, que no es un tipo de mermelada sino un zumo ligero que está delicioso.