La ciudad más española de Francia cuenta con un catálogo de colores que representan sus elementos más significativos, como el rosa de su arquitectura, sus parques verdes con violetas y los azules de sus aguas, el tinte del pastel y, por supuesto, del cielo, la antesala del Espacio.
Aguas españolas y vinos del mundo

El río Garona nace en el macizo del Aneto, en el Pirineo español pero, al haber recorrido poco trecho, se sume en una cueva de terreno calizo, cambia su rumbo y se dirige a Francia. Discurre por el departamento del Alto Garona y cruza la cuarta ciudad de Francia, Toulouse, alimentando con sus aguas el Canal du Midi, la magna obra hidraúlica que se construyó en el siglo XVII durante el reinado de Luis XIV. Finalmente desembocará en el Atlántico, tras unirse al Dordoña más allá de Burdeos.
Entre otras cosas, Toulouse le debe al Garona el origen de su asentamiento prerromano y el Pont Neuf, el puente que es símbolo de la ciudad, con el skyline tolosano al fondo. Ese horizonte se rompe con las torres medievales de la basílica de Saint Sernin del siglo XI, una de las más grandes del románico; y la del convento gótico de los Jacobinos, de los siglos XIII y XIV, en cuya iglesia está la famosa imagen de la «palmera», que forma una columna con el techo. Ambos edificios son maravillosos.
Entre visita y visita sienta muy bien probar un vino, a poder ser un buen vino. En una de esas típicas casas rosas del centro está el N5 Wine Bar, el mejor bar de vinos de Europa en 2016 según The World of Fine Wine. Su funcionamiento es fácil: se carga con dinero una tarjeta, con la que te puedes servir una copa, media o simplemente un culín para poder catar hasta botellas de miles de euros a un precio muy ajustado. Vinos como Petrus o Romane Conti, que están entre los más caros del mundo, se pueden probar en esta enoteca. Un lujo al alcance de tu mano. El sistema permite que el vino abierto permanezca en su temperatura y sin recibir oxígeno que lo oxide. Poseen más de 2.400 referencias de 20 países y se pueden disfrutar acompañados por raciones de alimentos tradicionales franceses, como quesos, patés o rillettes (una especie de paté de hebras de carne).
Una ciudad muy verde
Las aguas del Garona y los canales, los sotos de las orillas y los parques que abundan por toda la ciudad, producen frescor en los calurosos días de verano. Concretamente desde el arco, monumento a los caídos en la Primera Guerra Mundial, parte un gran bulevar arbolado que llega hasta un espacio en el que se juntan tres zonas verdes: el Jardin Royal, que posee diversos árboles con su explicación; el Grand Rond, en una gran rotonda verde; y el parque Jardin des Plantes, que se creó en el siglo XVIII para albergar un jardín botánico junto al museo de Toulouse, el segundo museo de ciencias que se erigió en Francia tras el parisino. Este museo cuenta con 2 millones de piezas, está renovado y es didáctico e interactivo. Tiene algunos detalles, como el muro de esqueletos, que le hacen único.
Algunas plantas son el símbolo de Toulouse, como es el caso de la violeta, que sirve para hacer perfumes y un rico licor, además de dulces y caramelos, y que también se usa en cocina, aportando colorido y aromas a macedonias, ensaladas u otros platos. La otra planta símbolo no se come y, sin embargo, se llama pastel, da una flor amarilla y un color para tintes. Es una planta tintórea de la que, curiosamente, se extraía ese color azul tan difícil de conseguir y que durante el siglo XV y parte del XVI dio grandes beneficios económicos al Languedoc.
Algunas pequeñas zonas verdes se distribuyen por el centro, como la plaza St. Georges y sus animadas terrazas para tomar un refresco o algo de picar y, sobre todo, la plaza Wilson junto al Donjon (actual Oficina de Turismo) y el Capitolio, desde la que se ve el restaurante Cosmopolitain, ideal para comer o, mejor si cabe, para cenar. Es un restaurante con buenas tapas y raciones, sin intentar imitar el estilo español sino con producto cocinado al estilo francés y diferentes vinos, que se pueden probar para elegir sin errar. La decoración es innovadora, con una iluminación original que crea un ambiente agradable y un buen servicio. Sus cócteles son igualmente un atractivo innegable.
Aunque es la Ciudad Rosa
La inmensa mayoría de los edificios tolosanos están construidos con un ladrillo compuesto de arenas rojas. Ese color se asociaba con las viviendas rurales; con el tiempo los propietarios más pudientes trataron de aclarar sus fachadas, imitando el color más claro de la elegancia parisina. Finalmente, el color reinante se convirtió en un peculiar rosa que ilumina la urbe y que varía su tonalidad, según sean las nubes o la luz del día. En fin, todo un regalo para los ojos y las fotografías.
Dentro de ese mundo rosáceo está el Capitolio, el edificio más importante de la ciudad, que luce sus 128 metros de fachada frente a una gran plaza que mantiene la armonía arquitectónica, un espacio que cuenta con un ambiente excelente, por eso se dice que Toulouse es la más española de las ciudades francesas. La plaza del Capitolio es el corazón de la ciudad y está repleto de cafeterías y restaurantes como Le Bibent, calidad y buen servicio desde 1861. Es un restaurante tipicamente francés, elegante pero con buenos precios.
En esta plaza se guarda un curioso secreto que, para encontrarlo, nos obligará a mirar al cielo: las 29 pinturas que Raymond Moretti pintó en los techos de los soportales y que resumen la historia de la ciudad, entre las que llama la atención el cuadro de Carlos Gardel, de quien se dice que nació aquí.
La puerta europea del cielo
En una de las bocacalles a la plaza del Capitolio se asoma el hotel Le Grand Balcon, en el que Antoine de Saint-Exupéry escribió El Principito. Fue piloto y creador de la línea aeropostal que unía Toulouse y Dakar, y es uno de esos personajes de los que Francia se siente orgullosa.
A un asteroide descubierto en 1975 se le puso 2578 Saint-Exupéry. Y es que es indudable que Toulouse está cerca del cielo y, más aún, del espacio, sobre todo desde La ciudad del espacio. Este lugar tiene magia para todos los amantes de los nuevos descubrimientos más allá de nuestra órbita. Las sensaciones que se pueden experimentar son de otro mundo. Una de las actividades inolvidables es caminar sintiendo lo que se siente en la Luna. La menor gravedad hace que nuestro cuerpo pese una sexta parte, y caminar se convierte en una apasionanda aventura. También se puede entrenar como un astronauta en la silla giratoria, que sirve para saber si nuestro sistema de equilibrio resiste las sensaciones extraterrestres.
Otra actividad es sentarse en el puesto de mando de la cápsula Soyuz y recorrer la Estación Espacial MIR. Tocar un
meteorito de 650 kg. caído en Francia y ver rocas lunares son algunas de la experiencias de este parque temático o, incluso se puede conocer la comida liofilizada que comen en el espacio. Para cocinarla, únicamente hay que añadirle agua, esperar a que la absorba y… ¡a comer! La ciudad del espacio cuenta con el restaurante L’Astronaute, en el que no sirven comida liofilizada, pero se toman productos típicos de Francia, como el pato, hecho en una buena cocina. Es un buen restaurante a buen precio, aunque hay que reservar para tener sitio.
No te puedes perder:
- Comprar la Pass Tourisme para tener el transporte público incluido y las principales visitas de la ciudad.
- Visitar La ciudad del espacio y disfrutar de toda la información y las actividades como andar por la Luna, sentarse en la Soyuz o entrar en la Estación MIR.
- Probar la salchicha de Toulouse, los quesos y la cassoulet, acompañados con los vinos de la zona.
- Recorrer la Ciudad Rosa a diferentes horas del día, para ver el ambiente y observar la luz tan especial que tiene.