Los valles mineros de Asturias son un destino lleno de atractivos, una comarca de paisajes espectaculares, con antiguos pozos mineros convertidos en museos y una interesante oferta gastronómica que mantienen viva las guisanderas y que han renovado con acierto jóvenes cocineros que aman su tierra.
Mieres, la capital de la cuenca minera en Asturias
El río Caudal, afluente del Nalón, discurre por el valle central de Asturias y en sus inmediaciones se instalaron varios pozos mineros. Mieres del Camín, situada a unos 20 km de Oviedo/ Uviéu es el punto de partida perfecto en el recorrido por la minería. Un gran museo al aire libre en el que se combinan historia, naturaleza, rutas para hacer a pie o en bicicleta que atraviesan montes, bosques, espectaculares miradores, pozos y poblados mineros que emocionan.
Mieres del Camín es la capital del concejo y atesora su origen romano oculto bajo el subsuelo de la ciudad. Aún conserva la imagen de villa industrial pero ahora ofrece un recorrido único para descubrir castilletes, bocaminas, antiguas estaciones ferroviarias o locomotoras de vapor convertidas en monumentos.
Pero antes, hay que ir al lugar de encuentro de la villa y tomar unas sidras en su pintoresca plaza de Requejo/Requexu, presidida por el monumento al escanciador y rodeada de terrazas siempre animadas. Ese lugar donde el gran cocinero José Andrés, natural de Mieres, se siente feliz «escanciando unos ‘culines’ y comiendo un chorizo a la sidra o una centolla, si te lo puedes permitir», declaraba.

Otros lugares imprescindibles que hay que visitar en Mieres del Camín son su iglesia de San Juan, con las esbeltas torres, el mercado de abastos y la antigua estación del Ferrocarril Vasco Asturiano, construida en 1906. A su lado, verás la histórica locomotora de vapor SHE 11 y en los Jardines de Oñón, la locomotora FM 102, la más antigua de España de un ancho de vía de 750 milímetros.
El pasado minero sigue latente en el mítico Pozu Barreo, con el castillete, la chimenea de la central eléctrica o el socavón del Grupo Mariana, uno de los ejemplos mejor conservados de la minería de montaña. Y frente al Campus Univiersitario, el colosal monumento al minero que fue costeado mediante suscripción popular tras la muerte de 14 mineros en el Pozu Nicolasa el 31 de agosto de 1995.
Una experiencia gastronómica muy especial que puede vivirse en Mieres es Bocamina, que ya va por su quinta edición, Planta 5. Una actividad inmersiva, lumínica y gastronómica única, que pretende poner en valor el patrimonio minero. Son cenas muy especiales, organizadas a las puertas de una antigua mina del concejo de Mieres y abierta a 400 comensales repartidos en solo cuatro veladas. Lo organiza el Ayuntamiento de Mieres junto a empresas privadas, y hay que estar atentos porque las entradas vuelan.
El valle de Turón

Nuestra ruta minera continúa por el Valle de Turón. Nos adentramos en el Paisaje Protegido de las Cuencas Mineras siguiendo la Senda Verde de Turón, una antigua vía de ferrocarril de 15 km que podemos transitar a pie o en bici, (o en coche por la carretera paralela) e iremos encontrando pozos, locomotoras de los años 20 y 30; el Pozo San Inocencio o el Socavón de La Rebaldana, que impacta por su realismo. Y el Pozo Santa Bárbara, uno de los primeros pozos verticales que se profundizó en Asturias (allá por 1914) y el primero en ser catalogado como Bien de Interés Cultural.
La visita muestra los dos pozos verticales con los castilletes, enganches, sala de máquinas y tolvas, lavaderos, escombreras, casa de aseo, botiquines, estación del salvamento, lampistería, almacenes, talleres…

En Turón, una de las fechas a apuntar en el calendario gastronómico son las Jornadas del Pote de Turón, que coinciden con la festividad de Santa Bárbara, patrona de los mineros, en el mes de diciembre. El pote minero de Turón tiene sus peculiaridades: es «más pobre, más aguado, con más grasa para que fartuque y con algunes fabes desmenuzadas para que engorde el caldo», tal como comentan los lugareños. En esta fiesta, además de comer el afamado pote, se celebra una procesión que termina con una emotiva ofrenda floral en memoria de los mineros fallecidos en las minas del Valle de Turón.
Una buena recomendación para comer por la zona es el Casa Chuchu, en Turón. Ambiente de chigre, trasiego de platos y de botellas de sidra. De la cocina se encarga Natalia, guisandera, que ha inculcado el amor por los pucheros a su hijo Rafa, formándose en el Basque Culinary Center, mientras que el padre, Rafael, se ocupa de la sala. Cocina tradicional asturiana con alguna agradable sorpresa y originalidad. Buena bodega. En Mieres está El Cenador del Azul, un clásico en el que la guisandera Ana Fé Fernández ha mantenido siempre en el nivel que heredó de su suegra, Joaquina Estrella.
Listos para bajar a la mina

En El Entrego/L’Entregu, municipio de San Martín del Rey Aurelio, se encuentra el Museo de la Minería y de la Industria de Asturias, MUMI. Una visita muy recomendable para ir en familia. Cuenta con la reproducción de una boca de un pozo de carbón y de la ‘jaula’ en la que bajan los mineros a las entrañas de la tierra, a unos 600 metros. Podrás sentirte como un minero recorriendo sus galerías y distintos talleres mientras se escucha el ruido de martillos, las voladuras controladas e incluso viajando en el tren que utilizaban los antiguos trabajadores.
Dentro del casco urbano, se puede pasear por las barriadas mineras de La Vega, San Juan, Santa Bárbara y El Coto, que son ejemplos de la arquitectura obrera de la comarca.

Otro lugar para vivir una experiencia minera es el Ecomuseo Minero Valle de Samuño que ha recuperado el patrimonio industrial del entorno del poblado minero de La Nueva en Langreo/Llangréu. El Pozo San Luis estuvo en funcionamiento hasta 1969 y fue declarado en 2013 Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico, como uno de los más bellos y singulares ejemplos del patrimonio industrial de las cuencas hulleras de Asturias.
Podrás subirte al tren minero en la Estación de El Cadavíu y recorrer el viejo camino del carbón. El trayecto asciende entre castaños sobre la ribera del río Samuño para luego adentrarte en las entrañas de la tierra durante más de un kilómetro por el Socavón Emilia, una antigua mina de montaña del siglo XIX, y desembarcar a 32 metros de profundidad en primera planta del Pozo San Luis, donde la jaula sacará de nuevo a la luz a los intrépidos pasajeros que quieran sentirse mineros por un día.
El plato típico de L´Entregu/El Entrego son las cebollas rellenas, una receta ideada por Aniceta Fueyo, la Nina, una cocinera del pueblo que en los años 40 del siglo XX lo ideó para dar de comer a los sacerdotes en tiempo de Cuaresma, porque van rellenas de bonito.

Ahora, coincidiendo con la festividad de San Andrés, el 30 de noviembre, en L’ Entregu/El Entrego celebran por todo lo alto la Fiesta de Les Cebolles Rellenes, a la que acuden visitantes no solo de Asturias, sino llegados de todas partes. Los restaurantes preparan un menú compuesto de cebollas rellenas de bonito, callos y casadielles, por un precio de unos 25-30 euros, regado con sidra o vino. También se venden raciones de esta receta y la fiesta se completa con pasacalles y actividades infantiles.
La Pola, cocina de paisaje con nombres propios
Seguimos nuestro camino ahora hacia La Pola, al sur de Mieres del Camín, un lugar que se ha convertido en el destino más buscado de los viajeros gourmets. Hay un buen puñado de nombres, de cocineros que tras formarse fuera de su tierra, han regresado con ganas de poner sobre la mesa el paisaje que les rodea. Cocina de paisaje de verdad.

Uno de esos nombres es el de Javier Farpón, que tras acumular experiencia en algunos de los grandes templos de la cocina asturiana, como Casa Marcial, Regueiro y Auga, abrió Casa Farpón en una pequeña aldea, Mamorana, en un entorno fabuloso. O el de Jairo Rodríguez, que ejerce en su restaurante Roble by Jairo Rodríguez, en el centro de La Pola, junto a Paula Lamas, en sala.

Y, entre los más destacados, Xune Andrade, en su restaurante Monte de San Feliz, a un paso de La Pola. Allí este joven cocinero ha logrado un Sol Repsol y su primera estrella Michelin haciendo lo que más le gusta, cocinando el monte, el río, la caza, los productos de de agricultores y ganaderos locales, el pan de escanda ecológica, la kombucha de ortigas… apostando por la cocina rural y la despensa del entorno.
En su menú sólo trabajan con pescados de los ríos asturianos, la trucha y el salmón. Y entre sus imprescindibles, hay platos que hablan a gritos del territorio: su versión del pote asturiano de las minas es sublime y la albóndiga de vaca, otra de esas elaboraciones intocables… ¡y buenísima! El otro 50% de Monte lleva el nombre de una mujer, Delia Melgarejo, que a su vez ejerce como directora y que hace volar al comensal con las sugerencias líquidas muy interesantes.