Los sábados por la mañana son, para mí, el momento de volver a poner todo en orden. Y, lo primero, poner en orden la nevera. Pensar en qué voy a comer durante la semana, preparar la lista e ir a comprar. Desde que vivo en Madrid este momento cada vez me gusta más, porque me da la posibilidad de ir a pasearme por el mercado y disfrutar de las personas que por allí pasean. Así como de los productos que allí se venden.
En especial, hay uno al que le tengo especial apego: el Mercado de Santa María de la Cabeza. Como bien indica su nombre, está ubicado en el Paseo de Santa María de la Cabeza, en el madrileño barrio de Arganzuela.
Nada más cruzar sus puertas automáticas, sientes el barullo y el ajetreo propio de un mercado de barrio. Escuchas lo típico: «¿quién va la última?«; «¿a cuánto están las naranjas?«; «¿siguiente?«. Pero, cuidado. Es probable que el ensimismamiento envolvente del regreso a lo tradicional nos cause un tropezón con alguno de los carritos de la compra que ocupan los pasillos de este mercado.
Historia del mercado de Santa María de la Cabeza
Este mercado municipal de Santa María de la Cabeza se comienza a construir en 1935. La decisión de emplazarlo en Arganzuela deriva de la masificación que había sufrido el barrio como consecuencia de la industrialización. El ayuntamiento de Madrid quiso con este proyecto dotar de mayor salubridad a la venta ambulante de alimentos, que ya se practicaba en el barrio.
Ahora bien, 1935 fue un año nefasto para comenzar cualquier proyecto; ya que al año siguiente estalló la terrible Guerra Civil española. Esto provocó que se paralizasen las obras. De hecho, el espacio destinado al mercado sirvió como refugio a los vecinos durante los bombardeos sobre la ciudad Madrid.

Una vez acabada la guerra, se retomó la construcción. Finalmente, el mercado pudo ser inaugurado en 1940 en el número 41 del Paseo de Santa Maria de la Cabeza. Ahí comenzó la vida de este espacio, que no ha parado de latir hasta nuestros días. 80 años después.
La vida del mercado la mantiene sobre todo la asociación sin ánimo de lucro que constituyen los propios comerciantes que ejercen aquí su actividad. Desde 1991, son ellos quienes conducen la gestión del mercado. Su afán por adaptar el mercado a la compra de proximidad los llevó a efectuar una gran reforma en el año 2006 que dotó al edificio del aspecto y distribución que hoy en día podemos observar.
¿Qué podemos encontrar allí?
En el mercado de Santa María de la Cabeza podemos encontrar prácticamente de todo. Si se te ha roto algo en casa, hay ferretería. Si es un día especia y quieres regalar flores, también las puedes conseguir allí. Si vienen amigos a casa y te apetece ganártelos con un vino especial, tiene hasta vinacoteca.

Ahora bien, por lo que destaca este mercado es por su gran variedad en lo clásico. 12 carnicerías, 9 pescaderías y 8 fruterías se encargan de custodiar el aura tradicional del mercado; con productos de proximidad que desde las 4:00h de la mañana van entrando por el espacio de carga y descarga.
De frente, sin romper el ritmo de la composición clásica, los últimos en llegar: los puestos de comida preparada. En el mercado hay 5 puestos en los que puedes comprar comida para ese día e incluso comprar alguna que otra comida para tener de reserva en el congelador. De hecho, uno de los puestos de comida vegana ha sido el último en subir su persiana aquí.

Lo que hace especial al mercado de Santa María de la Cabeza
Así expuesto, no parece que haya mucha diferencia entre este y los otros 50 mercados municipales de la ciudad de Madrid. Sin embargo, solo hace falta pararse a hablar con uno de los dependientes para obtener la clave de por qué este mercado está así de lleno.
Francisco Javier ahora es carnicero en el puesto Francisco Varas, pero lleva casi 40 años trabajando de tendero en diferentes puestos del mercado. «Sería imposible decir cuál es el puesto más antiguo, porque aquí todo va pasando de familia en familia» asegura. Al preguntarle qué es lo que hace especial al mercado de Santa María de la Cabeza, Francisco Javier lo tiene claro: «La gente del barrio; aquí sigue viniendo la misma gente que yo veía con 14 años«.
Aunque al acabar la frase matiza que de tristemente de esas mujeres que él veía de joven hacer sus recados, ya solo quedan 4 o 5. Paquita es una de ellas y si vieseis cómo se le iluminan los ojos al hablar de este mercado, no querríais volver a comprar en ningún otro lugar.

Para Paquita «este mercado es la vida«. Asegura que ella ha crecido entre los azulejos que decoran los pasillos del mercado. La vida ha ido pasado por allí desde que lo pisó por primera vez acompañada de su madre.
Supongo que ese es el secreto de por qué atrapa comprar en el mercado. Porque al igual que hay que valorar los productos de proximidad para ser más benévolos con el medio ambiente; también se valora la proximidad con las personas. Con los que piden y los que preparan; con las familias que han mantenido su puesto aquí generación tras generación; con el conjunto de vecinos del barrio que consiguen que mercados como este sigan a flote.